sábado, 11 de enero de 2014

Otro siglo.




Un día, en otro siglo,  pensé que escribir(le) era una manera de acercar(le) mi(s) sentimiento(s). A eso me dediqué mientras la luna decidía los ritmos de la pleamar que plancha las playas. El espejo detrás de la cortina, mi corazón en la nevera (aterido), mi cabeza de viaje (México en breve) alrededor caían meteoritos y no tenía paraguas. 

Quise cortar los hilos dorados y tampoco tenía tijeras. Me vestí de maldito, me hice un adicto a los naufragios, un chico hard, un hombre soft encerrado en una caja de cartón, un bicho disfrazado de negro que hociqueaba en el charco de su propia ansiedad. Intenté un suicidio (simbólico) como Nerval, con un cordón blanco parecido a la liga de la reina de Saba, lo deseché al no encontrar ninguna mercería de guardia, no tenía cordones. Capítulo cerrado

Sigo escribiendo textos llenos de ruidos discordantes, no tengo ni idea de donde me salen las palabras. Hay hasta quién cree que es mi vida. Me quedan medio...medio, pero los cuelgo aquí, expuestos a la benevolencia de los que cambian lecturas bajo los arcos de la plaza Mayor, sobre todo cuando hace frío, los sábados no.

Lo habitual.

Avanza enero, no llueve, clientes de rebajas, manifestaciones prohibidas, calles abiertas/cerradas, carreteras colapsadas, lío de tráfico, ir de acá para allá, confusión de prioridades.

Hoy es el cumpleaños de mi hija, que esté feliz, esa es mi prioridad.




2 comentarios :

  1. Me sumerjo en tus escritos y la música que compartes, Yo que decidí este año pasar menos tiempo en Internet. Los boletines entran en mi correo y me es imposible dejar de leerte. Gracias por lo que aportas aun si querer a mi existencia.
    Paty.

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  2. No creas, Liliana Alvarez, no es sin querer, te juro que sí quiero.
    Muchísimas gracias a ti por venir.
    Saludos

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Gracias por venir

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