Termina 2020./El año del confinamiento./Nadie predijo que esto podía
ocurrir./Pero ha ocurrido./Así estamos.
Empieza 2021./Un año de esperanza./Os deseo lo mejor
(que cada uno/a defina qué es su mejor)./Un abrazo.
Termina 2020./El año del confinamiento./Nadie predijo que esto podía
ocurrir./Pero ha ocurrido./Así estamos.
Empieza 2021./Un año de esperanza./Os deseo lo mejor
(que cada uno/a defina qué es su mejor)./Un abrazo.
Nada.
Posiblemente
tampoco tengo de qué.
Es este clima, tan frío, llueve y llueve.
Está
el estímulo interno, el externo, lo que ocurre, lo que no, malos tiempos para
la imaginación.
Bueno,
puedo contar lo de la apuesta, lo del
velero medio oculto entre la bruma de la Ría, el musgo en las escaleras de
piedra, el bar Noruega lleno
de marineros, la cerveza entre los estibadores del muelle, el humo, los gritos,
las partidas de cartas, las copas de orujo sobre el mostrador, el frío fuera,
nuestra sola presencia allí era un desafío, ella a mi lado, con sus botas
altas, sin ropa bajo el abrigo de pieles, yo susurrándole mi deseo al oído, la
nariz sumergida en su melena cobriza, las miradas turbias de alrededor, los
hombres acercándose, remoloneando, blasfemias, miradas retadoras, frases
obscenas, cuando se acercó demasiado aquel matón de taberna nos fuimos,
volvimos al hotel, las risas, la noche amorosa abrigándonos.
Ella ganó la apuesta pero no me apetece contar ahora en qué consistía esa
ganancia.
Quizás
mañana.
Mujer, planeta extravagante, quién diría que alguna vez amé así, sin dejarme nada, entero, con las muñecas grabadas a cuchillo, con el sexo rendido, aislado en una torre extranjera, pobre de pedir, un paria, un alquimista que transmutaba tu sed, tu nunca, tu esperanza, un titiritero que te hacía reír, al que pegabas, menos que nada, el alma entregada, un esclavo que ganaste a los naipes, humo, un despreciable animal bajo la mesa, escondido a las visitas, tu secreto, malvada mujer con un hacha en las manos, presta a mutilarme la esperanza, a cortarme los pies, Diógenes en el tonel, oro del Perú, vino de Rioja, salud quebrada, alquimista de embustes, cocodrilos de ayer en ríos desiertos, fría armadura que crece en cada viaje a tu fuente, donde manan respuestas, donde te ahogas y salvas, donde vives, cementerio sin rastros de constelaciones, desplumado en un bosque de sueños, aterido, me saco la vida a cuajarones de la garganta, me rompo los pulmones al cantarte y nada, nada, vil juglar en este callejón apenas transitado, solo vagabundos como yo, un carro de paja, un collar de penas, muerdo mi mañana, mi ahora, el cordel que busca tu cuello, donde te besaba, vienen a buscarme, te escribo, mujer, a mi pesar, te amo, principio del placer que ya no es nada.
Se ha roto el router y ando como un yonky buscando wifi por las esquinas.
Maldito enganche.
Disculpad si tardo en contentar.
Volveré.
Los viejos tontos
¿Qué creen que ha pasado, los viejos tontos,
que los ha dejado como están? ¿Supondrán acaso
que se es más adulto cuando tu boca permanece abierta y babea,
y te meas continuamente, y no puedes recordar
quién llamó esta mañana? ¿O que, con solo quererlo,
pudieran cambiar las cosas y regresar a aquella vez en que bailaron toda la noche,
o fueron a su boda, o llevaron las armas al hombro algún septiembre?
¿O se imaginan que en realidad no ha habido ningún cambio,
y que siempre se han comportado como si fueran inválidos o tiesos,
o han tenido que soportar días de leve, continuo ensueño,
viendo cómo se mueve la luz? Si no es así (y no puede ser así), es extraño:
¿por qué no gritan?
Con la muerte, te disuelves: los pedazos que eran tú
comienzan a alejarse uno del otro, para siempre,
sin que nadie los vea. Es solo olvido; cierto:
lo tuvimos antes, pero entonces iba a acabar,
y todo el tiempo se confundía con el exclusivo empeño
de hacer crecer la flor de un millón de pétalos
de estar aquí. La próxima vez no puedes hacer
como que habrá algo más. Y estos son los primeros síntomas:
no saber nada, no oír a nadie, haber perdido
el poder de la elección. Sus caras muestran que están listos:
pelo ceniciento, manos de sapo, el rostro, como pasa, seco…
¿Cómo pueden ignorarlo?
Acaso ser viejo sea tener habitaciones alumbradas
dentro de tu cabeza, con gente que en ellas actúa.
Gente que conoces, pero a la que no puedes nombrar; cada cual surge
como una profunda pérdida recuperada, volviendo de una puerta conocida,
colocando una lámpara, sonriendo desde una escalera, sacando
un libro conocido de los estantes. O a veces simplemente
las habitaciones solas, con sillas y un fuego encendido,
el arbusto que el viento sacude a través de la ventana,
o la tenue simpatía del sol sobre la pared de una solitaria
tarde de verano en que la lluvia se ha interrumpido. Es ahí donde viven:
no aquí y ahora, sino donde todo ya ha sucedido.
Es por eso por lo que tienen
un aire de perpleja ausencia, como si intentaran estar allá
mientras están aquí, pues las habitaciones se vuelven más lejanas, y dejan
tras de sí un frío incompetente, el desgaste constante
del aliento que han respirado, y a ellos de cuclillas,
ante la cordillera de la extinción, los viejos tontos, que nunca perciben
cuán cerca está. Debe ser esto lo que los mantiene tranquilos:
la cima que se mantiene visible adondequiera que vayamos
para ellos crece del suelo. ¿Podrán nunca darse cuenta
de qué los arrastra, de cómo acabará? ¿Tal vez de noche?
¿Tal vez cuando los extraños vengan? ¿O acaso nunca,
durante toda esa espantosa niñez invertida? Bueno,
hemos de averiguarlo.
Philip Larkin
Reina
de las flores, desde nuestras últimas cartas he pensado en ti y sí, te tengo
olvidada. ¿Cómo estás?, espero y deseo que bien. Mira, mi vida está llena de
actividades, llena, llena. Este trasto (me refiero al ordenador) me lleva solo
una parte, poco, pero genera tal cantidad de contactos que he decidido no
“contactar” más de lo que contacto. No puedo, ya me gustaría, de verdad, sé que
puedo parecer un maleducado, un capullo, pero he decidido quererme mucho, ser
menos educadito y pensar en mí. La página, facebook y todo lo que genera no
quiero que hipoteque mi vida, mucho menos cambiar lo real por lo virtual.
Prefiero hacer el amor que imaginarlo; prefiero un beso de tornillo que cientos
al final de un comentario (aunque los agradezco, claro); prefiero caminar junto
a la Ría que visitar páginas y páginas (muchas muy interesantes, vale);
prefiero tomar unos vinos con mis amigos (cuando se pueda), charlar, reírme que
chatear; prefiero leer un libro que pasar horas sentado delante de una
pantalla. Y no sé a qué viene esta historia que te estoy contando con lo salada
que eres y comprensiva, que escribes con tanto sentido y sentimiento, ya te lo
dije un día, los ojos más bonitos de la Red, amiga desde hace tanto tiempo, pues
eso, que te beso aterciopeladamente, ea. Va por ti.
No
sé para qué demonios te escribo esto tan largo si con decirte que te quiero
mucho sería suficiente.
Te
beso a rabiar.
Manolo.
Mujer a la que canta el poeta con voces de mercurio y cadmio, abrigados sus ojos con luceros, nocturna soledad, sin aspavientos, sin gestos de oropel, sin más mentiras que el silencio, alterada de emociones, melancólica, fiel a las cadenas, resguardada de la lluvia en aleros de palabras, en edificios de voz, no escuches la injuria del cantor, no sus embustes, no la lanza de sol de sus miradas, quiere amueblar tu mundo con ternura, sin salmodia de brujas a lo lejos, crece el cielo, los continentes se alejan, se pierden en océanos rotos, helados, torrentes de estrellas, el aire poblado de alacranes, batalla de simios heridos de colores, un buhonero con negra faja de ausencia quiere venderte el nunca, te ha comprado la sonrisa y los papagayos se ríen en las nubes, no escuches más su canto, principio del placer que nos llenaba.
…entre Demócrito y
Heráclito prefiero echar una moneda al aire y esquivar el pico de los cuervos,
el resuello de los zorros que corren con su roja y abultada cola por los campos
nevados de este mes último, escribo para este día 25 en el que no lee nadie, en
el que el límite se acorta y la televisión nos seduce con nada y nada, acércate
más que tengo frío, frío de cama solitaria, frío de literatura al borde del
absurdo, como absurdo es tener a Quignard en la balda y no leerlo mientras ese
hombre grita desde un atril de viento, estamos sordos, este es un mundo muy difícil,
ah, oh, mierda, no es pesimismo, puede usted mirar hacia otro lado y decir que
no pasa nada, piense usted lo que quiera pero pasa, vaya si pasa, aunque ese
muro de cristal de telenovelas proteja a muchos del mundo real, y el ombligo,
también, hay un gigante melancólico, un grabado de Alberto Durero, una isla
donde enterraremos a los muertos, lástima tener que morir también nosotros,
soledad de la vejez, quién piensa en eso ahora que ya no hay conciencia de
clase, agrupémonos todos en la lucha final, ya me callo, pero hablo, detrás de
la mascarilla, claro. (RespirA. Tú).
Cae la noche, me he perdido en un laberinto de casas iguales, el mismo ladrido en cada jardín, idénticas columnas de humo por las chimeneas, árboles gemelos, una risa acá, silencio bajo las farolas.
Distancia. Cercanía. Seleccionar fotografías según mi gusto. Un día pondré la mía para que todos vean quién es el de fuera de la página. La plenitud del vacío. Vida paralela, uno escribe, otro se libera, al final se ha convertido en una necesidad. El valor incalculable de la rutina. Tristeza de comunicación parcial, sujeta al capricho, a la disposición, al ánimo, al estado de las líneas torcidas, o rectas, trazándose en un papel blanco con los dedos manchados en miedo, en sueños, en la sencilla necesidad de contar lo de dentro. No tengo ni idea de a quién le interesa. Ni por qué. Ni nada, excepto mi propia necesidad. Distancia.
Un lector automático conectado a esta página glup, leyendo sin cesar, sacando faltas, proponiendo ideas, poniendo el sello del copyright, navegando en la amenidad, obscenidad, diversidad, / ceremonia de lector analfabeto, añoranza de los tiempos Lauzier (¿alguien sabe qué hacía este buen hombre?), reprimenda para tiempos evanescentes, repliegue de esa máquina que lee, /en realidad no estoy aquí y esta es una proyección de una ilusión en cinemascope y a todo color, con textos en blanco y negro y movimiento acelerado, matinales del Olimpia y por hoy ya está bien.
Intentar cada día algo nuevo, original, diferente, que contraste, epatante, zass, manantiales de palabras bañando, acariciando el desnudo cuerpo de una virgen rubia mientras un dragón verde y negro observa detrás de los matorrales ¡maldito voyeur! Lo leerán los que lo leerán. Cada uno lo interpretará como le parezca. Responsabilidad de ser sujeto poético de uno, de dos, de tres, el resto que lean solos, con sus parejas, con sus tríos, a voluntad. Intentarlo.
Esa
mujer vive en un mirador insatisfecho, con macetas de geranios retorcidos, sin
selva, quiá, con un paisaje de Almería en la retina selectiva con sus off y on,
con limitadores de frecuencia, con una palabra en alemán debajo de un molar.
Ese hombre estuvo ciego, vivía en las sombras, se golpeaba continuamente con las estalactitas excéntricas, allí donde solo llegó un pastor extraviado.
Un
día encontró una puerta cerrada, la abrió y detrás estaban los helechos y las
golondrinas, el puente Rialto, la lectura del Paralipomenón, lo omitido.
Hasta aquí puedo escribir.
“Vale, hasta otro día.”
Las
mañanas taciturnas, las barcas rotas, el sol que juega con la niebla,
perforación de los días como grutas, serenidad desde la certidumbre, las olas luminosas
rompiendo en el acantilado del no saber, distancia, frontera, geografía de
sentimientos diferentes, coordenadas de un tiempo y un espacio nuevo...
“Deja, deja, otro día me cuentas, pesao.”
Esa mujer lleva erizos en la cabeza y un
gato debajo de la lengua.
Sabe
leer las rayas del alma. Sólo en la oscuridad deja desnudos sus pechos breves,
su vientre liso, las nalgas duras, las alas de su sexo.
Por caminos que no, que sí, era sexo, ahora lo sé, como un romero por el camino de Santiago, con la concha peregrina y la calabaza con agua del Jordán, durmiendo en albergues de monjes oscuros, en casas de gentes de bien, en pajares de conventos con hermanas de tocas alborotadas, en hospederías cuando hay reales, comiendo pan y tocino, rezando ángelus en horas intempestivas, con relojes de viento y sombra, con la devoción ermitaña en cada pelo de la barba, con el olor del cuerpo de ella en mis dedos que acarician el tronco de los manzanos, los bancos de piedra, la correa de las sandalias polvorientas, besando los gallos que vigilan las cruces de los caminos, vadeando ríos por donde el agua cubre el ombligo, recostado bajo los arcos de las plazas mayores, allí donde se mezclan los olores de las tahonas con la humedad de las baldosas de tabernas oscuras, con parroquianos cantando himnos a vírgenes remotas, lugareños de nariz roja y albarcas embarradas que juegan a los naipes, labradores atribulados por la sequía, en la puerta mujeres pintadas enseñando los senos sin vergüenza, gestos ordinarios, falsos pendientes de oro como reclamo, zafias palabras de calabazas e higos, de frutas prohibidas, de coitos a un real, ancianos encorvados que las miran, titiriteros con ceñidas camisas, gorros de colores y cascabeles, era sexo, lo sé, aunque la amaba, me gustaba su cuerpo delgado, sus nalgas duras bajo el camisón cuando atravesábamos la noche y llovía, no había estrellas y la música de nuestros muslos detenía este mundo que ahora termina en Compostela, / paisajes sucesivos, ora trigales ondulando, ora monotonía de la vid, ora campos verdes, pinares y choperas, hierbas secas para lechos de siesta bajo los robles, romeros italianos, alemanes, franceses chapurreando que ellos también van, que cumplirán sus votos, que este es su camino de redención, que se encuentran en las madrugadas de escarcha con conejos que huyen por los rastrojos, zorros en los gallineros de pueblos de adobe, con plegarias y gemidos saliendo de las espadañas de torres presentidas entre la niebla, el camino está lleno de misterios y un pastor blasfema entre el rebaño de ovejas atemorizadas por un mastín peludo, que pienso en beber de una bota con la lengua recogiendo cada gota, la misma lengua que recorría la espalda de ella, el hueco entre sus piernas torcidas, sus pezones pardos y jugosos, los lugares que eran míos y besaba con devoción y suspiros, la curva de sus caderas, regocijo de posturas que inventábamos, que se arrodillaba y las nubes formaban dragones, conejos gigantes y blancos, que entraba en su cuerpo como a un pozo de sombras y al fondo me esperaba su mirada adolescente, aquella mirada que perdimos en la plaza y que me hizo olvidar a otras mujeres de carnes tersas, gritos y temblores compartidos en fiebres de deseo, alboroto de sábanas, camas en la pleamar que parecíamos volatineros y por eso sigo este camino que a veces es un lodazal,/ rodadas de carros, burros salpicando con sus pezuñas, aullidos de lobos en las sierras, apoyado en un pilar, con la brisa que despeja los dolores ahora que el camino se bifurca y a un lado se adivina la catedral y al otro la puerta del infierno, patios atestados de míseros caminantes con los pies hinchados, pulmones que silban, llagas en las piernas polvorientas, toses, sabañones en las orejas, olor a sudor, una niña que mira al cielo y reza, hambre en esta villa al final del camino, llena de la paradoja de olores a caldo de berzas, morcilla y perejil, guisos en pucheros, frituras, parrillas con chuletas de cordero, ajo y vinagre, vino en barricas, me cubro la cabeza y a mi lado pasa una mujer preñada, un ciego guiado por un mozalbete desgreñado, un dentista con un mandil encarnado y unas tenazas en la mano, era sexo, tal vez, no se lo preguntaré a nadie, que ahora llegan orgullosos mendigos que miran a los comerciantes avaros, un carnero que escapa entre los puestos de baratijas, un toro que muge amarrado a un madero, una compañía de soldados con gorros rojos y banderolas, tambores y un capitán a caballo y en ese callejón fue, ahí me detuvieron, que no fui yo, ay dolor, que la amaba, que enloquecí quizás, que no gritó, que se quedó entre mis brazos, que no pude soportar que fuera de otro, quise parar la sangre con sus largas faldas, que huí llorando, que alguien me ha delatado, que después de tanto viaje no llegaré a la Puerta, que al fondo se ven las torres, que el santo ya no me perdonará, que no pude soportar su desamor, ella al principio de este camino ¿Qué será de mi?
…los domingos
suelen ser días de poco tránsito, que dejas aquí (o allí, o en él, o en ella, o
en ello) el alma y como si dejas una alpargata, yo qué sé. Pasan los visitantes
y miran para otro lado o no miran o no ven. ¿Te ocurre también a ti? Pretender
ser diferente es muy difícil excepto que seas verde, un suponer, o lleves la
cabeza bajo el brazo (1) que algunos no saben qué hacer para llamar la atención.
¡Atención! Y no viene. La complicación sí viene con el bajón. ¿Seré invisible? (te
preguntas). Te miras al espejo y no, esas ojeras son tuyas, y las orejas y el
sueño porque anoche, o porque anoche tampoco, o porque no has dormido pensando
en, o en nada, que la noche del viernes me desperté de madrugada y no pensaba,
que me preocupé, coñó ¿me habré quedado en blanco? Hacía esfuerzos para
concentrarme en algo y nada pasaba por mi cabeza (por dentro digo), un paisaje
nevado, algo lunar, el vacío, ¿tendré algún agujero en el córtex y se me han
ido por ahí las ideas? Esto he pensado que pensaba pero después, en ese momento
no pensaba, cero, ni una idea. Es grave, al menos la idea, es decir la única,
la de siempre, la obsesión, eso, pues no, como para no preocuparse. Pero,
tranquilidad, me desperté y pensaba, como siempre, no mucho, apenas tres o
cuatro cosas, lo de siempre, eso y dos o tres más, comer, dormir, lo elemental
y lo sublime, siempre guardo una esquina para lo sublime, el rincón de lo
sublime, la trascendencia y esas cosas, lo de después, muerto el burro la
cebada por el rabo. Por eso ahora, aunque sea domingo, qué importa. A ti, ¿te
pasa esto?, ¿qué te pasa a ti, corazón?, ¿te pasa? Un momento, voy a sumergirme
en la reflexión, me enrosco en mí mismo, me pongo la mascarilla y hasta que se me ponga la frente al rojo vivo. ¡Viva! Hasta luego…
Este post de hoy incluye un saludo y mi agradecimiento, delicado y humilde, también orgulloso, para todos/as aquellos/as que con paciencia, cariño, masoquismo, pasean por aquí a menudo. Muchas gracias.