Jonathan Meese
Palabras bajo las cenizas
perdidas en el pasado.
Con Ella perdí la palabra, eso sí
que duele no lo otro, perder la sexual lengua del decir, de contar, de abrir
hasta la puerta del infierno, el mío, y los cielos, miedo, sueños, recuerdos de
infancia, mis tías, las calles del barrio, dos amigos, una novia a la que jamás
besé su ombligo.
Una palabra, mujer, zumbando en
los oídos, entrando y saliendo en el cerebro con alambres y caminos,
cuadriculado, con señales de stop, así nos luce, una blanca nube, luego negra,
después la lluvia, la tormenta, inundaciones, hasta aquí llegó la riada hace
unos meses, el barro sepultó el jardín de voces.
Y.
Giulio Cesare, Haendel y un
discurso roto aún me llena de llanto.
Es extraño, el barro lleno las bocas que entonaban las voces y aún se siguen escuchando... quizás las voces las tengamos en el interior.
ResponderEliminarBeauséant esta página huérfana tiene a veces el honor de recibir tu comentario. No sabes cómo te lo agradezco. Escribir es un ejercicio solitario y además si nadie lee lo que escribes pudiera parecer que es algo inútil pues, ya ves, no lo es. Qué cosas. Todo parte de uno, yo me releo a veces y me digo olé tus cojones, Pedro. Utilizar esa exclamación laudatoria de los testículos de uno es, en principio (solo en principio) algo grosera, fuera de lugar y poco educada, pero si tenemos en cuenta que me lo digo a mí mismo, en mi intimidad, cuando nadie me ve ni me oye ni nada pues ya tiene esa disculpa de la confianza, ese llevarse bien con lo que haces (escribir en este caso al que me refiero). No quiere decir esto que otras cosas no las haga bien, las hago pero no me echo flores, es más, mi proverbial modestia me impide a veces reconocer mis múltiples bondades limitando mis halagos a los escritos que comparto. Me dirás (anda, dímelo Beauséant) que qué te estoy contando, pues eso, esto, que ezkerrik asko (y ahora no hagas como Ayuso y te pires), muchas gracias.
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