Termina
el año, como ahora, en tierras de la
vieja Hispania antes que llegue la noche, Décimo Junio Brutio ordena a sus
soldados encender hogueras sobre el acantilado para avisar de las puntiagudas
rocas a las naves que viajan sobre olas, entre ballenas.
Sobre el Promontorio Sacro mira al inmenso mar. El sol desaparece más allá de las aguas, incendia el horizonte, crepita el océano y el tribuno sabe que ahí finaliza el mundo. Erige un monumento de piedra que apunta al cielo. Ordena sacrificios a los dioses. Sin saberlo inaugura un camino, su final, Finisterre es el final del camino.
Para Teresa fue un principio, en aquel lugar, bajo el faro, quemó sus miedos, los aventó sobre la espuma del mar embravecido y volvió sobre sus pasos sin mirar atrás. Ahora camina tan rápido que apenas puedo seguirla.
Termina el año, tantas semanas, tantos meses y no he aprendido nada. Recuerdo que una vez salté sobre una hoguera y me quemé el culo. Por eso ya no salto, aguanto los días, busco, camino, intento, hago absurdos cálculos, me equivoco, insisto, enciendo luces, me ilusiono, me canso, he llorado, no aprendo, cándido, quiero controlar lo incontrolable, estoy vivo.
Siempre se van los mejores, dije que dicen, no, los mejores somos los que seguimos, los vivos, los únicos susceptibles de mejorar, de aprender a ser más felices, con capacidad de hacer felices a los otros, a los Otros, a nosotros.
Termina el año, apenas un tránsito, un día más, una celebración, cumpliremos los ritos, brindo con todos por un magnífico 2023, ojalá sea mejor que este, os deseo que consigáis lo importante, os abrazo, os animo a disfrutar cada día de este próximo año como si fuera el último, nos queda la esperanza. Os quiero.
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