sábado, 6 de junio de 2020

De ventrílocuos.




Uno no puede ser escritor si no se ha comido un ventrílocuo.
No importa cuándo.
Ni lo grueso o delgado que estaba.
Importa, sí, comerse también al muñeco.

Porque, ya te digo, lo tengo comprobado, uno no puede dedicarse a esto de escribir si no se ha comido varios muñecos, pequeños señores plastificados que digan lo que tú no dices  a los de alrededor, personajes de cartón para manipular, mecanismo elemental y consensuado, salir al escenario y hacer reír, o llorar, pasen y vean, el oso amoroso, la mujer barbuda, el león rapado, los payasos sin atrasos, este es el circo literario para espectadores sin complejo de lectores. Por cierto, nena, eso que está bajo la almohada ¿es una vaca?

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