domingo, 22 de enero de 2017

Exactamente como tú.




Lánguida, entre cardos, su sombra asombrada, con lirios en las sienes, se abría paso entre el follaje y la bruma, azul tenue, el ris ras de las pisadas, imágenes para no decir, un caballo a su lado, la cadencia de sus patas traseras aplastando las iguanas, los parterres, los parasoles, (mira, mama, un caballo –decían los niños), su sombra orgullosa ocultando el temblor de los labios en el fastidio, en lo sombrío, sin cirios ni ceniza, san Dionisio Areopagita en equilibrio sobre un pie, piadosa, penitente cigüeña, san Juan verde, Judas amarillo, la bendición del fuego en la noche encapotada cuando ella quiso el abrazo del río, ciudadana desposeída de rimas y poemas, desventuradamente única, melancólica de flautas tristes y manos vacías, condenada a la soledad, campos con ovejas y mastines, eslabones de una tragedia que empezó en un rictus, enredaderas de hierro suspendido, hilos de algas en sus cabellos, se ahogó, Dios la haya acogido en su gloria, aviones sobre el camposanto, lo digo así, entre palabras que mienten como sábanas pintadas que ocultan el escenario y a los actores, barriendo sus huellas en el polvo del camino del recuerdo, con careta de poeta trasnochado, sin poder llorar, así, tal como lo digo.
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Bilbao, Euskadi
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