lunes, 29 de diciembre de 2014

Funeral.




Sé que no leerías un poema en mi funeral. 
No ahora. 
Tampoco dentro de treinta años.

Entre las violetas fui herido...

Un poema que se burlara del cielo y del infierno. 
Esas cosas no son habituales. 
No en damas como tú.

La deshora...

Sería un escándalo para mis amigos. 
Si aún quedara alguno vivo. 
Y para tus hijos.

Caído del caballo de la dicha...

Por eso léemelo ahora. 
Con voz queda. 
Luego me iré, despacio.

Y ella, suave, recita a Borges:

“Para siempre cerraste una puerta y hay un espejo que te aguarda en vano...”


JL David Les funérailles de Patrocle




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