martes, 27 de diciembre de 2016

Tripudium


No necesito arúspices escarbando en las entrañas de los  pollos ni en la harina de cebada. No me hacen falta sacerdotes adivinando en el tripudium, en la actitud de los reptiles, en  el vuelo anómalo de ciertas aves. No quiero presagios en los remolinos de los ríos, en el tintineo de campanillas, en los portentos, ni siquiera quiero augurio de relámpagos. No necesito nada de eso, lo sé,  te quiero, pero tampoco hay que ponerse así, joder, qué carácter.


Un jinete confiado, rodeado por pájaros de buen augurio, al que se aproxima una Niké llevando laureles de victoria en este kílix laconio de figuras negras, h. 550–530 a. C.

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Bilbao, Euskadi
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