Al desnudarnos, mis ojos la vistieron de
belleza, para siempre.
Y
desde ese siempre, Parker miraba desde arriba, por encima de las nubes, como si
estuviera en un avión que asciende, o que desciende, como se mira un plano con
una lupa.
Se
había convertido en el hombre liberado de sus símbolos por Magritte. Parker
estaba dentro y fuera del tiempo de las cebollas, observándolo desde detrás del
grueso cristal de la galería de los susurros, empapado en la tormenta que no
amaina después que ella le negase los labios, de que un dedo implacable pulsara
el interruptor de las emociones, off, ya no, se terminó, señoras y señores no
dejen nada en los asientos que vamos a cerrar.
Cierto, la puerta se cerró, con suavidad, sin contraste con el silencio que siguió, ausencia, un paisaje blanco, o negro, el vacío, nada.
Eso.
Nada es seguro excepto el cambio.
Desde entonces Parker no puede conseguir Satisfaction,
ahí está, lleno de
anzuelos.
0 comments :
Publicar un comentario