martes, 9 de noviembre de 2021

De Pestaña a Dylan

 

Parker llegó a Dylan (Thomas) desde Pestaña (Ángel) un librillo de propaganda política que le dejó una niña/mujer a la que amó demasiado. Entre medio, en busca del tiempo literario perdido, pasaron en tropel otros muchos autores, alguna que otra novia y Cortázar (Julio). Olé. Pasó también lo de una roca no llora, una isla no sufre,  el desdén de un furriel, un listo ilustrado, medio qué (no le dio dos hostias por su galón amarillo), las pastillas para aletargar el dolor del corazón desprevenido, la ginebra en las rocas, la gloria colgada de una percha, Neruda le prestó frases “como las huellas de las gaviotas en las playas”, también “que me traigan mil bocas que las beso” que cantaba en oídos temblorosos y aprender era lo suyo, lo esparcía añadiendo una o a la odisea, que vergüenza, Holiday, ya, que lo dedujo Parker, entonces, que Dylan Thomas era un señor normal, gastador, bebedor, deudor, sablista, que escribía en galés y que su poesía era, como poco, rara. Eso. Fragmento.




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