Sobre la época nazi y la Segunda Guerra Mundial se han escrito tantos libros que cada nueva novela con sádicos comandantes de las SS y atroces combates en el frente oriental no sólo produce cierto hartazgo temático, sino también suscita la sospecha de que los autores se sirvan de los hechos históricos como reclamo publicitario o como pantalla de proyección para sus fantasías de violencia y destrucción. Demasiados precedentes avalan este temor al abuso (uno no muy lejano, especialmente abyecto, era Las benévolas, de Jonathan Littell).
Naturalmente, el tema del pasado bélico no está agotado, ni para la literatura alemana ni para la de cualquier otro país del mundo. Cada generación de escritores ha de encontrar sus propias formas de expresión para enfrentarse de nuevo a la memoria del gran cataclismo europeo y a las secuelas psicológicas sufridas hasta el día de hoy. Y precisamente a esto exhorta la primera frase de la novela última de Ralf Rothmann, autor de una decena de títulos ya casi clásicos que todavía están por descubrir en España: “El silencio, el rechazo absoluto a hablar, especialmente sobre los muertos, es un vacío que tarde o temprano la vida termina llenando por su cuenta con la verdad”. El programa de Morir en primavera se completa con una cita bíblica del libro de Ezequiel: “Los padres comieron las uvas agrias y a los hijos les dio dentera”. Y así es que la novela arranca con un hijo que en los años ochenta del siglo pasado intenta sacar a su padre moribundo del silencio toda una vida guardado sobre lo que le pasó en la guerra. Walter Urban, que muere apenas sexagenario con el cuerpo destrozado en la mina de carbón, no consigue hablarle a su hijo de su trauma bélico, pero le hace un vago encargo: “El escritor eres tú”.
Hasta qué punto Rothmann, que en sus relatos y novelas siempre ha retratado la Alemania obrera y pequeñoburguesa, especialmente la de los antiguos mineros de la cuenca del Rur, elabora en Morir en primavera su propia historia familiar no viene al caso. La honda emoción que impulsa la narración, la amorosa descripción de los personajes y el minuciosamente investigado fondo ambiental hacen suponer que su motivación al acometer la historia de Walter Urban ha sido muy personal. En todo caso, el resultado se sale por completo de la novela al uso sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, aunque parta de las conocidas circunstancias de la primavera de 1945, cuando se movilizan las últimas fuerzas para la agónica maquinaria bélica de Hitler: Walter, hijo de mineros de la cuenca del Rur que a sus 17 años ha encontrado trabajo en una granja, es reclutado a la fuerza, junto con su amigo Fiete, para un comando de las SS. Walter tiene suerte y “sólo” conduce convoyes de abastecimiento; Fiete en cambio es enviado al frente en Hungría, donde, tras ser herido gravemente, trata inútilmente de escapar. Es allí donde se produce el fatal reencuentro, pues a Fiete le condenan a muerte por intento de deserción y Walter es obligado a formar parte del pelotón de fusilamiento.
Rothmann muestra un dominio narrativo absoluto al situar este indisoluble conflicto en la mitad del relato, como punto culminante y sin retorno. Pues en la trayectoria vital de su adolescente protagonista, esta caída involuntaria en la culpa representa el pivote sobre el que gira el resto de su existencia. Tras una milagrosa supervivencia que pasa por el campo de internamiento americano y el reencuentro con su madre y hermana —un hogar imposible, infectado de desamor y violencia—, la vida de Walter desemboca en la vuelta a la cuenca del Rur, donde se instala como minero. Se ha sumido en un silencio que es incapaz de romper, ni ante los amigos ni ante la familia.
El motivo de la culpa del inocente, fundamental en toda la literatura bélica, y en Alemania nuevamente discutido a causa de las tardías confesiones de Günter Grass sobre su pertenencia a las SS, está magistralmente desarrollado. Rothmann posee además una capacidad de recrear ambientes —el de la granja lechera donde trabajan Walter y Fiete tanto como el de un campo tras un bombardeo— absolutamente prodigiosa. Con buen ritmo se alternan escenas absolutamente pacíficas con otras de absurda crueldad que el verismo lacónico del autor, a pesar de su understatement narrativo, su negativa al efecto llamativo, hacen difíciles de pasar. Con su realismo lírico el texto alcanza alturas insólitas. Cada palabra está en su sitio. La belleza de la prosa duele. Cuando el enamorado Walter pedalea por la noche invernal hacia el baile donde espera encontrar a su chica, pasa por este paisaje: “En los campos, los primeros brotes de la siembra de primavera brillaban como cristales bajo la luna”. Que a la vuelta, tras haber sido atrapado Walter por las SS, ha cambiado: “A ambos lados del camino, los tallos de la primera siembra, antes todavía rígidos y translúcidos bajo la luz de luna, se inclinaban en todas las direcciones, cubiertos por un velo de escarcha”.
El lector se siente remitido a las tempranas novelas de Heinrich Böll. De hecho, no sería exagerado llamar a Rothmann el único digno sucesor de Böll (pero más sobrio, sin sentimentalismos ni moralina católica). Sea como sea, Morir en primavera es la mejor novela en años sobre la guerra alemana, y un profundamente humano, hermoso relato antibélico de validez universal.
Morir en primavera. Ralf Rothmann. Traducción de Carles Andreu. Libros del Asteroide, 2016. 232 páginas. 19,95 euros
Series de culto, hay muchas, cada uno tiene sus preferencias.
Es importante decir que te gusta esta o aquella, a ser posible minoritaria, para que quede claro que eres una persona culta y de gustos exquisitos.
Pero, un momento, estamos en verano, algunos de vacaciones, calma, denle una opción, Candice Renoir, una serie francesa, original, va de una policía con cuatro hijos, con un crimen por capítulo, Montpellier parece una ciudad peligrosa.
Pues eso, que empecé a verla sin demasiadas expectativas y voy ya en la tercera temporada. ¿La recomiendo? Yo qué sé, es una serie digna, bien interpretada, con toques de humor a pesar de las muchas muertes, con protagonistas bien definidas, con buen ritmo. En resumen, no será la serie del año pero se ve con agrado.
Esta mañana, en Oslo, en la esquina de la calle Drammensveien, me cruzo con un pastor anglicano, me mira y dice “Certum est quia absurdum est”. ¿Qué? -digo, sorprendido-. No se detiene, cuando se ha alejado unos pasos se gira y dice “a los fornicarios de una parte y a los adúlteros de otra, Dios los juzgará”. Esa me la sé y contesto “Hebreos 13, versículo 4”. El pastor no se achanta, a unos doce metros grita “Yo es otro”. ¿Qué dice? -digo-. Sonriendo me fulmina con un, “Rimbaud, que no te enteras”. Esta ciudad se está volviendo peligrosa.
Estoy de vacaciones y quiero decir exactamente eso.
Podría escribir ahora sobre Marc Bloch, por ejemplo, o copiar una frase de Erich Auerbach "…nuestro tiempo prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser...", o decir como Henri Barbusse que “el día está lleno de noche”, pero no sería cierto, no, esta realidad de agosto me abraza, seductora, me lleva de día en día, aprendiendo, gozando, llenándome de alegría, descubriéndome.
Es decir que al regreso espero reinventar mi escritura, renovarme, cuando estén llenos los arcones de las experiencias de este mes insólito, rico, hermoso.
Pero ahora estoy de vacaciones y quiero decir exactamente eso.
Tom Sharpe me gusta, sus
novelas me divierten, son de las pocas que me hacen reír mientras leo, por
cierto las he leído casi todas. Son ágiles, divertidas, inteligentes, con personajes al límite, mucha imaginación
e ingenio para resolver situaciones desmadradas
que se complican a cada página.
“La gran pesquisa” no es de esas,
mi opinión es que no es de las mejores. No sé si en esa crítica al mundo
editorial se perdió pero los personajes no acaban de enganchar, la trama es
confusa o quizás es que esperaba más de lo que he leído. Me ha dejado frío.
Parker no se lo explica, algo está mal, no funciona,
en el reverso de la caja lo decía claro, instrucciones, puzle de piezas
negras, cinco mil, al terminar se
iluminará, lleva varios años
componiéndolo, duro trabajo, ha dedicado una habitación solo para eso, ahora
que está a punto de acabarlo advierte que faltan piezas, varias, que le han
engañado, que jamás tendrá luz, que no
puede reclamar porque la tienda donde lo compró cerró hace años, nadie responde
en el número de teléfono de su moleskine, el borde del ridículo está en esa
decepción, ¿a quién se le ocurre?, perder el tiempo en juegos de niños,
ingenuidad congénita, se enfada, da una patada a la mesa, vuela lo
ensamblado, se desbarata, desde la puerta alguien le mira meneando la cabeza,
quizás Parker deba cambiar la cerradura. O de aficiones.
No lo niego, en aquel tiempo solo pensaba en
follar. Vale, estaba Mary, pero siempre volvía del hospital
cansada, agotada, todos los días. ¿Qué?, estoy de acuerdo, no estuvo bien.
Empezamos como en un juego, entre vecinos. Ya, sé que eso es peor, traicionar
la confianza, lo pensé la primera vez pero fue un polvo tan de otro mundo que
lo olvidé pronto, el remordimiento. Aquello duró poco, cuatro meses, bueno,
seis, siete, no sé. Se ha enterado ahora, Mary. Lo sé, fui un cabrón. Déjame en
paz, ¿a ti que te importa todo esto?. Disculpa, estoy nervioso. ¿Puedo quedarme
en tu casa?, solo esta noche, una noche, te lo juro. Oye, oye… ha colgado, cagüen
todo.
Lo bueno de los gustos es que
cada uno tenemos los nuestros y así no hay discusiones (aunque dicen que “hay
gustos que merecen palos”). En música las opciones son tantas, tan diversas,
que es difícil no ponerse de acuerdo, siempre hay alguna canción, algún
cantante que nos hace coincidir.
Mis gustos en música son
amplios, comparto hoy estas canciones no habituales de radios y guateques que
espero gusten a alguien. Tienen letras que hay que escuchar con atención.
1.
Osiris
Rodríguez Castillos (Montevideo, 21 de julio de 1925 — 10 de octubre de 1996)
fue un poeta, escritor, investigador, compositor, cantante, instrumentista y
luthier de Uruguay. Está considerado como uno de los pilares del folclore de su
país. (https://es.wikipedia.org/wiki/Osiris_Rodr%C3%ADguez_Castillos)
Entre su abundante trabajo están
estas “Decimas De Jacinto Luna” que interpretó magníficamente Alfredo Zitarrosa
pero (mis disculpas a Uruguay) he escogido la versión de José Larralde.
Han pasado más de 50 años, The Beatles lanzaron otra obra maestra “Revolver”. A buenas horas voy a descubrir algo nuevo pero, mira, mira, este "Tomorrow Never Knows" final del disco, sigue siendo tan novedoso, moderno y original como entonces ¿o no?
“… la experimentación en estas canciones apareció eclipsada por Lennon en "Tomorrow Never Knows", una de las primeras canciones psicodélicas de su género en grabarse en aquella época. Este tema también fue pionero en técnicas innovadoras tales como la guitarra inversa, los efectos procesados, la grabación vocal y el serpenteado de cinta. Musicalmente, se basó casi exclusivamente en un solo acorde, y la letra fue inspirada por el libro de Timothy Leary The Psychedelic Experience: A Manual Based on the Tibetan Book of the Dead, aunque el título también pudo provenir de un juego de palabras de Ringo Starr…” (.https://es.wikipedia.org/wiki/Tomorrow_Never_Knows)
"Uno más, tal vez, en la emoción de esa especial canción por bulerías que se convertiría en himno, el ‘Adiós tristeza’, de Nicasio Moreno, que abría el disco Jerez-Xéres-Sherry (1998)"
Por último, por hoy, estas dos señoras que no solo cantan así sino que se divierten. Karina Gauvin, soprano Marie-Nicole Lemieux, contralto
Pues eso, que es julio y qué quieres que te diga, a mí de música casi todo pero esto es un blog y viene quién viene. Que me puedo extender pero total...En cualquier caso quedo a los pies de su señora o de su señor, es decir que pidan, pidan.
Esto...que lo iba a dejar y he encontrado esta maravilla. Disfruten.
En aquellos finales de los
setenta no todas las películas que se estrenaban en el cine Buenos Aires de
Bilbao, al lado de Telefónica, eran buenas, aquella sí, The Last Waltz. Salí
del cine fascinado, consciente de haber presenciado algo mágico, otra
dimensión, un hito, una revelación, un milagro. En cuanto pude me compré el
disco triple (edición limitada a 5.000 ejemplares, tengo el 4923). La música
que hacían The Band y sus amigos me ha
acompañado como banda sonora desde entonces.
Por la película y lo que he
leído después pensaba con ingenuidad que conocía algo de aquella despedida.
Error. El año pasado en la fortuna de Frías comprobé que no. Después, en diciembre, en la presentación de
“Imposible vivir así” supe que no sabía nada. Y ahora que he leído el libro sé
que soy una persona afortunada. ¡Qué delicia! Miguel López ha escrito una
biblia, un documento imprescindible, ameno, ágil, un regalo para los que amamos la
literatura y la música. He disfrutado con cada información, con cada anécdota,
con cada chascarrillo, con esos toques cultos de poetas (…no corras. Ve
despacio, que donde tienes que ir es a ti mismo…Juan Ramón Jiménez), me he
sorprendido, emocionado, he sentido pinchazos en la nuca, un nudo en la
garganta, ganas de bailar, de cantar, de reír, de saltar por estar viviendo esta
época de luces y sombras, pero con música.
Solo puedo añadir dos cosas:una, compren el libro, léanlo, les hará felices, seguro; dos, Miguel, eres un
fenómeno, has escrito una obra de arte, solo superable por lo grande que eres
como persona. Me emociono.
Estas cosas les suelen pasar a
otros. Esta vez no. Un fastidio. Con esto de los calores dejé una ventana
abierta, entró una avispa y se aposentó en el techo, cabeza abajo. Intenté
hablar con ella pero o no me entendía o se hizo la loca, no le presté más atención, ya se iría. Ingenuo
de mí, al día siguiente, miércoles, entró otra. Todo esto lo cuento porque los
periódicos dicen que son, no sé si asiáticas o asesinas, algo de eso,
peligrosas, para avisarles, a ustedes. Resumo, vinieron más, muchas, el nido creció hasta
ocupar medio salón. La verdad es que sin contar la reducción de espacio habitable
(por mi familia), las avispas no molestaban demasiado, iban a lo suyo,
entraban, salían, hacían zuuuum (esto era lo más fastidioso, el zumbido nocturno).
Me acostumbré a ellas. El viernes vino la Reina y todo cambió. En casa no
tenemos tradición monárquica pero le dimos una oportunidad. Al principio nos
costó adaptarnos al protocolo y eso pero la cuestión es que esta Reina se
comporta con elegancia, habla con fluidez de temas diversos, de que no tiene
Rey, de las horas extras de los zánganos, de que la Abeja Reina es plebeya, le
sugerí no tocar lo de la política y a cambio ella se comprometió a reducir los
zumbidos en la madrugada. Qué quieren que les diga, el nido ocupa media casa
pero hemos cogido cariño a esta Reina, qué maja. Aquí siguen, las avispas.
Bomberos de Bilbao retiraron 464 nidos o enjambres de abejas y avispas en 2016, y en lo que va de año llevan 56
La cuestión no es llegar a cota tres o cuatro, incluso
a cinco, la cuestión es que no hay cuestión. Esto se sabe cuándo después de
pelear contra tantos, en la lucha contigo mismo, pierdes. No es una rendición es una
constancia, no es una contradicción es una evidencia, no hay eco al aullido,
una cuestión de tonalidad, de vibración, de haber nacido en el campo y llevar
los ojos anegados de bruma.Es así, te conviertes en un adicto a la
melancolía, guardas los sueños y la nostalgia en una caja con arena y paraguas negros. Al subir la marea de los dolores a domicilio contemplas la
belleza desde la altura, ves las luces de la bahía y detrás, no tan lejos, la frontera
entre convertirte en obsesivo compulsivo o en neurótico obsesivo. No sé si se
pueden ser tantas cosas a la vez pero, en resumen: estás perdido, chaval.
Parker ahora tiene tiempo y mira alrededor para
no mirarse.
En la noche sobresaltada está tendido sobre recuerdos
en blanco y negro, hay fotografías colgadas de las ramas de un eucalipto, caras
que hablan, no puede escucharlas, a eso
de las cinco y veinte de la madrugada los perfiles se desdibujan.
Sus noches son dolientes, profundas, oscuras, desnudas, piensa en momentos que se
desgajan, le duele la piel, se avergüenza de la ira, del rencor, añora la
dulzura, cuando era dueño de su risa.
Su oficio es la melancolía, no se reconoce en la
piel marchita, en el clamor del espejo. Se ha apuntado a un cursillo de
renacimiento, es una asignatura que no domina, posiblemente suspenda.
Ahora que tiene tiempo Parker no sabe dónde
tirar la piedra.
Renacimiento
1.
Acción de renacer un ser vivo después de la muerte real o aparente.
2.
Recuperación de la fuerza, la energía o los ánimos de una persona o de la vigencia e importancia que una cosa había tenido en otro tiempo.
"'Hidden Figures' es bastante predecible y contiene pocas revelaciones, pero aun así, su astuta habilidad para remover el corazón con su empoderador mensaje es sorprendentemente convincente y alegre"
Rodrigo Perez: The Playlist
Estoy de acuerdo con todas las críticas.
Me ha gustado aunque me parece demasiado blanca, la realidad seguro que fue mucho peor.
Magnifico documento sobre una época y sobre la superación personal de mujeres que tenían todo en contra excepto su capacidad, su fe en ellas mismas, su tesón, su trabajo, su inteligencia, su voluntad, Admirable.
Olive Kitteridge es una miniserie de TV de 4
episodios (2014) basada en un premio Pulitzer de Elisabeth Strout.
Todos los actores están magistrales, pero la
protagonista, Frances McDormand, da una lección de interpretación.
Con una fotografía cuidada, este drama
intimista, inteligente, sin demasiado aspaviento, sensible, con toda la emoción,
habla de personas normales, de la gente
de alrededor, nosotros, del amor, de la familia, de la vejez, de la muerte, de la
Vida. Me ha cautivado.