jueves, 13 de septiembre de 2018

Página vegetal 4


Hoy me han llamado.  El cuerpo inmóvil bajo las blancas sábanas. Un tubo entra por su nariz y conduce una substancia parda. Los brazos asaetados por vías que le mantienen sedada, alimentada, con vida, aún. Duerme, su cara indica sufrimiento, es la de una anciana. El páncreas se ha roto, algo así he entendido a su hijo. ¿Qué sabíamos entonces de vísceras, del hígado, de los riñones, del estómago? Éramos habitantes de la epidermis. No puedo hablar, no me sale la voz. Los días han corrido, atropellándonos, fue fugaz el tiempo de alegría. Me miro al espejo, soy ese que no entiende nada, que teme, que embarduna el ayer en esta habitación de hospital mientras un demonio apaga el último rescoldo de la esperanza. 
Ha pasado una vida.   

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