Estas son las primeras líneas de 'El perseguidor', un cuento de Cortázar que me gusta especialmente.
domingo, 30 de abril de 2023
Momento Cortázar
sábado, 29 de abril de 2023
Todo hombre es mentiroso
Begoña Abad
Cociendo arroz
En este momento,
en el silencio de mi cocina
mientras vigilo el arroz que cuece
pienso en las mujeres lejanas
para adentrarse en la selva.
y caminan horas en busca del agua.
O en las que se desvisten
en un cuarto triste para venderse.
Las desterradas hijas de Eva
del imperfecto mundo que gotea.
Begoña Abad
viernes, 28 de abril de 2023
Erato
Que
no maree. A un poeta se le coge por el cogote, se le saca a la ventana, al viento, se le
sacude el polvo de las alas y ya, que hable solo.
Es igual lo que diga, la rima, el ritmo, la piel, lo de dentro, el hueso del albérchigo, la descripción exacta de la agonía de un mirlo, versos de hombres brutales y mujeres silenciadas, flores de papel amarillo, a quién le importa.
Un poeta apenas roza las altas lilas de primavera, no se baña en el rocío que cubre los sepulcros, salpica luz en los corazones equivocados, apaga las zarzas que arden en el atardecer de Elantxobe, con un estilete corta las sábanas que ocultan la alameda.
Pero.
Nadie ha visto a un poeta comiendo espaguetis en un bar de la plaza Catalunya; nadie ha compartido con el poeta ese momento en el que es penetrado por el espíritu de Erato, por la inspiración, el zumbido o la onomatopeya; nadie sabe que en el piso quinto derecha de su misma casa vive un poeta; nadie ha matado a un poeta con sus propias manos ni lo ha desollado después con una navaja de cristal comprada en Albacete; nadie sabe en realidad para qué diantres sirve un poeta.
Que siga en la ventana, que le den al puto poeta.
jueves, 27 de abril de 2023
Apocalipsis Capítulo 2
miércoles, 26 de abril de 2023
Una mujer desnuda.
-¿Nunca habías visto una mujer desnuda?
-Nunca antes he visto mujeres sin ropa, solo el breve tiempo de entrar a la habitación, en una penumbra absurda. Además siempre voy medio borracho. No es contemplación lo que busco.-Te conozco, esta te ha marcado, no dejas de pensar en ella.
-No digas tonterías, vamos a tomar otra copa.
-Como quieras.
(Su piel es de marfil, de porcelana, es blanca, de la substancia de la que están hechos los dioses. Flota sobre las sabanas, sin peso, es perfecta. Ríe y me llena de luz, me abraza y el mundo se detiene.)
-Tenemos que volver al hotel, mañana salimos temprano.
-Vete tú, me tomo otra y voy.
(Me mira y siento que ve todos mis pecados, que me absuelve, con un dedo hace cruces en mi frente y olvido quién soy, qué hago en el mundo, oculta mis abismos.)
Etc, etc.
Ludwig Wittgenstein,
6.522 Existe en efecto lo inexpresable.
Tal cosa resulta ella misma manifiesta; es lo místico.
6.54 Mis proposiciones son elucidaciones
de este modo: quien me entiende las reconoce al final como sinsentidos, cuando mediante
ellas –a hombros de ellas– ha logrado auparse por encima de ellas. (Tiene, por
así decirlo, que tirar la escalera una vez que se ha encaramado en ella.) Tiene
que superar esas proposiciones; entonces verá el mundo correctamente.
Ludwig Wittgenstein,
Tractatus logico-philosophicus.
Traducción de Luis M. Valdés Villanueva.
martes, 25 de abril de 2023
Floriberto Díaz Gómez
Lucas Cranach, Against the Papacy at Rome, Founded by the Devil, Anti-Papal pamphlet by Martin Luther, 1545
¿No?
lunes, 24 de abril de 2023
Dubravka Ugrešić
Mirando
las fotografías de los álbumes me doy cuenta de la simetría entre las
fotografías y la memoria. Allí donde se acaban nuestras fotos (y empiezan mis
fotos del colegio, mis fotos de los veranos con el colegio, mis fotos con mis
amigas) se acaba la zona gris del recuerdo. Desde ahí, como si no me acordara
de nada más. Como si solo las fotografías comunes fueran garantía de cualquier
recuerdo. Ahí donde nuestras fotos se dividen (cada vez más numerosas las mías
y cada vez menos numerosas las suyas) empieza la zona gris del olvido. Quizá me
acuerde de los hecho (aquel año viajamos aquí o allí, aquel otro cambiamos eso
o aquello), pero esos ya no producen imágenes.
Dubravka Ugrešić, «El huevo kinder» (La
zona gris del olvido) en El Museo de la Rendición
Incondicional. Traducción de María de los Ángeles Alonso y Dragana
Bajić.
Apocalipsis Capítulo 1
domingo, 23 de abril de 2023
Vías (no, las respiratorias no).
Anteayer, nadie las recuerda, por unas vías sucias
(ahora paseo magnífico) iba y venía el tren a Santurce (hoy Santurtzi), con
trabajadores y otras gentes, viajeros, margen izquierda, (definían los que
después fueron poderosos) esos, no nosotros (decían). Ahora, por vías paralelas
a aquellas, por un paisaje de titanio, árboles y estatuas absurdas, corre un tranvía
verde, brillante. Recuerdo que las líneas paralelas, las coplanares, son las que nunca se encuentran, las que nunca se cruzan. Igual que ayer y ahora,
igual que los márgenes, a veces parece que sí, que van a coincidir, ilusiones,
demasiados empujan para que nunca sea posible, la divergencia, tú blanco, yo
negro, tú ahí y yo también pero sin mezclarnos. Exagero (o no). Escribo y lo dejo aquí como si lo que cuento
fuera importante (¿no lo es?) Lo dejo aquí como en el centro de un laberinto,
nadie llegará, hace demasiado frío en Austria. Sé un poema que recito en las
despedidas de mis conocidos. Ellos se ríen, no quieren saber, escogen la parte
amable del abismo. La duda se balancea, hay que ser valiente para subir a ese tren
oscuro, perdido en lo que era, a veces la memoria es un harakiri, no estamos ya
para emociones fuertes, mejor esta prisión mullida, no ver, no escuchar, no
sentir. Hagan juego señoras, al final del pasillo hay un espejo.
sábado, 22 de abril de 2023
Antes
Antes (defíneme antes), aquí (o sea, aquí) escribían cuatro, quiero
decir que publicaban cuatro (Frank G. Slaughter, Vicki Baum, Maxence Van
der Meersch y otro que no recuerdo ahora su nombre). Es un decir. Lo mismo en
la música, cantaban cinco y grababan discos tres (Los Javaloyas, el Dúo
Dinámico, los Beatles), te conocías a todos, los hits. Ahora, con la crisis
todo dios escribe, publica sus libros en autoedición, con pastas duras o
blandas, en letra redondilla y con dibujos, que manía, si no lee nadie. Con la
música igual, con eso del crowdfunding, quiero decir micromecenazgo
(que no me digas que no es bonito, micromecenazgo) se siguen publicando lo que
antes eran discos pero ahora todo es Spotify, inventos así o lo que sea, pero no
casetes, que eso sí que era un invento (hasta que se salía la cinta).
Pues eso, que me salgo de mí mismo. A lo mío. ¡Voy! (la monja, que toca
maitines)
viernes, 21 de abril de 2023
Los caballos
Roberto Fernández Retamar
DEBER Y DERECHO DE ESCRIBIR SOBRE TODO
Absurda la idea de que sólo puedes escribir sobre lo que te ha ocurrido
(Lo pequeño, lo ínfimo que le ha ocurrido a ese cuerpo, a esa vida entre sus fechas),
Como si todo no te hubiera ocurrido, como si
Hubiera una tarde que no cayera para ti,
Como si todos los imperios destruidos, aventados por los desiertos, devorados por las selvas,
No hubieran conducido hasta ti;
Como si el más lejano astro, extraviado al borde del universo,
Y también los astros que hoy ya no existen,
Y las nebulosas pensativas,
No hubieran trabajado, sabiéndolo o sin saberlo,
Para ti, para este instante, para este poema
Que se escribe gracias al aliento exhalado por Miranda o por Jenofonte,
Con un trozo sobrante de Casiopea.
Roberto Fernández Retamar
jueves, 20 de abril de 2023
Sí
Vamos a ver, cómo lo hago para que no parezca qué, aunque ya puedes dar volatines que si a alguien le parece No será No aunque todo haga indicar que es un Sí absoluto.
miércoles, 19 de abril de 2023
Marina Perezagua
TRES LUNAS DESPUÉS
El primer día que nos conocimos
le pedí un hijo.
Esa noche se corrió fuera
y todas las noches siguientes
durante tres meses.
Cuando notaba que ya estaba cerca
se apresuraba a retirarse,
apurado,
casi demasiado pronto,
demasiado precavido para mi gusto,
que aún le consideraba más como procreador
que como hombre.
Si en ese momento yo estaba encima,
me agarraba de la cintura con sus manos extremadamente fuertes
y me levantaba y me retiraba y me soltaba donde cayera,
no fecundada.
Casi diría que en esos momentos le odiaba,
le odiaba como excepción,
aunque el amor no era la regla,
aún no podía amar a aquel extraño.
Me quedaba mirando cómo terminaba él solo,
me sentía desperdiciada,
los escasos segundos que transcurrían
entre el momento de la retirada
y el momento en que el semen comenzaba a salir
me parecían una ofensa,
en mi cabeza de pre-madre no cabía la posibilidad
de que él no compartiera ese deseo.
Cuando me masturbaba a solas,
fantaseaba con que tres o cuatro hombres
se disputaban a la vez mis óvulos
y me venían destellos de mis adentros,
un amasijo de células formándose,
y esa breve imagen era suficiente para correrme
en un momento, eyaculadora precoz de mí misma.
A los días me venía el periodo
puntual, brillante, flotando en el agua del retrete
como una constelación viscosa que se burlaba de mí.
Así durante tres lunas.
Un día él mismo empezó a cogerme a todas horas,
su mirada cambió,
resultaba incisivo, exacto,
me llenaba como si quisiera recuperar los óvulos perdidos,
y cuando se corría se quedaba ahí un rato,
ya no había semen que limpiar.
Por aquel entonces (y era pronto)
ya nos amábamos.
Hoy, con nuestra hija mamando,
hay veces en que le aparto
como él me apartaba a mí,
me molesta un poco,
estamos nuestra hija y yo, a solas,
no sé por qué tiene que venir en este momento,
mi leche es para ella,
mis pezones son más para ella que para él.
Entonces veo cómo él mismo se aparta
y me observa,
en sus ojos hay un brillo con trazos de ese odio que yo sentía
cuando me retiraba de su semen,
y me pregunto qué es eso que quiere,
qué es eso que yo le estoy quitando
y si alguna vez podré dárselo.
Marina Perezagua
***
martes, 18 de abril de 2023
Pesada digestión
La digestión fue pesada. El zapato parece simple, sin adornos, pero me costó, sobre todo el tacón, ese mismo que había pisado mi pecho desnudo. Quizás lo he contado antes. Llegaba a sus brazos desde el viento, nos encontrábamos en una habitación en penumbra, me esperaba trémula, vestida solo con esos zapatos, su pelo mojado, nos abrazábamos de inmediato. Me desvestía mirándola, nos acariciábamos ya con los ojos. Saltaba a mi pecho como una pantera pálida y mis piernas resistían esa primera embestida, el ataque que precedía a las manos explorando la piel, los pliegues de los muslos, la cara interna de los brazos, el lóbulo de las orejas, el cuello en el que me demoraba hasta conseguir los primeros suspiros, el ven que yo retardaba, cruel, sus nalgas duras, sus pechos breves, la húmeda circulación en la que nadábamos sabiendo que íbamos a ahogarnos en el deseo, marea creciendo, subiendo por los muebles, la biblioteca, libros húmedos, mesas húmedas, sofá húmedo, palabras que resbalaban entre nuestros sexos tan sensibles hasta que todo eran gemidos y gritos y fricción y pasión, los dos dentro de un horno, abrasándonos, chamuscados, descontrolados, nos besábamos, nos insultábamos, luchaban los labios, los dedos, sudorosos, otros, perdidos, volcándonos, lejos, más lejos, inhumanos, animales que se apareaban y subían, arriba, más arriba, irresistible, cuando estábamos a punto de morir llegaba la explosión del placer y en cada músculo, hueso, piel, venas, sangre, cabello, dientes se producía un terremoto y nos rompíamos en diminutos trozos de amantes amándose, de enamorados enamorándose, perdidos el uno en el otro, exhaustos, definitivamente prisioneros de los cuerpos, enajenados, ambiciosos, egoístas, maldiciendo aquel primer momento que nos vimos y nos encadenamos, qué otra cosa podíamos hacer, qué sino perdernos en nuestros desiertos, en nuestros laberintos, rompernos el alma, el consuelo, la calma, la soledad anterior, la cordura, enajenarnos, enfrentarnos como fieras que defienden su espacio, los límites, que quieren traspasarlos, llegar más lejos, donde nunca, exploradores de tierras negras, subterráneos con grilletes y risas en lo oscuro, con miedo y tangos que advertían, rechiflao en mi tristeza hoy te evoco y veo que has sido, que extendíamos la alfombra de los reproches, esgrimiendo los agravios, la cobardía de abandonar la tibieza que se posaba en lo obvio, en el ya veremos, en el luego, no quemar las naves, imperfección del claroscuro, rehenes detrás de la puerta, un guante negro sobre su espalda blanca, lenguas de cisnes chupando su vientre, moscas venecianas, errores repetidos, lo táctil frente a la idea, el principio, los remolinos en el pantano de hablar sin decir, tumulto en el mercado, a la salida me comí su zapato, el otro, a ella, me comí a mí mismo y la vida fue ya, es, una digestión absurda, sin paisaje, sin globos aerostáticos fotografiando los instantes claves, magos con sus juegos de manos, diarios detallados de lo que paso, día 17, día 18, el 31, calígrafos chinos viviendo en el cuerpo de un buey, de un burro, de un cerdo, de un mono, hasta aquí he llegado y, querida mía, mi corazón lo partiste a machetazos, guerrera, tutsi implacable, indígena de un país de psiquiatras y jugadores de fútbol, de payadores y comedores de peces, alterada que me alteraste, ausente de la realidad de mi realidad, avisada de mi ardor usas botas de clavos, es inútil, volveré a comerte igual, a bocados, Peter Sloterdijk se pregunta dónde estamos cuando escuchamos música, yo me pregunto dónde estábamos cuando nos apartamos, sin preguntas, sin entrañas, sin reconciliación posible, extraños en nuestros fugaces yo, exiliados de la patria que inventamos, ciegos, malditos para otros amores, cercenada la esperanza, colgada de un clavo en la blanca pared que espera sombras de nubes velazqueñas, aturdidas damas con ropajes enlutados, organistas onanistas, impíos revolucionarios que quieran quemar nuestras ermitas, las catedrales, el tiempo, joder, que pasa el tiempo y están las vides rezumando, los temporeros sentados bajo la tejavana esperanzada del país prometido, la belleza insoportable de ser, soy, no somos pero soy, mi mano escande, mide este verso desproporcionado, absurdo, inútil, cuenta sílabas, los signos articulados, el meollo del poema, el amor a ras de suelo, escarbando con las uñas, con las yemas de los dedos, sangrando, recordando el rotundo adiós, los argumentos, el sentido de seguir manteniendo esta página sin brújula, I glup you, si Cortázar levantara la cabeza, Rayuela insomne sobre mi mesilla de noche, al lado del vaso de agua, del microscopio, de la vuelta a las fuentes, enciendo candiles alrededor de la bañera, ella es Marat y esta Carlota Corday que soy, que puedo ser, clavará un simbólico cuchillo en su impiedad, en su silencio, alemanes invadiendo Polonia, páramo, que la vida se agostó, yermo campo sin liebres embadurnadas, sin águilas conejeras, sin documentales de la 2 que diversifiquen la cultura de animales en la sabana, jirafas entrometidas, leones de la Metro después del Nodo, películas de exploradores, de piratas, de romanos, de ciudadanos perdidos en la gran ciudad, en sí mismos, en las idas y venidas de la fortuna, tan caprichosa, tan desigual, tanto alboroto por un zapato, me lo comí, su pareja, a ella, Gargantúa despiadado, despistado, comiéndola me comía, antropófago desorientado mordiendo el aire, airado, estafado, tocando el tambor con la frente, buscando cuevas donde ocultar la miseria, la vergüenza, la ternura que ondula en los codos con heridas, su peso que no pesaba, su sexo que me encandilaba, su frente con una luz guiándome por la espesura de una selva sin gorilas, sin salacot, sin hombres mono saltando de liana en liana, aquí, así, se me cae la baba, lelo, así estoy, ya no sé qué ni a quién escribo, sé que es lunes. Hasta mañana
lunes, 17 de abril de 2023
Un zapato (y su dueña)
Una vez estuve enamorado de un zapato. Y de su dueña. Tanto. Me lo comí, al que hacía su par y a la persona que estaba dentro de ellos. No me duele decirlo, no me arrepiento, no me avergüenzo, es más, lo proclamo, lo esparzo, lo grito frente a un acantilado de ojos incrédulos, haciendo equilibrios sobre el palo de mesana de este barco que va.