viernes, 19 de febrero de 2016

Ruego.



Que se dilate el atardecer, que no llegue tan pronto la noche sobre los huesos rotos, sobre la sien herida de premoniciones. 

Serenidad ante las criaturas que danzan en una selva de llamas, unicornios acuchillados, hombres vestidos de mujeres y una dulce languidez. 

El corazón quebrado, ciego, inminente soledad, súplicas sobre la piedra del sacrificio. 

Me pesa el frío y hasta este pozo no llega el llanto de los amantes, navío alejándose en un horizonte gastado y gris.

Que no llegue mi noche, que no llegue.
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Bilbao, Euskadi
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