En el prólogo de un día feliz cualquiera, cuando
salgo a caminar, el cielo está herido de estorninos y reflejos de sangre, amanece,
la música me lleva a buen ritmo, no pienso, solo camino al lado de la ría
melancólica en su pleamar o bajamar y cormoranes que se sumergen buscando
anguilas ciegas o peces despistados, gaviotas que se escapan cuando paso y gorriones disputando el pan a las palomas que
todo lo ensucian//eso es, cada día// tengo el amor entre los dientes, un rumor,
tengo un insecto en los pulmones como otros tienen un rencor, un ideal, una promesa,
yo tengo una libélula, un paleóptero caprichoso escondido entre los alvéolos y el miedo al rayo de lo
inoportuno, un contraste entre los árboles petrificados en mi corazón y la
desilusión del óxido de la eternidad, algo parecido a esas conversaciones en
las noches con paraguas abiertos a las estrellas fugaces, recolectores de
miradas y la verdad es difícil de creer que todo esto sea cierto// no lo es,
algunos días// anoche hablé de tú a tú con un hombre que llevaba una patria en
los ojos, una semilla de su verdad, me adulaba en una especie de ir y venir,
que si esto, que si lo otro, al final resultó que era como yo, pensaba como yo,
tuve que discutir, enfrentarme, eso no me lo dice usted en la calle, y me lo
dijo, el vínculo, los cerezos, el motivo de llevar aquel jersey verde, los
ruidos del alma en una habitación cerrada, no llegamos a las manos detrás del
espejo// puede ser, o no// gramática y diccionario para llenar el hueco del viernes
sin ningún otro sentido que la rutina, la promesa que me hice de estar aquí
cada día, que paciencia, señor, mi libélula hiere las benignas fibras del
cerebro, los pilares del puente hacia el optimismo con hambre y no sé qué más
puedo decirte, Gigliola, tú sabes ya muchas más cosas que yo.
viernes, 12 de junio de 2020
Libélulas
Vivienne Flesher
0 comments :
Publicar un comentario