jueves, 17 de agosto de 2017

Parker no sabe escribir cuentos.



Parker no sabía escribir cuentos, solo frases cortas que juntaba con tijeras, con más entusiasmo que acierto. Las palabras de amor se le rompían en la boca y caían al suelo como cascaras de almendras. Por eso ella no percibía vibraciones ni rocío. Pasaban los días y las nubes, las adivinanzas y el desconsuelo, sus cuerpos, alejados, se habían convertido en conjuntos huecos, siluetas, distancia, el vacío. Coleccionar sílabas nunca ha sido un ejercicio que llene la ansiedad, con todo Parker las volcaba sobre un tapete negro e intentaba dar nombre a lo que sentía, pero llegaba el sol, las risas de los niños en la playa, el beefeater cuando el monte Pindo se volvía rosa y todo quedaba en espera hasta el siguiente día. Y así     
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