viernes, 19 de enero de 2018

Aleluya.



I

Esta es una nave con  burbujas que se pliegan a la proa en la madrugada, que navega con el viento de cigüeñas, con el trino  de pájaros de Oceanía, con el duro silencio del mimo sureño, con un sol en el centro del pecho, ciudad sin límites, eso era Manhattan y la recorrimos de norte a sur hasta encontrar la frontera entre la siesta y la sinceridad de nuestros cuerpos desnudos.

El sacerdote no bendecía los viernes.

Los truenos talaban el tuétano de los huesos.

Un rayo nos descubrió la parte oculta del cielo, el otro lado de la eternidad.

Desde la ventana del hotel vimos una anciana con los dedos mojados en aceite y vino, pintaba señales en el muro donde descansaban los porteadores. Su mirada perfumó la indiferencia del portero con librea.

Junto al Hudson nos lamentamos antes de la partida.

Fuimos sombra y después llegó un nuevo día.

Aleluya.


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