domingo, 2 de noviembre de 2014

Sólo estaba el dolor



Me acurruqué a dormir sobre la hierba seca.

Cantaba una lechuza.

Palpitaba el vaho de la tierra cuando se acercó aquella mujer imaginada. Sentí sus jadeos. Toqué su espalda tibia. Me miró con ojos de niebla. Huellas transparentes, se perdían sus pisadas en el lodo. 

Traté de seguirla.

Desapareció entre los chopos.

Supe que era una premonición.

Desperté y sólo estaba el dolor.



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