sábado, 20 de junio de 2020

Magritte



Al desnudarnos, mis ojos la vistieron de belleza, para siempre.
Y desde ese siempre, Parker miraba desde arriba, por encima de las nubes, como si estuviera en un avión que asciende, o que desciende, como se mira un plano con una lupa.

Se había convertido en el hombre liberado de sus símbolos por Magritte. Parker estaba dentro y fuera del tiempo de las cebollas, observándolo desde detrás del grueso cristal de la galería de los susurros, empapado en la tormenta que no amaina después que ella le negase los labios, de que un dedo implacable pulsara el interruptor de las emociones, off, ya no, se terminó, señoras y señores no dejen nada en los asientos que vamos a cerrar.

Cierto, la puerta se cerró, con suavidad, sin contraste con el silencio que siguió, ausencia, un paisaje blanco, o negro, el vacío, nada.
Eso.

Nada es seguro excepto el cambio.

 Desde entonces Parker no puede conseguir Satisfaction, ahí está, lleno de anzuelos.

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