lunes, 17 de octubre de 2022

Parker en el precipicio.

 




Algunas noche gallegas, Parker sale a buscar la Vía Láctea, el festival de estrellas en  cielos sin contaminación lumínica, mientras la vaca que incendió Alabama sigue corriendo entre los árboles oscuros, recuerdo de aquellos bosques con pájaros presentidos, ruidos, chasquidos, miedo, tantear el musgo, voltear la página y ya ve usted, aquí seguimos, el monólogo, dice Parker, circunspecto, enfurruñado porque no le hacen caso, regresión a su infancia de melindres y mimos por una legión de tías solteras, su primera desilusión, se casaban, tenían hijos y él dejaba de ser el preferido, el único, escondido bajo las sabanas que bordaban, los pantalones cortos que cosían para niños ricos, los jerséis de punto para señoras con collares, las botellas de vino de La Rioja para ancianos con posibles en posguerras interminables, rellenar albaranes de venta de motocicletas artesanas, modelos únicos. Pobre Parker, se le acumula la nostalgia y no encuentra el precipicio donde revolcarse a gusto.

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