Entre las sábanas que bordaba Cristina, escondido, abrazado a sus piernas, ajeno a los gritos de los vigilantes de fronteras del idioma, silencioso, con los dedos como parásitos y los brazos estirados.
Los amenazantes espectadores de mi actuación, con sus puños ignorantes, con narices de deshollinador y botas de goma, están ya prestos a la denuncia o a la risa (no sé qué me molesta más).
Bajo aquel mar de popelín e infancia, pensaba en que mañana, de nuevo, seguiré la farsa. Este es un aviso para despistados, toda sea para perduren las palmas de mis manos en el cemento. Que usted lo vea.
(Tú más.)
0 comments :
Publicar un comentario