Reina
en este país del No, recibe ahora estos susurros que circulan entre los
cráteres de la luna herida. Abracémonos, construiremos entre los dos un mundo
de gemidos y ternura donde no lleguen olas negras ni meteoros, donde ni siquiera el
canto de los gallos portugueses disturbará nuestro ensueño lejos de diablos
travestidos y gatos de porcelana. Comprueba mi pulso enérgico, saltemos de la
mano al agujero no explorado de querernos, al abismo de besarnos sin medida.
Amémonos con la avaricia del deshabitado, con la ternura del déspota, con la
pasión de una recolectora de fresas, con la inexperiencia del preso de sí
mismo, con el hambre del ciudadano que pide justicia a la puerta de un
ministerio, con la trémula ansiedad de la primera vez (la verdad, ni me acuerdo,
tú sígueme la corriente).
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