martes, 30 de noviembre de 2021
No llores
lunes, 29 de noviembre de 2021
The Garden to the West of Wannsee.
Aún no amanece. Las calles están oscuras. No
lo comentes, esta ciudad está llena de mentira y suciedad. El resto, la luz, es
propaganda del gobierno. No hay pobres –nos dicen-, claro, no los hay, se
mueren de falta de vino, de ausencia de arco iris, de incendios en los restos
de rebajas en los grandes almacenes del viento.
Vamos
a Cádiz, mi niña, que aquí no hay playa, que aquí nos miran desde detrás de las
cortinas, que dicen que el año próximo se nos quemará hasta la boina de
prosperidad, aunque todavía están colgadas, polvorientas, las bombillas de las
últimas fiestas de agosto.
Quería ser torero, que toreo muy bien a la furgoneta del Paco cuando trae el pescado por las mañanas, al Isocarro del panadero, al perro gris de la señora Carmen. Quería ser boxeador, que hago la sombra como nadie, salto a la cuerda, busco el mentón con ahínco, lanzo ganchos de izquierda y derecha, doy golpes bajos como ninguno, me fajo en las esquinas con vocación de Legrá. Pero solo soy paseante y escribo en las paredes d´este blog, en muros desorientados.
El día nace por fin y miro y callo, colecciono música en una oreja –Radamisto, Haendel, ópera-, música en la otra – Dennis Wilson, el batería de los Beach Boys)- fotos para mi página, historias para contaros, hace demasiado frío, el cielo está negro, llueve y llueve, sin parar, añoro el cielo de Conil, único, espectacular, un atardecer casi me desmayo de tanta belleza, me bebo el martes, el viernes, quién coño me entiende, hoy escribo así, de lejos, intento sacar lo mejor de las horas, intento comprender qué diablos pasa, no, no entiendo (casi) nada, el mundo se está volviendo loco, poco a poco, no sé qué he intentado contar, stop, mi texto para hoy.
domingo, 28 de noviembre de 2021
Impoluta (4)
Se besan sin saber dónde empieza el cielo, dónde acaba
el infierno. Se besan de pie, con los ojos cerrados, con las manos cerradas. Se
besan y a lo lejos se escuchan las murallas centenarias, derrumbándose,
poblando el aire con un estruendo de argamasa y ciclones. Se tocan la piel y de
los poros les brotan pequeñísimos animales dulces que miman cada rincón de
brazos, caderas, muslos, un lento deambular de almíbar. Se tocan el alma y se
mecen en pétalos de flores nuevas, gigantescas corolas, pistilos con
embriagadores zumbidos de abejas. Se hacen uno y justamente entonces, a pesar
de los coros de querubines que cantan con los ojos cerrados, del ritmo de cien
palmeros presentidos al otro lado de la puerta, del calor de tres infiernos,
del murmullo de un arroyo del Paraíso Terrenal, del Vesubio y del Etna, de
Manhatan, ignoran que traquetean en el pescante de un tren sin regreso,
viajeros a ninguna parte, refugiados en el trayecto de la soledad, habitantes
de un mundo prohibido.
No
pueden culpar a las serpientes.
Hablan recostados a uno y a otro lado del muro de las lamentaciones.
sábado, 27 de noviembre de 2021
Impoluta (3)
Aquí están, los infractores, nadie les mira al pasar
pero mantienen la cabeza baja, caminan por el centro de la calle, esquivan los
jardines y los jazmines, el sonido de los semáforos y el run run del tráfico,
los ciegos recostados en las esquinas y los prejuicios como una roca negra y
lisa imposible de escalar. Caminan y el mundo es un paisaje nuevo con
personajes mezcla de pájaros y funcionarios con manguitos.
Abrir
las ventanas al caliente viento del desierto.
O ahogarse en un remolino del oasis descubierto apenas ayer.
viernes, 26 de noviembre de 2021
Impoluta (2)
Por eso, para traducir el olor del viento,
para que el recuerdo no se adelgace en los días sin sol de la primavera herida,
vida gastada en trabajos de Sísifo, una larga playa, vacía, entiendo cada grano
de arena, cada suspiro que sale de la pared de piedra que limita el mar, reino
del sí pero no, del no pero sí, lanzo mi pena a la tercera ola, zamarreo el
dolor y no es lo mismo, no cierro los ojos, no quiero dormir.
Permanecer
insomnes, atentos, en vigilia.
O dejar que muera la zarza florecida.
jueves, 25 de noviembre de 2021
Impoluta (1)
Tan lento que parecía inmóvil, tan rápido que ayer ya era mañana, fue un milagro, esas cosas que no pasan pero, ay, cuando pasan ya no hay remedio, cuando se cruza el río del amor uno se moja, se empapa, sale chorreando al otro lado, mira y no hay regreso, ha entrado a otra tierra, otro clima, otras voces, un acento que antes no se entendía.
O el silencio.
miércoles, 24 de noviembre de 2021
Calles oscuras
Calles
oscuras, barrios circulares, nadie me saluda, a nadie saludo// ambulancias
animando la avenida con luces
amarillas// la orquesta de borrachos silbando un vals, todos les oyen, nadie
les ve// ese que baila, Juan, tiene cuarenta años (joder, parece que tiene muchos más)// los picaditos dan vueltas y
vueltas, nos piden dinero con los ojos colgados en la nieve; // jefe, aparque aquí, que yo lo vigilo el
carro// pasa una señora enjoyada, enlutada, envuelta en visón, -me llamó mala, Carmen, ¿te imaginas? yo
mala, yo que solo le he hecho bien, yo-, pero llora, amargamente llora, la
señora// me contratan en Mercadona, a
media jornada, estoy muy contenta y se baja la falda, tan mínima, tan lejos
de las botas negras//en esa esquina hay un grupo que vende lo que no se vende,
hay un grupo que compra lo que no se compra// antes no había tantos extranjeros
(defíneme extranjeros), antes no había tanta gente rara (defíneme
rara), antes todo era mejor (defíneme mejor)// estoy perdiendo la
capacidad de ver lo que veía y no son mis ojos, estoy perdiendo la capacidad de
ver y viene otra ola gigante, la sexta, hasta
que llegue una tan poderosa que no quedemos ninguno // es inútil que te compres un
flotador con cabeza de pato, que ajustes calabazas al cinturón, esta ola nos
llevará hasta más allá de las vías del tren//alto, debo poner en orden lo que
escribo. Y lo que no// Hasta mañana. Tengan cuidado con el covid, con la
gripe, con todas las gripes, con la lluvia, con el frío, cuídense.
martes, 23 de noviembre de 2021
Lo que sé.
Cariño, con
una pluma de ganso negro quisiera escribirte algo que tenga sentido, una carta plena de encuentros y cumbres, de aciertos, de palabras que te encojan el
estómago, que te llenen de cantos de planetas perdidos, de grillos sonrientes aun en agujeros negros, de
rumores de amor, de peces saltando a estribor y, ya ves, solo encuentro estas incoherencias, esta huida, esta sarta de
frases como soplidos al viento, como carreras hacia dónde. Borro todo y
diré solo lo que sé: te quiero.
lunes, 22 de noviembre de 2021
Cartas que vuelan
Inventar
la historia, inventar al otro, reinventarnos, es decir lo nuevo, lo bello,
utilidad de lo inútil, ahí está la palabra, asediándonos, cercándonos, la magia
del deseo, desear el deseo, atrevimiento progresivo llenándonos de la música
erótica de nuestros cuerpos recién descubiertos, construidos desde la
imaginación, desde la necesidad, ser otros, nuevos en cada gesto singular del intercambio
de correspondencia, sin sellos ni sobres, sin otro cartero que gmail, cambiando
un alfeizar por otro, ventana a un mundo con huertas sembradas de osadía, de
espera, de ilusión, nerviosismo ante la tardanza en una respuesta, celos
irlandeses, repetir los errores de lo cotidiano, posesivo afán de capturar lo
inaprensible, reproches, ¿cómo puedes querer a una desconocida?, distanciamiento, agujero del adiós, peor, el silencio
instaurando su reino implacable, totalitario, sabor tan amargo de lo que fue
sin ser, otro hueco en el corazón, otro nombre perdido en la libreta de
direcciones. Manual del cortejo
en el diálogo de cartas aéreas.
domingo, 21 de noviembre de 2021
Diálogo (17)
Buenos días.
Hubo un día, aquel, en el que ya nada fue.
“Y eso, perdone la simplificación, ¿le ocurrió hace mucho?”
Entonces llegó el festín del amor.
No puedo entrar en esa penumbra sin riesgo a contaminarme de nuevo.
No, por hoy es suficiente.
Buenas noches.
“Pues vaya, me ha dejado usted con las ganas. Buenas noches.”
sábado, 20 de noviembre de 2021
CAPÍTULO 14
Veamos ¿qué tenemos?
Bien, estáis de suerte ya que estuve allí, lo vi todo, puedo contar cada detalle. Atentos, empiezo.
Plano desde arriba. La plaza Mayor casi vacía. Gritos de niños invisibles. Zureo de palomas. Las mesas perfectamente alineadas sobre las baldosas ajedrecísticas. Dos camareras aburridas, sin clientes. Un limpiabotas canturrea, ebrio de cazalla y soledad. El hombre del abrigo negro acerca más la maleta a su pierna, con la otra mano revuelve un café con leche que se enfría sobre la mesa gris. Cruza un ciclista montado sobre dos ruedas en su afán de perseguir su propia juventud. Una florista deja una estela de azucenas y desaparece por una esquina. Los gorriones alborotan las cornisas. Una anciana sacude una alfombra por la ventana, llora, a chorros. Un gato se aburre como un gato. Una mujer, sonámbula, con una gabardina roja, camina con lentitud y se dirige en línea recta hacia el hombre sentado. De los soportales ha salido un joven de pelo engominado y andares chulescos. Desde el ático miro todo esto, abrigado en mi sillón de jubilado, sin dinero ni ganas de pisar la calle, curioso por rutina, por falta de otra actividad mejor.
La cámara baja despacio y atrapa la actividad creciente en la plaza Mayor. Un hombre de facciones orientales toca el violín frente a un pañuelo blanco huérfano de euros. La mujer de la gabardina roja aprieta el paso y los labios, mira al hombre del abrigo negro, algo dice entre dientes. El gato arquea el lomo, se despereza y maúlla. Las dos camareras parlotean mientras pasan un trapo por las sillas. El limpiabotas se limpia la nariz. Una anciana riega sus tiestos de geranios y camelias. El hombre del abrigo negro ha visto a la mujer, se levanta, sonríe. Un perro viejo ladra y provoca una desbandada de palomas. La mujer de rojo tiende los brazos hacia el hombre de negro. El joven del pelo engominado lleva una navaja en la mano derecha. Lo veo, me incorporo y grito. Por un instante, el hombre, la mujer y el joven forman un triángulo detenido en el tiempo. La navaja describe un semicírculo de plata en el aire y se clava en el pecho del hombre del abrigo negro; los gorriones vuelan; el del pelo con gomina se lleva la maleta; las camareras chillan; la mujer de la gabardina roja se arrodilla y mira al cielo; llamo a la policía; justo en ese momento entra en la plaza una excursión de jubilados que sigue a un guía enarbolando un paraguas de colores; varias decenas de niños irrumpen con sus juegos, carreras, chillidos y ansiedades en el periodo de descanso del colegio en los bajos de la casa; un cartero colgado de su gran cartera sigue su camino sin mirar la escena; se acercan las sirenas de los coches de policía; cierro la puerta del balcón y enciendo la televisión; esta ciudad cada día es más peligrosa.
viernes, 19 de noviembre de 2021
Gabriel Celaya / Blas de Otero.
Blas de Otero nació
aquí al lado, Gabriel Celaya también
nació aquí al lado, el mundo es tan pequeño que todos nacemos aquí al lado
(aunque luego cada uno nos vamos hacia un costado, hacia otro, nos vamos).
En un tiempo me leí a Celaya de cabo a rabo, me gustaba su poesía clara, -social decían-, su fuerza, le entendía, era humano. También me leí a Blas (aunque para mi gusto hablaba demasiado de Dios). En aquel tiempo no hice la Revolución, estaba demasiado ocupado, buscándome. Sé que ya nunca voy a encontrarme, creo que ahora tampoco la haré. Lo dejo entre tantas cosas como tengo pendientes (si mi madre me escuchara llamar “cosa” a la Revolución ...)
Ahora leo a Celaya y, ay, con poemas tan rotundos no sé qué demonios ando leyendo en muros y blogs (con todos mis respetos). Mis excusas, que cada uno lea y haga lo que le venga en gana. Pero debemos saber que el invierno está preparándose, casi nos muerde los tobillos con hielo en las madrugadas Por cierto, con frío y todo ¿qué hago escribiendo? Salgo, la vida está ahí fuera, que ustedes la/o disfruten.
y porque el mundo existe, y yo también existo,
porque tú y yo y el mundo nos estamos muriendo,
gastando nuestras vueltas como quien no hace nada,
quiero hablarte y hablarme, dejar hablar al mundo
de este dolor que insiste en todo lo que existe.
Vamos a ver, amigo, si esto puede aguantarse:
El semillero hirviente de un corazón podrido,
los mordiscos chiquitos de las larvas hambrientas,
los días cualesquiera que nos comen por dentro,
la carga de miseria, la experiencia —un residuo—,
las penas amasadas con lento polvo y llanto.
Nos estamos muriendo por los cuatro costados,
y también por el quinto de un Dios que no entendemos.
Los metales furiosos, los mohos del cansancio,
los ácidos borrachos de amarguras antiguas,
las corrupciones vivas, las penas materiales...
todo esto —tú sabes—, todo esto y lo otro.
Tú sabes. No perdonas. Estás ardiendo vivo.
La llama que nos duele quería ser un ala.
Tú sabes y tu verso pone el grito en el cielo.
Tú, tan serio, tan hombre, tan de Dios aun si pecas,
sabes también por dentro de una angustia rampante,
de poemas prosaicos, de un amor sublevado.
Nuestra pena es tan vieja que quizá no sea humana:
ese mugido triste del mar abandonado,
ese temblor insomne de un follaje indistinto,
las montañas convulsas, el éter luminoso,
un ave que se ha vuelto invisible en el viento,
viven, dicen y sufren en nuestra propia carne.
Con los cuatro elementos de la sangre, los huesos,
el alma transparente y el yo opaco en su centro,
soy el agua sin forma que cambiando se irisa,
la inercia de la tierra sin memoria que pesa,
el aire estupefacto que en sí mismo se pierde,
el corazón que insiste tartamudo afirmando.
Soy creciente. Me muero. Soy materia. Palpito.
Soy un dolor antiguo como el mundo que aún dura.
He asumido en mi cuerpo la pasión, el misterio,
la esperanza, el pecado, el recuerdo, el cansancio,
Soy la instancia que elevan hacia un Dios excelente
la materia y el fuego, los latidos arcaicos.
Debo salvarlo todo si he de salvarme entero.
Soy coral, soy muchacha, soy sombra y aire nuevo,
soy el tordo en la zarza, soy la luz en el trino,
soy fuego sin sustancia, soy espacio en el canto,
soy estrella, soy tigre, soy niño y soy diamante
que proclaman y exigen que me haga Dios con ellos.
¡Si fuera yo quien sufre! ¡Si fuera Blas de Otero!
¡Si sólo fuera un hombre pequeñito que muere
sabiendo lo que sabe, pesando lo que pesa!
Mas es el mundo entero quien se exalta en nosotros
y es una vieja historia lo que aquí desemboca.
Ser hombre no es ser hombre. Ser hombre es otra cosa.
Invoco a los amantes, los mártires, los locos
que salen de sí mismos buscándose más altos.
Invoco a los valientes, los héroes, los obreros,
los hombres trabajados que duramente aguantan
y día a día ganan su pan, mas piden vino.
Invoco a los dolidos. Invoco a los ardientes.
Invoco a los que asaltan, hiriéndose, gloriosos,
la justicia exclusiva y el orden calculado,
las rutinas mortales, el bienestar virtuoso,
la condición finita del hombre que en sí acaba,
la consecuencia estricta, los daños absolutos.
Invoco a los que sufren rompiéndose y amando.
Tú también, Blas de Otero, chocas con las fronteras,
con la crueldad del tiempo, con límites absurdos,
con tu ciudad, tus días y un caer gota a gota,
con ese mal tremendo que no te explica nadie.
Irónicos zumbidos de aviones que pasan
y muertos boca arriba que no, no perdonamos.
A veces me parece que no comprendo nada,
ni este asfalto que piso, ni ese anuncio que miro.
Lo real me resulta increíble y remoto.
Hablo aquí y estoy lejos. Soy yo, pero soy otro.
Sonámbulo transcurro sin memoria ni afecto,
desprendido y sin peso, por lúcido ya loco.
Detrás de cada cosa hay otra cosa que es la misma,
idéntica y distinta, real y a un tiempo extraña.
Detrás de cada hombre un espejo repite
los gestos consabidos, mas lejos ya, muy lejos.
Detrás de Blas de Otero, Blas de Otero me mira,
quizá me da la vuelta y viene por mi espalda.
Hace aún pocos días caminábamos juntos
en el frío, en el miedo, en la noche de enero
rasa con sus estrellas declaradas lucientes,
y era raro sentirnos diferentes, andando.
Si tu codo rozaba por azar mi costado,
un temblor me decía: «Ese es otro, un misterio.»
Hablábamos distantes, inútiles, correctos,
distantes y vacíos porque Dios se ocultaba,
distintos en un tiempo y un lugar personales,
en las pisadas huecas, en un mirar furtivo,
en esto con que afirmo: «Yo, tú, él, hoy, mañana»,
en esto que separa y es dolor sin remedio.
Tuvimos aún que andar, cruzar calles vacías,
desfilar ante casas quizá nunca habitadas,
saber que una escalera por sí misma no acaba,
traspasar una puerta -lo que es siempre asombroso-,
saludar a otro amigo también raro y humano,
esperar que dijeras -era un milagro-: Dios al fin escuchaba.
Todo el dolor del mundo le atraía a nosotros.
Las iras eran santas; el amor, atrevido;
los árboles, los rayos, la materia, las olas,
salían en el hombre de un penar sin conciencia,
de un seguir por milenios, sin historia, perdidos.
Como quien dice «sí», dije Dios sin pensarlo.
Y vi que era posible vivir, seguir cantando.
Y vi que el mismo abismo de miseria medía
como una boca hambrienta, qué grande es la esperanza.
Con los cuatro elementos, más y menos que hombre,
sentí que era posible salvar el mundo entero,
salvarme en él, salvarlo, ser divino hasta en cuerpo.
Por eso, amigo mío, te recuerdo, llorando;
te recuerdo, riendo; te recuerdo, borracho;
pensando que soy bueno, mordiéndome las uñas,
con este yo enconado que no quiero que exista,
con eso que en ti canta, con eso en que me extingo
y digo derramado: amigo Blas de Otero.
jueves, 18 de noviembre de 2021
Perdón
Junto a la puerta del Perdón está el albergue, un laberinto de piedra y madera. Estoy en un habitáculo, junto a catorce inquietos desconocidos, tumbado en un mínimo catre. Detrás de las delgadas paredes llegan voces en italiano, inglés, francés, alemán y otras lenguas que no distingo. Tengo calor, frío, cansancio, hambre, sueño, me duelen las piernas, no puedo dormir. Encogido en el saco en posición fetal me pregunto qué hago aquí. Añoro el Hilton de Berlín y el calor del vientre de quién yo sé.
miércoles, 17 de noviembre de 2021
Que no te quiten la corona
La puerta de la librería de la plaza Mina en Cádiz da entrada
a un mundo que se resiste a desaparecer.
En su escaparate vi hace poco este “Que no te quiten la corona”. Fue un enamoramiento
súbito. En la faja alrededor del libro
decía que tenía no sé qué premio, era igual, ya estaba cautivado. Al volver a
Bilbao lo busqué sin éxito por varias librerías. Recurrí a la biblioteca
municipal, allí estaba, aun no lo había leído nadie. Comencé a leerlo con la
ilusión del enamorado. El primer capítulo, el segundo reafirmaron mis
expectativas, este Yannick Haenel escribe bien, es culto, tiene una muy
aceptable prosa poética. En los siguientes me empecé a desilusionar, Yannick se
iba por los cerros de Úbeda, muy culto pero muy errático. Hacia la mitad ya
estaba harto, las desventuras del protagonista que deberían ser pretendidamente
graciosas o emocionantes o no sé qué, son un coñazo que solo le interesan a él.
Lo he terminado por pura disciplina y porque, ya digo, escribe bien, es culto y
tiene una aceptable prosa poética (a veces) pero lo que cuenta no atrapa, no
seduce, no te importa nada, qué pesado, que le den (al protagonista). En
definitiva, una desilusión.
martes, 16 de noviembre de 2021
Breda
Haz
conmigo lo que quieras. Que es una frase que encierra toda una
rendición de Breda, una entrega infinita, un tú empieza y ya veremos dónde
terminamos. Que viniendo de la pasividad absoluta es como una bandera verde dando
la salida del maratón a un tropel de corredores lujuriosos, impacientes, un salto sin
paracaídas desde un avión a mil pies de altura, un quemar las carabelas porque el regreso ya no está asegurado. Haz conmigo lo que quieras. Con los
brazos en cruz sobre las sábanas, una redención, un sacrificio, los ojos
abiertos, una presa rota y el agua inundando el valle, una res entrando a un
matadero gozoso, o no, el riesgo, la confianza en el otro, otra, soy tuyo, soy
tuya, fusilar a los desertores, dinamitar los puentes, tapiar las puertas y
ventanas, dejar el cuchillo sobre la mesa. Haz
conmigo lo que quieras. Esa frase inaugura una fiesta o un funeral, un
derroche mutuo de goce y roce, un despeñarse por la decepción o un madre mía, ¿esto era? Y ya todo es
acostumbrarse, un ¿a qué estaba yo esperando?
Hace tiempo que no me lo dicen pero, perdona la curiosidad, ¿a ti te lo han
dicho o has dicho esta frase alguna vez?
lunes, 15 de noviembre de 2021
Furia
He leído “Furia” de Clyo
Mendoza
¿Te ha gustado?
Sí señor, o señora, es
original, duro, a veces poco comprensible, poético, caótico, reúne historias
que vienen de la tradición oral, que hay contar para que no se pierdan. Me ha
gustado. Tiene una portada horrorosa.
¿Hay que leerlo?
A mí que me pregunta. Lo he
leído porque Clyo es bella, de Oaxaca, porque me llegaron buenas críticas, porque
me lo creo todo, porque me da la gana. Simplemente digo que he leído
este libro. A partir de ahí usted decide. Es duro, aviso.
Lo decía Joan Didion: “En muchos sentidos, escribir es el acto de
decir yo, de imponerse a otras personas, de decir, escúchame, míralo a mi
manera, cambia de opinión. Es un acto agresivo, incluso hostil. Puede disfrazar
sus calificativos y subjuntivos tentativos, con puntos suspensivos y evasivas,
con toda la forma de intimidar en lugar de reclamar, de aludir en lugar de
afirmar, pero no hay forma de evitar el hecho de que poner palabras en el papel
es la táctica de un matón secreto, un invasión, imposición de la sensibilidad del
escritor en el espacio más privado del lector ”.
Es posible que Clyo Mendoza haya leído a Joan Didion, o no, es posible que nadie lea esto nunca con lo que mi papel de matón secreto se quede en nada, es posible que leer sea un placer destinado ya a unos pocos nostálgicos, todo es posible menos esta necesidad insaciable de saber, de aprovechar el poco tiempo que va quedando, de mantener este quid pro quo en el que todos aprendemos.
Vale, si lees “Furia” hablamos.
domingo, 14 de noviembre de 2021
Menos de un minuto.
La vida sigue.
Tengo las pruebas.
Te lo puedo demostrar en menos de un minuto.
El cronómetro está en marcha.
Los vigilantes de Cupido duermen, indiferentes al ladrido de los perros y al vuelo de las urracas.
Un hombre asa arenques junto a la tapia del cementerio.
A orillas del Guadalquivir, dos hermanas se debaten entre la curiosidad y la pena.
Aquel observador, fascinado, se refugió en la viña.
Mil carcajadas se clavan en el adolescente con acné y sueños rotos; o a él se lo parece.
Un fondo inhóspito de pararrayos y cúpulas ennegrecidas por la suciedad.
El perro zamarrea entre los dientes un guante blanco, sucio y roto.
Un cuadro con Aníbal cruzando los Alpes a lomos de un elefante; Aníbal no era zurdo.
Juan, vestido con ropas de mujer, mirándose al espejo.
Un beso.
La mujer sentada en lo alto de una torre tiende su capa a merced del viento.
Un verdugo rezando el santo rosario. Ora pro nobis.
Los ojos de la indiferencia, las trampas del juego, el azar del amor.
Una escala trepando hacia el cielo.
Un loco pesca debajo de una red.
El dulce aroma de las flores del engaño. Por favor, envíeme dos ramos a esta dirección.
Una tertulia alrededor de la mesa del mundo; se ha derramado el vino.
Los pájaros ladrones picotean en el maizal.
Una niña vestida de inocencia.
Un bombero apagando el fuego de su soledad.
Ese gato se está comiendo los arenques de antes. ¿Recordáis?
55 segundos.
Espera, espera, no vale porque se me ha parado antes de tiempo. ¿Estará estropeado?
Empezamos otra vez.
La vida sigue.
Tengo las pruebas.
¿O no?
sábado, 13 de noviembre de 2021
Sobre escribir
Jamás iremos juntos a París
Eva Gabriela, jamás iremos juntos a París, ya no, pasó nuestro tiempo. No pasearemos tomados de la mano frente al número 5 de la rue de Lille, no me explicarás, paciente, que la vida no es trágica, sino cómica.
viernes, 12 de noviembre de 2021
Ne Yoo (2)
Es
igual dónde esté, la cuestión es otra.
Ne Yoo espanta a los murciélagos, pule las aristas de la piedra negra, lleva entre los dedos un reloj que no mide el tiempo.
Me
gusta su pelo rojo y su mirada de luces.
Es una buena lectora, sí.
Pero –qué cosas- ahora
que lo sé, no me apetece escribir.
Qué
complicado.
jueves, 11 de noviembre de 2021
Lefee
Lefee,
sentado, apoya su mejilla en la palma de la mano, a sus pies una lira rota.
Ne Yoo es una crítica implacable.
Lee
y anota en el aire los errores, los por qué, los acentos, sopla y ya no hay
nada, tacha, corrige y ni siquiera dice ah sobre mi trabajado //57-a//.
No tiene tiempo para otra
cosa que no sea su vocación de oxígeno.
Pero recuerdo sus
suspiros bajo el manzano.
De esto, de todo, hace
mucho tiempo.
miércoles, 10 de noviembre de 2021
Ne Yoo (1)
Unas
mujeres vestidas de negro barren el suelo de piedra con grandes escobas de
palma.
Ne
Yoo es una buena lectora.
Sé que me ha leído.
Desde aquel entonces casi cada
día.
Los dedos de sus ojos
entrando en las palabras, separando los nervios, los músculos, rozando el
hueso, entrando en el corazón de lo que digo, de cómo lo digo, acariciando la
masa gris de mi cerebro.
Desde lejos.
Antes esto me excitaba.
martes, 9 de noviembre de 2021
De Pestaña a Dylan
Parker llegó a Dylan (Thomas)
desde Pestaña (Ángel) un librillo de propaganda política que le dejó una
niña/mujer a la que amó demasiado. Entre medio, en busca del tiempo literario
perdido, pasaron en tropel otros muchos autores, alguna que otra novia y
Cortázar (Julio). Olé. Pasó también lo de una roca no llora, una isla no
sufre, el desdén de un furriel, un listo
ilustrado, medio qué (no le dio dos hostias por su galón amarillo), las
pastillas para aletargar el dolor del corazón desprevenido, la ginebra en las
rocas, la gloria colgada de una percha, Neruda le prestó frases “como las
huellas de las gaviotas en las playas”, también “que me traigan mil bocas que
las beso” que cantaba en oídos temblorosos y aprender era lo suyo, lo esparcía
añadiendo una o a la odisea, que vergüenza, Holiday, ya, que lo dedujo Parker,
entonces, que Dylan Thomas era un señor normal, gastador, bebedor, deudor,
sablista, que escribía en galés y que su poesía era, como poco, rara. Eso.
Fragmento.
lunes, 8 de noviembre de 2021
Lola
Yo
debí serrano cortarme las venas
Cuando
ante los ayes de una copla mía
Pusiste
en vilo mis carnes morenas
Con
una palabra que no conocía.
No tengo capacidad (hoy al
menos) para intentar convencer a nadie de que “Lola” (Movistar) es un magnífica
serie que profundiza de forma amena, ágil, documentada, en la figura de Lola Flores
como artista, como personaje y como persona. Quizás haya que haber vivido aquellos
años para que te interese y se da la circunstancia que de aquellos años cada
vez quedamos menos (al menos con memoria). A un servidor de ustedes (tampoco se
pasen) no solo le está gustando sino que le está pareciendo muy interesante sobre
todo por la persona y por el paisanaje de su alrededor.
Lleva
anillo de casao, me vinieron a decir,
Pero
ya lo había besao, y era tarde para mí.
Que
publiquen mi pecao, y el pesar que me devora.
Y
que to's me den de lao,
Al
saber del querer desgraciao
Que
embrujó a la Zarzamora.
La cuestión es que se asoció a
la artista y a la persona con el régimen. En las provincias traidoras no te
podía gustar bajo pena de excomunión. Y no te gustaba. Cuando solo había radio
y todos pensaban lo mismo por fuerza mayor (cárcel y antes paredón) se
escuchaba a todas horas, en tiempos de la única cadena de televisión se veía a
menudo. Pero no podías decir que te gustaba, no estaba bien visto, aquí. Todos
tenemos un aquí.
Así
empezó mi ceguera.
Que
no bebiese en tu pozo
Que
no jurase en la reja
Que
no mirase contigo
La
luna de primavera.
Ya
pueden clavar puñales
Ya
pueden cruzar tijeras
Ya
pueden cubrir con sal
Los
ladrillos de tu puerta.
Ayer,
hoy, mañana y siempre
Eternamente
a tu vera
El tiempo pasa y la mayoría del
personal abajo firmante no sabrá de quién hablo, ni de la importancia mediática
que tuvo cuando eso de “mediática” no existía. No importa, pasen y vean, una serie muy interesante.