jueves, 8 de junio de 2017

Dejen, dejen, no traduzcan estas líneas.



Naufragar en el patio, desoír la recomendación de los marineros griegos, perder el rumbo en el propio portal, con murmullos de pájaros de domingo en el balcón, con barcos atracados en el pasillo, costas de Ítaca en los tendederos, arrojarse al agua desde un primer piso y salir goteando por las escaleras como una muchacha fenicia de caderas magníficas, el agua remansándose bajo la nariz, la boca abierta, cantando, traducir es una labor guerrera, la hermosura de la batalla por ganar lectores que lean, que no solo vean, que no solo escuchen la música, que vayan más allá de las fotografías y el color o el no color. Colgarse boca bajo de una estrella y protestar, indignado en la prosa. Me voy a comprar un kalashnikov.de segunda mano. Va por ustedes. Protéjanse.
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