sábado, 22 de agosto de 2015

22.08.15


Nena, recuerdo aquellos pasatiempos que consistían en unir números con trazos rectos, del uno al dos, del dos al tres y así sucesivamente. Al llegar al ultimo se había formado un mosquito, un oso, el palacio de Versalles o humo. En realidad, si lo piensas, es algo parecido a la vida.

Pues sí, así iba, de numero a numero, con trazos rectos, aun sin saber qué imagen o figura se
estaba formando. 

Hasta que te conocí. 

Entonces los números se convirtieron en símbolos, en logaritmos, en formulas químicas y todo cambio. Estoy en un ahora hirviendo en el que el final está detrás de una cortina mientras doy vueltas a tu alrededor como un satélite orbital, alterno tu cara brillante y la oscura y por ahí está el infinito.

Lo pensaba esta mañana cuando bajaba del faro. He sentido un zumbido en el oído izquierdo y me he despertado en una cama con sabanas blancas y caras mirándome con preocupación. Creo que seguiré tumbado un rato más, siento las piernas, puedo mover las manos y la próxima visita es a las doce.

Mientras te pensaré, no sé si estoy colgado de un numero o de una ecuación.
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