domingo, 21 de septiembre de 2014

Hablar por no callar.



Hablar ahora por no callar,  salir desnudo a la calle a pintar los escaparates, a romper farolas. El viento se  lleva las máscaras, las puertas están selladas con cerraduras torcidas.

Ahorcar a los gatos con cascabeles, tumbarnos sobre la arena del Sena y mirar como arden las estrellas. Un perro de odio ladra allí, arriba, entre la niebla de la cordillera. Avivar la conciencia.

Sollozar al amanecer, extraer la piedra de la locura, decir la canción aunque nadie la escuche, ser la canción. Morir de desamor, gota a gota, día a día, carta a carta.

Escribir como un solitario hombre que no canta, preso de la amusia, absorto en descifrar las letras del corazón, la densa música del lenguaje en el silencio. En el pasillo bailan tres damas enlutadas.

Mirar la luz ardiendo en la ventana del alma, mirar a la niña, a su madre, mirar a través de la negación, creer en Ella aunque ya no, ya no. Ramos de flores desoladas. Nadie duerme en la larga noche de día anterior. Mi amante, esposada, camina sobre las aguas quietas de la vigilia. El día anunciado es mañana. Arrepentíos, el fin del mundo se acerca.





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