lunes, 29 de abril de 2019

Eso mismo.



Veo venir por la alameda tiburones  que conducen automóviles verdes, espero a una niña sentado al pie del árbol de la paciencia, hay caballos en la bruma y mi corazón es (era) un campo sin sembrar ajeno a la lluvia y a los ojos de los gatos, el sol ha envejecido y rebusco entre los montes y los prados verdes de abril  el espíritu de aquello, lo que era, lo que fuera y ya no, hay nubes errantes, sacudo el mantel sobre el precipicio de no verme. Eso.

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Bilbao, Euskadi
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