martes, 11 de septiembre de 2018

Página vegetal 2



De vagar por sus piernas en el después, del somnoliento paseo desde los omóplatos a los tobillos, exploración lenta de su sexo en la penumbra, bostezos y ronroneos, palabras dulces como rosquillas de anís, ni siquiera sabíamos nuestros nombres, éramos un tú y yo, onomatopeyas, gruñidos, ay, anónimos amantes, egoísta intercambio de líquidos y caricias, se daba, le entregaba, nos exigíamos sin otro contrato que desearnos, ven, ahora, me gusta, así no, sí, otra vez. De ahí, digo, alumbró un sentimiento mutuo que fue creciendo, lento al principio para después apresurarse, arrebatarnos y brillar.
Entonces el corazón se entronó y fue un reinado de Amor.

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