No quiero ser un struldbrug, no, no envejecer sin la muerte sentada en el zaguán, no quiero ser inmortal sin la ondulante juventud que se equivoque los días impares.
– Tú verás, morirás.
–Cierto, pero no quiero ser un struldbrug.
–Tú te lo pierdes.
–Vale.
–Pues eso.
–Ya.
En la primera fila del concierto, bailando sin lobos, gritando a la noche y al frío, entre los otros, solo, un, deux, trois, nous irons au bois, un atisbo, por ahí empezaba el sendero y sin embargo entré al profundo bosque de lo que iba a ser ¿me perdí?, no hay vuelta atrás, a buenas horas, hay lo que hay y queda lo que quede,
–Joder, no quieres ser un struldbrug y te quejas, sigue nadando y calla.
–Je suis ennuyé,
Los struldbrugs son aquellos humanos que, naciendo aparentemente normales, son inmortales, pero aún sin morir, siguen envejeciendo. Eso cuenta Jonathan Swift en Los viajes de Gulliver Así se describe lo funesto de la inmortalidad sin la juventud eterna.
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