viernes, 8 de agosto de 2008

Celan

Los campanarios tocan limpiamente a fuego, los hospitales abren sus puertas, la ciudad entera huele a formol y cloroformo, y hay una luz ardiente en cada mosca posada con ávido rigor en las heridas.
Julia Otxoa
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Que Celan se arrojó al Sena, Primo Levi se tiró por una ventana y la Ría bajaba tan sucia que no hacía falta arrojarse a ella, que era un milagro no morir de los efluvios que desprendía, que tirábamos piedras a las ratas que corrían por los muelles entre los remolcadores y el gánguil, entre las escaleras del bote de Nazario y la otra ribera, esa que miraba desde los bancos de madera pintados de verde, soledad de bajamar, hastío de pleamar, la vida que se asomaba y el primer amor.

(Con los años me fui a vivir al otro lado, los bancos eran de piedra, los árboles eran los mismos y la Ría estaba llena de peces ciegos).


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