domingo, 26 de agosto de 2018

Gómez cobarde



Llegan correos de Kisvádra, de Nyír-Bátor, de Püspókladány. En cada caso el mensajero se aferra al lomo sudoroso del caballo, extiende el brazo derecho, en su mano un sobre lacrado, en el rostro cansancio y miedo. 
Las órdenes recibidas son contradictorias, en una piden resistir, en otra dejar la guarnición, en la última pasar a cuchillo a los habitantes de Nyiregyháza y dar fuego a sus humildes viviendas.
Sentado sobre una piedra, los pies mecidos por la corriente del melancólico río, Gómez piensa qué decisión tomar. Bajo la tejavana, los hombres, inquietos, alborotan, nerviosos en la espera, atentos a cualquier señal.
Entonces llegan, los enemigos, nadie lo advierte, sigilosos toman posiciones, actúan, crueles, implacables, hacen su brutal trabajo.
Al primer grito Gómez salta al agua, el uniforme le impide nadar, se deja llevar por la corriente, atento a cualquier ruido se refugia en un recodo. Cuando el río forma remolinos rojos se da cuenta que todo está perdido. Entra en el bosque, se quita la ropa y desnudó corre hasta Hadjú-Tarabos. Al entrar en el pueblo lo sabe, es un cobarde pero está vivo.
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Bilbao, Euskadi
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