Se lo conté.
…
No nos había hecho nada pero era gordo y nosotros éramos cuatro. Le dimos una paliza, le seguimos hasta su casa, pegándole.
Esto se repitió dos domingos más, después de la matinal del Gayarre. El chaval gritaba y nos insultaba pero ante nuestros golpes no podía hacer otra cosa que correr.
Aquel acoso duró hasta que su padre le acompañó y los que corrimos fuimos nosotros. Cambiamos de matinal, nos fuimos a la del Deusto. Éramos crueles, lo sé.
…
Entonces él me preguntó que por qué le contaba esto.
No supe qué decirle. La verdad es que pasó hace mucho tiempo. Se me ocurrió sin pensarlo. Quizás ahí medio reclinado, medio tumbado me salió sin querer, seguro que lo llevaba muy dentro.
Entonces él me dijo que también era gordo, que si no tenía ganas de pegarle.
Me levanté y le pegué, vaya que si le pegué, unas hostia como panes.
A mí no se me pone nadie chulo.
A mí no se me pone nadie chulo.
He cambiado de psiquiatra.
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