domingo, 19 de enero de 2020

Cerca de la carretera.



Pronto amanecerá. Las cunetas están llenas de flores rojas y blancas, su aroma entristece. Ella tenía los ojos grises y vencidos. Los perros ladran al pasar frente a las casas con rejas y cristales rotos en los muros encalados. La noche avariciosa se refugia en las ruinas de iglesias saqueadas, entre columnas y claustros rotos y aire. No llegan sus mensajes. Hay tractores madrugadores navegando entre las hierbas altas. Tejados de zinc y cerraduras oxidadas. Una ermita brilla en la colina, una joya amarga entre la indiferencia de los caminantes. El amor no dura y ahora lo sabe. Cipreses alrededor de los nichos. Dos policías agrisados sentados en la frontera entre provincias. Los vencejos duermen bajo la cornisa mientras comienza el vuelo nupcial de gorriones y palomas. A lo lejos, en la autovía, suenan vehículos como vínculo a lo que antes era. La pasión tornó en amarga y sin ceremonia.  Aún quedan etapas, lleva las emociones atadas con alambres. Camina. Está en las afueras de sí mismo. Carretera adelante.


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Bilbao, Euskadi
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