Enfurruñado como un niño al que le han quitado la pelota..
Serio como esa cara detrás de las rejas que guardan su alma.
Altivo como un escarabajo egipcio.
Borra lo que digo, olvida lo que dije,
recuerda los silencios y después,
después súbete al tranvía y viaja
de Atxuri al Sagrado Corazón
en quince minutos, o menos,
o más, o nunca
si he puesto mi cabeza sobre los raíles
y aquí no pasa ni dios,
aquí no pasa nadie si no te bajas del tranvía
y del burro y me dices que me tendrás guardado
en un rincón del recuerdo,
allí, sentado en una esquina de la casa del grito,
debajo de ese león de piedra que se come a un cordero,
serio como un crítico de teatro,
feliz de ocupar un lugar de tu alma,
alegre como un domingo de agosto en Roma,
esclavo como un esclavo de Alabama antes de saberlo,
geólogo en tus simas mas profundas,
con mi casco de farol apenas sujeto, con mi buzo azul y negro,
con mis botas de descender, mezcla de submarinista y astronauta,
con mis alas blancas preparadas por si hay milagro
y ascendemos,
que si llega el juicio final me pille con la túnica planchada,
con la aureola brillante, con mis besos alineados, numerados, trémulos,
esperándote con mi número de la charcutería - ¿el siete? -,
con el humor colgado del extremo de una caña de pescador aburrido y ciego,
sentado en el muelle donde no llega el mar,
por ejemplo el de Azov.
¿Volverás?
¿Te has ido ya?
¿Debo afilar mi espada de paciencia?
¿Me matarás de distancia?
o
¿Me voy matando yo?
Y
mientras miro el vuelo de los pájaros blancos de la noche,
te beso
tanto,
tanto,
tanto,
que este poema es pornografía pura y vienen a detenerme.
Escucho sirenas, no sé si de la policía o del frenopático.
También escucho las sirenas de Ulises.
Adiós, las prefiero a ellas.
jueves, 31 de mayo de 2007
Quando l´ uomo principale é una donna.
miércoles, 30 de mayo de 2007
Roca Tarpeia.
Con suaves movimientos borra el cuerpo desnudo en la fotografía photoshop que le acuna en la pantalla desde hace años.
Se pregunta si aún tendrá esos tersos glúteos.
Escribir
como quién cuenta los pasos que da
por no oír el silencio (1)
Y su cara...el mechón blanco de su pelo...los ojos.
Escribo
para que el agua envenenada
pueda beberse. (2)
Dentro, un oscuro animal le roe las mentiras y el hígado.
Desde el borde de la roca Tarpeia el hombre mira los astros quietos, los lastimados recuerdos de aquel niño, los días que vienen.
Roma espera sentada en el viernes.
Escribes para ella. (3)
Hoy es.
Quisiera convertirme en Endimión, dormir, ajeno.
(Ya, hoy tampoco me entiendo, está tan claro)
( 1-2 Chantal Maillard)
(3 J.)
martes, 29 de mayo de 2007
No es cierto
No es cierto, dicen que bebo por ella, no les crean, apenas bebo. Cuando lo hago es por compromiso, pero apenas bebo. Y está mi trabajo, los clientes, las comidas de negocios. Pero no por ella.
Cierto que a veces me sienta mal, por el estómago, que lo tengo delicado. O puede ser por el tabaco, no me viene bien fumar en ayunas. Por eso tomo algo a las mañanas, para pasar el humo mientras pienso. Aunque apenas la recuerdo, se lo juro, apenas pienso ya en ella.
Es posible que algún día tome, como todos, cuando me siento solo, o triste, cuando ese gato me agarra las tripas. Lógico, de ahí sonrío, hago bromas, mis amigos dicen que soy gracioso, soy un líder con mis amigos; siempre me llaman, me invitan, les gusta mi carácter, mi ánimo en las reuniones, nunca me dejan solo, me acompañan de vuelta si algún día me tiemblan las piernas. Estoy fuerte, siempre he practicado deporte, mis piernas son de corredor de fondo. A veces no me soportan, es verdad, por el frío, las noches esperando bajo su ventana, la de ella. Que absurdo ¿no? Algunas noches me quedo frente a su casa, mirándola. No la llamo, no, ni siquiera la imagino, solo me quedo ahí, parado, mirando su ventana sin luz. No es tan extraño, ahí fui feliz, pero apenas pienso en ella, créanme.
No puedo ir explicándolo uno por uno pero les aseguro que no bebo, no, aunque hable de esta manera que no me entienden. Por eso lo escribo, para que quede claro, para que si algún día les dicen que me han visto dando tumbos sepan que es por eso de las piernas, lo del frío.
También lo de la violencia, no, no soy violento. Cierto que alguna vez me encaro con alguno, no lo niego. Es por la educación, no soporto la mala educación, no me gusta que me hablen con sonrisas. Qué se creen, qué saben ellos, no tiene ni idea quién he sido. Por eso me encaro, me defiendo más bien. Procuro no llegar a los puñetazos, ya no tengo aquellos brazos bravos. Es por envidia, por eso no me dejan entrar en algunos bares.
Los médicos no lo comprenden, no tiene ninguna relación el dolor en el centro del pecho con el dolor por ella, por su ausencia. A quién se le puede ocurrir semejante tontería, solo a un médico, no tienen ni idea, son dolores diferentes. Lo he explicado tantas veces. Uno es un dolor físico, me duele el cuerpo, el corazón, me pesa la osamenta, me arden las venas, me duele la garganta, me duele. El otro dolor es del alma –qué sabrán ellos- me duele el alma, como si tuviera dentro un hombre vestido de negro, mirándome, tanteándome lo que soy, juzgándome, preguntándome, lacerándome, llenándome de espejos oscuros, no veo nada, todo está negro, pero él ahí, ese hombre que me hiere, cada segundo, que me araña los hilos del sentimiento, que no me deja dormir, que no me deja vivir. Por eso a veces tomo una copa, solo una, me ayuda a olvidar a ese hombre. Y a ella, cuando bebo no me acuerdo de ella. Miento, también me acuerdo de ella, pero solo a partir de la siguiente copa. Entonces también recuerdo cuando era niño. Y a mi madre. Es posible que tome más, no mucho más, apenas otra, ahí todavía me doy cuenta de todo. Es cuando me quedo parado bajo la casa de ella. No grito, nunca grito, soy una persona correcta, por eso me enfado cuando me dicen algo, por eso me defiendo. Qué saben. Ella nunca sale, nunca se asoma a la ventana.
Hoy no me encuentro bien, la cabeza, he dormido poco. Tomé café después de la cena y me desvelé. El golpe de la cara es una caída, al médico no le gustará, tengo cita a las once. No voy a llamarla más por teléfono, lo prometo ¿Para qué? nunca descuelga el auricular. Una y otra vez me consuelo con esa voz grabada que dice que no está en casa, que deje el recado. Qué recado voy a dejar si tantas veces le he jurado que no bebo, que mi trabajo me obliga a estar con mucha gente, que todavía la quiero, que la quiero, que me deje volver, que me perdone, que no quise pegarla, que me perdone. Pero ella nunca contesta.
Solo esta y ya, ni una más, lo juro.
lunes, 28 de mayo de 2007
Despedida.
no sabrá qué hacer en este mundo
(Novalis)
Alrededor la ciudad explota y sufre, los bárbaros están a punto de llegar, pero en este momento no siento otro deseo que el de hablarte así, con lentitud, dejando caer mis morosas palabras a tu oído, llenas de amor, hinchadas de la necesidad de hacerte entender que despiertas mi parte luminosa, que puedo levantarme aunque el cielo esté lleno de peligros, ir a buscarte, equivocarme, confundirme, aceptar mi error, el azar, lo incomprensible, pasear ansioso bajo la lluvia y volver con la desilusión dando vueltas entre las ruedas del único autobús de la mañana. Es un riesgo, lo sé, pero he olvidado la lucha y solo puedo pensar en ti.
Nos ordenan resistir en la alameda. No sabía que esto podía suceder, todo estaba previsto, nuestra salida por la frontera del sur, el barco, la huida juntos. Por eso ahora estoy agitado, conmovido, desordenado, lleno de sentimientos nuevos aunque un soldado no llora. Puedo escuchar la voz autoritaria de tu padre, leer tu queja en los labios, los reproches, puedo resistir tu sinceridad aunque me lacere, aunque me llene de ortigas. Solo quiero decirte que no, que estoy rendido, que tu voz me despierta, me agita, me conmueve, que sólo quiero tu sonrisa, tu mirada sabia, tus gemidos, tu distancia calculada, tu cercanía gozosa, la diferencia que me aprisiona.
Antes de subir al tren con tu familia me dices que debemos separarnos, que no podemos continuar. No quiero remover el agua, apenas me atrevo a hablar para no enturbiar la belleza de esta despedida. Alrededor el mundo que conocíamos cambia, se rompe, el horror ha herido nuestra mirada para siempre. Comparado con ello mi dolor es minúsculo, pero es el mío y duele, tanto. Esta sensación de vacío, terrible, de ya no, de preguntas al viento, mientras mi corazón está flotando entre olorosas flores rojas, mis pulmones respirando tu aliento sobre el uniforme mientras recuerdo las últimas lágrimas. Te digo adiós con la mano mientras escucho los gritos de muerte y justo ahora sé que los bárbaros han entrado en la ciudad.
domingo, 27 de mayo de 2007
Dhea.
sábado, 26 de mayo de 2007
Carta entre todos.
Sí, los días transcurren - el reloj/ siguió cortando el tiempo / con una pequeña sierra (1)- justo hasta esta tarde en la que me desperezo después de la siesta en el bosque y los faunos y pequeñas hadas ya se han ido y hay un perro que ladra/ como un serrucho grande que serrase el tronco de la noche (2) y quiero contar otra vez esta añoranza antigua, el temor a perderme entre el tráfico extraño de blogs caóticos, ajenos a mi mismidad, con paseantes que van y vienen por curiosos y expresivos caminos, con personas sin rostro, algunas sin alma, algunas sin misterios, algunas sin resina destilando del tronco herido, algunas ricos como galeones colmados de tesoros sumergidos desde siglos en la bahía, y ¿cuanto tiempo puede un hombre fingir/ pretendiendo no ver lo que ve?(3) lo veo y a veces me cuesta callar ya que ¡si queréis un tiempo nuevo/, debéis poner reluciente / el muro que hoy está viejo!(4) claro, estoy en ello, tratando de pintar estas paredes, tratando de poner en orden los sentimientos, en concierto las obligaciones, tratando de terminar con ciertas confusiones, ese pez de Klee que se enrosca en su ombligo (en el de ella) me tiene alterado y la vida, esa cosa tan de siempre, tan dulce y tan conocida(5), que nadie crea que incrusto entre mis palabras citas ajenas para epatar -o que lo crea, da igual-, abro los ojos y no hago otra cosa que disfrutarlas como disfruto mientras pienso en lo que pensarán y es que, Arthur/Gustav, no puedo escribir diciendo lo que hice ayer o hablar sobre lo cotidiano, me siento raro, excesivo ¿a quién le puede importar? -aunque le importe-; por eso junto tantas palabras, incoherentemente, trabajando con coherencia para que sepan desde aquí qué pienso, imagino, desde donde estás, puedes oír sus sueños (6), me preocupo por mantener este leve hilo lanzado entre la vigilia y la distancia, entre la necesidad de los otros y mi propia necesidad de diferencia porque aunque en los últimos decenios, el interés por los ayunadores ha disminuido muchísimo(7) también es cierto que el interés por comunicarse ha crecido en proporciones alarmantes, muchos seres humanos tecleando en las noches, sin frío ni calor, sus gritos en forma de mensajes en pájaros imaginarios, palomas buscando playas vírgenes, si es que queda alguna –playa-, miradas, silencios, oportunidad de reconocernos, perdón, de intentarlo, es difícil mantener una página constante, aunque lo intentemos, menos con tantas obligaciones ¿o no? por eso ahora, aunque nos muerda la pantalla, aunque X nos pida atención, dejamos este échame un poco de sed que me estoy muriendo de agua(8) porque sé que nos entendemos y que es más cómodo -y más vulgar- contar que los textos a los que caen gotas de respuestas tiernas como tartas de nata nos dejan sin tiempo para nada, llenos de miedo y prudencia que ganamos en esas nocturnas horas en las que nos encerramos para escribir y aún así es posible que hoy esté tan oscuro y que la felicidad sea decir lluvia y que llueva(9) pero no se crean más que lo que lean porque el resto es la vida real y ahí estamos perdidos o ganados para un espacio común, donde el pan es luz y el secreto un aroma de gladiolos y todo esto podría resumirlo con que aseguro que encuentro aquí cada día más de lo que dejo y - me gusta lo que dices/decías y como lo dices/decías, me gusta imaginarte ahí, a lo lejos- pensar en tu nombre, ahora, envenena mis sueños (10) y me honra nuestra búsqueda frágil como la constancia/ fuerte como los presentimientos que nos invaden/ me gusta ese barniz de silencios porque el tiempo no da para más/ me gusta sorprender, o intentarlo, con una colección de magos negros sacando conejos blancos de la chistera/je ne sais pas où tu commences/ tu ne sais pas où je fini (11) me gusta-ría saber más pero no lo puedo decir ahora, bien, decíamos ayer que me gustan las citas ¿furtivas?, las miradas tímidas, la confusión, la indefinición, unos amigos que se encuentran en una cena de amigos que se encuentran sin haberse perdido nunca y este cuento se ha acabado colorín colorado y buitres tenaces con un reloj en la mano planean sobre el horizonte de lo poco que queda de hoy detrás de la silueta del fantasma cotidiano de la urgencia y no es el tiempo lo que se nos da, sino el instante. Con un instante dado, a nosotros nos corresponde hacer el tiempo. Puff.
COLABORADORES.: 1.Pablo Neruda. 2. Gloria Fuertes. 3. Dylan, Bob. 4. Bertolt Brecht. 5. Borges. 6. Dylan Thomas. 7. Franz Kafka. 8. Jose Mª Iribarren. 9. Joseba Sarrionaindia. 10. Luis Cernuda. 11. Moustaki. 12. Georges Poulet.
viernes, 25 de mayo de 2007
Ella, tan joven
“Volveré a hallar a ese hombre en algún rincón del infierno y gritaré de nuevo con alegría con sus primeros besos”. ( Clitemnestra o el crimen).
Ella, tan joven, quiso cortarse las venas.
No recuerdo si ocurrió antes de que su risa fresca fuera cortada por los puñetazos en la cabeza. Ella, tan delgada, se defendía como podía. Aún escucho los golpes torpes de su amigo, todavía resuenan en mis oídos de entonces, ebrios de poetas ingleses y estupor.
Aquella relación se abría paso entre la violencia, cruel, injustificada, impaciente, absurda. La realidad se hacía presente delante de las letras de canciones que no entendían, de la vida que no les entendía, que les superaba.
Ella, tan joven, quiso cortarse las venas.
Herida de aquel amor primero deslizó un cuchillo sobre sus muñecas frágiles, sobre la desesperación por el niño perdido, por el querer perdido, por los días rotos antes de amanecer.
-Ayúdame- me dijo-.
Y médicos discretos, mentiras, un viaje, su familia engañada.
No sabíamos más.
Y la muerte, la nuestra, tan lejos.
jueves, 24 de mayo de 2007
Querida Elena
Bueno, será lo que deba ser pero ¿cuándo podemos vernos?. Me muero de ganas.
miércoles, 23 de mayo de 2007
Amor de tortugas.
lejos de la noche negra de los tiburones.
Sólo puedo pensar en ti.
Las tortugas aman bajo palmeras de verdades
la mano gigante que desparrama relojes.
Mientras, una daga añorante se clava en mi cerebro.
Las tortugas telegrafistas se quedaron sin trabajo,
Reparten -de oreja a oreja- mensajes, confidencias, miedo.
Aún así, te amo, sufro y te amo.
Las tortugas ignoran otro horizonte que el borde de la bañera,
reman contracorriente, tocan guitarras sin cuerdas, ríen a destiempo.
¿Cuántos años más me quedan en la prisión de quererte?
Las tortugas entienden todo a la tercera, no saben nadar
son temperamentales y nostálgicas, son buenas hijas, lloran.
Bajo la misma ventana, canto la misma canción, a la única mujer.
Y mientras llegas -si llegas- las tortugas y yo beberemos
ron en las rocas hasta el alba hueca sin tu sonrisa de mono.
Otro día sin ti, y van... Lo que tiene uno que aguantar.
martes, 22 de mayo de 2007
Princesas.
Mira, se lee, le ha salido así. ¿Qué habrá querido decir?. Quizás estaba aburrido de tanto sentimentalismo, de tantas historias repetidas, de desamor, de nostalgias, de fracasos, de ocultar el sentido del humor, de la capacidad de amor, de lo real. Es un compromiso ese del post diario. En eso está. Otro día más.
lunes, 21 de mayo de 2007
Carta del amante con tambores.
domingo, 20 de mayo de 2007
Casa de verano.
Tus manos
siempre encuentran en mi piel
una senda inexplorada
para zarpar con rabiosa gana
a la apetecida boca
del relámpago carnal
tus manos
saben evadir la rutina
cuando las pienso
se humedece mi memoria
e impaciente las aguardo
(Dina Posada).
Acabamos de llegar a nuestra casa de verano. Las maletas todavía están sin abrir.
Apoyo mi mejilla en el cristal para pensar en él. Le imagino mirando al sauce triste frente a su ventana. Quisiera escribirle pero no se como hacerle llegar mis cartas.
Víctor me llama con cualquier pretexto, un libro que no encuentra en lo alto de la biblioteca, una sartén demasiado abajo en la cocina. Mi nieto pequeño llora, se ha caído junto a la valla. Mi hija le consuela con ternura. Juan, mi yerno, arregla las flores de la entrada.
Sola en mi cuarto pienso en él. Como antes, como siempre, prisionera a pesar del tiempo, del tiempo que no me queda, que no nos queda. Acaricio el borde del libro que me regaló, beso sus páginas. Evito el reflejo de los espejos. Evito a los otros.
Víctor me llama, un pesado mueble que quiere cambiar de sitio – ¿te parece bien ahí? -, unas tazas livianas que teme romper – ¿me ayudas? -. Y sé que no le gusta saberme sola en la habitación, ajena. Escucho la conversación de mi nieto mayor con los amigos que han venido a saludarle. Mi hija juega con el pequeño. Juan canta en el jardín. La televisión emite programas que no entiendo, habla de cosas que no me pertenecen.
Salgo al balcón para mirar pasar las nubes y sé que no son las mismas que las que dejé en el norte. Me ahogo aquí, voy a morirme de nostalgia.
Casi no he llegado y ya quiero volver.
sábado, 19 de mayo de 2007
Amistad.
“Pero si mi boca, se equivoca, y al llamarte, nombra a otra...” (de una canción de la radio).
Podemos ser amigos –dijo.
De acuerdo-contesté.
Pasaron los días y –aunque no soy muy listo- comprobé que cuando estaba con mis amigos, los de siempre, los ojos no se me llenaban de lágrimas, podía respirar y no sentía ese dolor negro en el centro del pecho.
No, no puedo ser tu amigo-dije.
Y se cerró la puerta, sin estrépito, sin arcángeles tocando la trompeta, sin señoras de negro agitando pañuelos en el muelle.
Fin de la historia, final del milagro, otra vez será.
viernes, 18 de mayo de 2007
Carta encontrada bajo una piedra.
que avanza en la materia
(Carlos Aurtenetxe).
Un día, ayer, no importa cuando, se me llenó el cuerpo de deseos nuevos.
Empezó en mi cabeza, claro, desde un momento concreto: una confidencia, una escena de una película, un pasaje en un libro, un poema, una mirada.
Desde entonces estoy con pensamientos oscuros.
Esto, que en sí es novedoso, no tendría más importancia de no estar dentro de un proceso más amplio, dentro de la crisis, dentro del cambio, vivir para no morir, soñar para no dormirme, hablar para dar nombre a los demonios.
También es un despertar, un agitar los brazos para espantar los pájaros del tedio, para atraer a los fantasmas que atraviesan los pasillos de mis ansiedades.
Si me tumbo y rebusco en la memoria llegaría a la conclusión de que una cicatriz en la pierna y la manera en que se produjo fue la causante. Pero si rebusco más, si consigo continuar en vela, sabría que curiosear por la rendija de sus deseos turbios, de su pasado amoroso, fue determinante.
Al principio, debo decirlo, me estremeció, me azoró conocer ese cuarto cerrado que ni sabía que estaba en mi casa. Cuando abrí la puerta me llené de curiosidades posadas sobre mis hombros, cuchicheándome en los oídos como duendes maliciosos, susurrándome actos que ni siquiera soy capaz de concretar.
Y ahí está el misterio. No soy capaz de hacer nada que pudiera ofenderla, pero soy capaz de imaginar tantas cosas, antes inimaginables, que estoy gozosamente alterado.
Hablar sobre esto, tratar de definirlo también es nuevo. Hay muchas cosas nuevas en mi vida. Jamás hubiera imaginado este deseo de llegar frente a ella, mirarla, abrazarla con fuerza, besarla como si llegase de un viaje alrededor del mundo, sentir su boca cálida, su beso abierto, sus suspiros, decirle quedo que se quite la ropa, verla desnuda frente a mi, tímida, nerviosa, esperándome, tocar su cuerpo con tantos dedos como pueda, recorrerla con la mirada, gustar de su figura, de su mirada que huye, de sus manos también buscándome, que me quitan la camisa, que me acarician, ya sin pudores, de su voz llamándome, pidiéndome, hoy, mañana rogándome, pasado exigiéndome, siempre cambiante, siempre deseada, penetrar en su cuerpo como bajo el agua, entrar en la húmeda ansiedad del tiempo huyendo como un ladrón, como un amante que llega y se va, sin irse, pedirle que levante las caderas, que incline la cabeza, que suba sobre mi necesidad de darle un universo para ella sola, para su único placer, para que sepa que la quiero a ella, que en este momento es el único ser vivo en el mundo, en un mundo que se reduce a su cuerpo y al mío juntos, abrazados, palpitando, temblando como alocados seres que no quieren separarse y ahí los pensamientos oscuros se vuelven claros y ya solo está ella junto a mi, o sobre mi, o bajo mi ternura bañándose en sus continuos suspiros, en sus ojos que miran y no miran, en su cara transfigurada y le pido que se de la vuelta y dejo mis manos en sus caderas magníficas y explota la luna y ya solo nos queda esperar al tren de regreso, al último viaje que nos devuelva a otra realidad, a otro planeta donde la gente ríe o llora o está tan seria que no merece la pena volver, y sin embargo.
jueves, 17 de mayo de 2007
Cazador herido.
miércoles, 16 de mayo de 2007
San Juan 9.7
en la nostalgia que trepa y asfixia.
Quemé un rizo de la mujer que amé,
tanto tiempo guardado
en un papel amarillo.
Dejé a un lado las palabras, vencidas,
incapaces de expresar el vacío,
de esbozarlo siquiera.
Estaban mis ojos cubiertos de barro,
me sumergí en ti, oh Siloé,
buscando curación a mi ceguera.
Braceo torpemente en tus oscuras aguas,
ciego aún, al borde de la asfixia.
Me estoy ahogando de no verte.
Ven.
martes, 15 de mayo de 2007
Taurina.
Tenía un amigo jienense, residente en Córdoba, flamencólogo, gran aficionado a los toros, que salpicaba sus conversaciones con abundantes términos taurinos.
Esa terminología tan rica, tan simbólica, es muy apropiada para los juegos de palabras y dobles sentidos. La verdad, todo esa jerga de los tercios, los pitones, las banderillas, la montera, el traje de luces, la suerte de varas, los picadores, la espada, los capotes, los mono sabios, la revolera, el pase de pecho, el tancredo, la alternativa, el albero, palmas y pitos, etc, da mucho de sí en las charlas de café, incluso en la literatura, o en la cama.
Ocurre que a veces comentamos de trasteo algunos textos perdidos en el ciberespacio. Consiste el trasteo en pasar repetida e insistentemente la muleta por la cara del toro con el ánimo de distraerle, faena sin el menor arte ni interés, destinada a pasar el tiempo con el ánimo de acabar pronto
Hablando de soledad, precisamente estoy sentado ahora en una esquina del viento, escuchando el susurro leve de un amigo coleccionista de soledades, que deja en cada texto el ojo de una iguana, la desazón del regreso de los vencidos, la tenue pincelada de su poesía modernista. Escribe bien este hombre, implacable bebedor de cerveza, domador de gatos callejeros, sosegado paseante por las marismas de lo inconcreto, poco pero bien.
En cuanto a multitudes, encontramos a veces, escondidos entre la abundancia, auténticos tesoros, joyas, maravillas poéticas, líricas, ingeniosos escritos, sentidos discursos, íntimas confesiones que son de saludar en los tercios, de salir a hombros por la puerta grande, de llevarles hasta el hotel en andas, a la silla la reina, de subirles a la habitación y rendirles pleitesía frente al altar de estampas de vírgenes y santos de piel oscura. Me refiero a los toreros escritores, o viceversa, o así.
Aunque esto de los blogs y de los mensajes electrónicos está acabando con las palomas mensajeras –ay-, con el servicio de correos - hey, mister Postman, que cantaban los Beatles - incluso con los correveidiles enajenados que repartían noticias y mentiras. Hemos pasado de incomunicarnos por métodos tradicionales a incomunicarnos por medios sofisticados y arrogantes. Son los nuevos tiempos de la moqueta sobre la hierba, de la rebelión solitaria – ahora no me conecto, se van a enterar estos -, de los brindis al sol, de las antorchas de la mentira, de los saltamontes trepando sobre si mismos, de los depredadores de variados pelajes, de la huella de la materia sobre las almas pisoteadas.
Hoy me siento vulnerable, se me escapan los peces por las junturas de mis estanques con ranas bajo la flor de loto. Demasiada intensidad. Me siento a descansar bajo los membrillos y me embriago con su aroma. También me embriago con absenta y éter. Los objetos que me rodean crecen de forma desproporcionada, el router me mira amenazador, los dedos se alargan desmesuradamente y no pue do co n ti n u ar e s c r i b iii e n d o.
Y una ronda de subalternos transparentes me lleva a las tablas, frente al tendido de sombra. Allí me descabellan con un estoque de distancia y silencio, me cortan las dos orejas ante la fría mirada de los diestros, ante la indiferencia del respetable, dan la vuelta al ruedo -los toreros-y se van en busca de otra plaza, de otra corrida.
Olé.
lunes, 14 de mayo de 2007
Nieve (y 2)
En su despacho se siente a gusto, en su terreno, solo ella tenía fe en llegar hasta donde ha llegado. Estudia varios expedientes, da el visto bueno a tres informes, autoriza un pago. Aún no ha pensado en la subida de salarios para el año próximo. Le gusta que la traten con respeto. En la oficina de al lado escucha risas, las próximas fiestas alegran a las más jóvenes. Ella hace años que no ríe así. Su secretaria tampoco, al menos en su presencia. Abre una carpeta amarilla y entre los papeles aparece una tarjeta que cambia su gesto. La deja sobre la mesa, mira el nombre sin leerlo, no hace falta, sabe que es de él. – Pueden salir cuando quieran, quizás deban hacer compras-dice a las empleadas que al verla han dejado de reír. -¿Se encuentra bien?- preguntan. – Sí, sí, váyanse, salgan, yo cierro, no se preocupen- y al pasar les toca el brazo mientras esboza una sonrisa que se queda en una mueca. Ya sola, acaricia el borde de esa tarjeta que ha abierto una puerta que no quería traspasar. No sabe llorar pero siente unas manos invisibles que retuercen su estómago. Sin vacilaciones toma de la biblioteca un libro de tapas verdes, en la página treinta está la fotografía, ellos dos. Había jurado no volver a mirarla. Con unas tijeras corta la tarjeta y la fotografía y deja caer los pequeños trozos en la papelera, concentrada, absorta. Alguien toca en la puerta. Abre tratando de recuperar el gesto. – No se asuste, soy yo – y el conserje mira hacia el suelo mientras habla – Me he permitido traerle un regalo- Sonia está confundida, no asimila esta intromisión. –Quiero leerle un poema- y ante el silencio de ella, recita mirándola ahora a los ojos – “Ya que el deber tiránico me exige/ Que yo oculte mis tristezas íntimas / Para poder hablarte y conmoverte / Voy a escribir a espaldas de mí mismo” - Después toca levemente su mejilla, se sonroja y añade – Feliz Navidad, Sonia- y se va sin dejar de mirarla. No acierta a comprender lo que ha ocurrido, ese atrevimiento la ha dejado inmóvil. Reacciona y sale hasta el pasillo. – Luís, Luís – llama, pero el edificio está en silencio. Vuelve a su despacho, se pone el abrigo, los guantes, apaga las luces y mientras gira la llave en la cerradura agita la cabeza para olvidar esas palabras que la han emocionado. En el ascensor, una lágrima, una sola, humedece su maquillaje. Sale a la calle y taconeando se aleja bajo los engalanados árboles de diciembre.
(El poema es de Juana de Ibarbourou)
domingo, 13 de mayo de 2007
Nieve (1)
Los árboles de la Gran Vía están adornados con bombillas que se encienden y apagan formando arcos y estrellas, motivos de diciembre, deseos de felicidad. Sonia los contempla desde el amplio ventanal de un edificio cercano. Después se aparta y mira alrededor, su despacho, el cómodo sofá de cuero rojo, los cuadros grandes, la luz sobre la despejada mesa de diseño. Sus empleadas hace horas que han terminado la jornada. Ella ya no tiene nada que hacer pero demora su vuelta a casa. A pesar de lo avanzado del mes, este año apenas ha recibido felicitaciones navideñas. Dicen que la crisis también se nota en esto. No puede quejarse, su negocio funciona bien, hasta es posible que deba contratar una traductora. Ya lo pensará. Cruza el pasillo y sorprende su reflejo en los cristales de un armario. Busca un espejo y mira su cara, no es guapa, nunca ha sido guapa, lo sabe, pero tiene buena figura, delgada, no es alta pero cuantas mujeres quisieran tener ese cuerpo al llegar a los cincuenta. -Perdón, no sabía que estaba aquí – Ella grita al ver al hombre que la observa desde la puerta. - Luís, que susto me ha dado usted – dice, alterada, calmándose al reconocer al portero del edificio. Es minucioso, antes de marchar recorre las oficinas, no siempre ha tenido este empleo, dicen que tuvo su propia empresa, es corpulento, tímido, educado, sorprenden sus manos pequeñas y delicadas, cada mañana reparte la correspondencia. Le da las buenas noches, este contratiempo la ha desasosegado y decide marcharse, a su cena sola, a la rutina de su lectura nocturna, al insomnio.
Ese día nieva y se asoma a ver el insólito paisaje de los jardines blancos en la plaza elíptica. Se concede un respiro entre las llamadas telefónicas y los papeles amontonados. En su dedo anular brilla uno de sus caprichos. Hoy deberá comer con Ángel y Nica. Le aburren esas parejas que alternan miradas calientes y palabras frías, que dejan encima de la mesa propuestas y proyectos y se rozan los dedos por debajo del mantel. Le molesta tener que fingir que no se da cuenta, quisiera decirles que se trata de negociar un contrato y que el resto es evidente y a nadie le importa. Ángel es inteligente y guapo, Nica es ambiciosa, práctica y está soltera. La comida se desarrolla mejor de lo que esperaba y llegan a un acuerdo con rapidez. A los postres Nica se ausenta y debe soportar las confidencias de un Ángel que se disfraza de padre responsable dejando por una vez su pose de profesional con éxito. Apenas le presta atención aunque su mirada es comprensiva, ella ni entiende ni quiere entender de problemas con los hijos, ella no ha tenido hijos. -Me hago mayor – suspira él. Y a Sonia le parece que sí, que se hace mayor, que ella también es mayor hace tiempo, que donde antes veía a un hombre atractivo ahora ve a un abogado caro y apesadumbrado. Se despide y con un leve gesto al encargado del restaurante asume la cuenta.
(Termina mañana)
sábado, 12 de mayo de 2007
Vigía en el palo de mesana.
“No creo en modo alguno que la última palabra de la sabiduría consista en entregarse a la naturaleza, dejando libre la expansión de los instintos; pero, en cambio, creo que antes de intentar reducirlos y domesticarlos, importa comprenderlos bien, pues muchas discordancias que tenemos que sufrir son tan sólo aparentes y se deben exclusivamente a errores de interpretación. (André Gide).
Curioso método de transporte de emociones e ideas esta red que permite decir, por métodos no del todo comprendidos, lo que no se dice al vecino de la casa de al lado, lo que no se dice en la barra de un bar, lo que no se dice al que duerme contigo, lo que no se dice.
Curioso método científico que permite hablar con Buenos Aires, con Pekín, con Segovia, lo que no hablamos en un banco del parque, entre las sábanas, bajo el aguacero.
Curiosa tecnología que permite engancharse a sentimientos que dormían en el fondo de antiguas fórmulas de expresión, que no sabíamos, que teníamos escondidos bajo una piedra.
Curioso, estamos en la prehistoria de un mundo diferente del que sólo intuimos una pequeña parte, un esbozo, el principio de una autopista a quién sabe dónde.
En este despertar a ciencias nuevas, y mientras tanto, vivamos lo que nos queda con los antiguos métodos que hasta ahora nos han servido tan bien, a saber: comer, beber, amar, leer, oír tantas voces que dicen tantas cosas -aunque nos interesen pocas- pero, no lo olvidemos, también desde lo mas alto, otear el horizonte de lo desconocido, de lo presentido, de lo nuevo.
viernes, 11 de mayo de 2007
Círculo.
Un pájaro cantó en las cercanías.
¿Dónde?. ¿Dónde el sentido, dónde el ala
y el canto?. ¿Como pudo, en lo invisible,
penetrar lo visible?.¿Dónde el pájaro?
Dolor del mundo, sólo se escuchaba
tu murmullo incesante. Lluvia oscura
sobre la tierra, y tras la lluvia un canto
ahogado junto al borde del tormento.
Miré un charco, y no supe.
(Andrés Sánchez Robayna)
Todo esto ya lo he escrito, todo lo he dicho, ya antes he dicho que lo he dicho, literatura circular, lo mismo, nada nuevo, por eso me fui a América, al llegar vi que era igual que lo que conocía, ya visto, sin novedad, sin emoción, ahí termina el mundo, sin horizonte, se pierden los mares por un vacío atroz, rumores entre los árboles negros, las bestias bebiendo en la ribera del aire, seguir las señales, en las carreteras, usted está aquí, digo lo que me marca las vísceras, lo que me impresiona, prohibido girar a la derecha, stop, señales en el alma, no se enamore, si se enamora no conduzca, desde aquí se llega a lo incalculable, calcúlese usted mismo latitudes y longitudes, más señales, ha llegado usted al lugar equivocado, esto no es el paraíso, esta es una tierra de dolor, de distancia, de desesperación, no hay trabajo, vuélvase a su país, punto de retorno, volver a ninguna parte, ciudadanos de nada, leyes para todos, unos todos son más todos que otros, rosas brotando entre las junturas de la esperanza, belleza en las sentinas del trasatlántico, la nave que cruza los amaneceres, la luz de la mañana rompiendo la línea de la carretera a los sueños, la sonrisa joven guarecida bajo un cielo restringido, esperanza entre las flores, desde la puerta del bar donde tomo el café por la mañana se ve la ventana a la que me asomaba en mi niñez, mi niñez es un concepto perdido en un tiempo con un telón rojo que sube y baja, fascinación infantil perdida, audaz cuesta abajo para llegar ahí arriba, arriba y abajo, la enfermedad como límite, y la muerte, jerarquía de preferencias, salud, amor, dinero, marque con una cruz su opción, falta el poder, lo quiero todo, hastío, aburrimiento, bostezos a media tarde, apatía, el sentido de la vida, ella me lo preguntó ayer -¿qué es para ti el sentido de la vida?- balbuceos, esto..., yo..., -lo que perdí un día-, un día, aciago, pierdes el sentido de la vida y has muerto, el alma arrasada, incapacidad para levantarte de la cama, para mover los brazos, para mover los músculos de lo mínimo, comer, beber, suspirar, arañas suspendidas del techo de las estrellas, temores colgando del universo, olvido de quién era, no ser, tierra deshabitada, han desaparecido los ruiseñores, relámpagos en la conciencia, depresión, X está deprimido, y J, y H, nos faltan letras, abecedario, nos falta visión de la realidad, o es precisamente eso lo que tenemos, que vemos, que no hay más, que ayayayayay esto es lo que hay, exploradores del vacío, mapas llenos hasta el último milímetro cuadrado, sin espacios en blanco que explorar, todo esto ya lo he visto antes, todo esto ya lo he escrito, todo lo he dicho, ya antes he dicho que lo he dicho pero no sabes como libera esta metonimia a media mañana. Qué bien.
jueves, 10 de mayo de 2007
Travesía transoceánica.
Lanzarnos al abismo, Cielo o Infierno, ¿qué importa?
Al fondo de lo ignoto para encontrar lo nuevo.
(Baudelaire)
Todo iba bien, los problemas normales, es decir la norma, el canto del gallo, aguantar las semanas de lunes a viernes, por la línea, recuperar la sonrisa el sábado y gastarla el domingo en comidas familiares, visitas y bostezos, qué sé yo y el lunes otra vez.
Florecía el viento en los esbeltos sauces, siguiendo fugitivas milochas de ilusiones me adentré en una selva de incertidumbre más allá de la vereda de lo cotidiano. En aquel año del toro y el fuego intenté alumbrar con candiles la oscuridad del silencio, coleccioné sonidos viejos, cánticos de monjes grises, espirales de materias volátiles, lo que no conmueve, lo acontecido, el hábito, los sueños dormidos.
La fuerza se me escapaba por las hechuras de los días, no me contenían los suspiros, la energía, el hambre de luceros, la distancia.
Me fui a descubrir América.
Tarde varios años en llegar, la travesía es larga, llena de momentos difíciles. A pesar que nadaba con energía, mis brazadas no superaban las olas de las tempestades, la espuma de medianoche, las luciérnagas marinas. Me ahogué varias veces.
Pero llegué, todo fue desilusión, América ya estaba descubierta.
Lanzarme al agua otra vez, el camino de regreso, delfines y medusas, las estrellas guiándome, la gran tormenta, el salado sabor de la derrota, el cansancio ahondándome hasta las simas de la realidad submarina.
Retomar el inabarcable tedio, la doble jornada de la nada, el tictac implacable, los espejos obligatorios, la estepa infinita, el deterioro en el granero luminoso, la sed no apaciguada, un hueco socavado en lo oscuro, la maleza dormida. Cada día se me muere un dios desconocido, cada día me muerde el desalmado intento de no haber sido, la dimensión de mi realidad es el infierno de esta estancia sin esperanza de cielo.
Y los bárbaros no acaban de llegar.
miércoles, 9 de mayo de 2007
Carta del amante con luz de otoño.
“La escritura debe dejar constancia de nuestra deriva, aunque asimismo de nuestro afán por orientarnos en el mar de errores como si la búsqueda de una verdad fuera posible. Es, al mismo tiempo, testimonio de la pérdida de uno mismo y ficción de su rescate. Visión del naufragio desde la ilusión de la supervivencia.” (Enciclopedia del crepúsculo. Rafael Argullol)
Me he despertado y de pronto es otoño. Añoro la dulzura de tus manos sobre mi cuerpo, tanto, tus labios besándome los párpados, tu voz bañándome en aguas claras, como cuando con marea baja buscaba percebes en las rocas lisas, atento a las olas traidoras. Tantas cosas ignoras aún de mí, tantos cuartos en los que he dormido, tantos pájaros, animales oscuros y música. No, no te escondas detrás del abanico, no cierres las puertas, no levantes paredes imaginarias, agravios reales, silencios o despedidas, no bajes al subterráneo, no te pierdas en tus viajes. Sigo aquí, anhelándote, confuso, hambriento, seguro, con las heridas abiertas, con la memoria a flor de piel, con el cuerpo esperando el bálsamo de tu cuerpo de niña, de tu mente de anciana.
Vamos juntos a Mozambique, a encontrarnos en tiendas de pastores, a discutir con los eruditos de las montañas, a regatear a los mercaderes que llegan con su carga de cacahuetes y nueces, de dátiles y sal. No te preocupes de las iguanas tendidas al sol, ni del olor del magnolio, iremos en brazos del viento que corre como una manada de cebras sonámbulas por la noche interminable de no vernos de tanto mirarnos.
A patadas derribo este tenderete de palabras, esta frágil mentira de hablar como un vulgar vendedor de fantasías y me presento ante ti como lo que soy, un hombre gritando en el atardecer, agitando las manos; un hombre herido de vivir, de querer saber, de amor; un hombre buscando desesperadamente las respuestas antes que llegue la noche; un hombre con un pulpo de melancolía abrazado a su pecho; un hombre, solo eso, braceando entre otros hombres.
Y tú, mujer amada, tienes, al menos, tres respuestas.