He atravesado muchas aguas desalmadas sin
ver el fondo.
Ni cuando
la sequía pude ver las ruinas del pueblo sumergido –sí, lo informó la prensa,
tuvieron que evacuarlo, en los setenta-.
Nunca
creí a los sumos sacerdotes que predicaban recompensas eternas.
Solo
he visto imágenes de hombres sedientos, serenos en su visibilidad, tendidos al
sol que se desperezaba sobre una tierra a punto de desaparecer, repitiendo la
letanía: carpe diem.
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