Estamos lejos del paraíso, ya
hemos entrado en otro mayo y conozco cada uno de los días que vendrán, lisos,
acostados allí donde ya no es posible soñar entre rascacielos y parques, marcas
grises de cuadros no pintados, desazón sin misterio, tedio extendiéndose más
lejos de los bordes de la esperanza, vaho de voces inútiles, risas de calabaza.
Quiero volver a New York.
En el Paraíso todo pasa muy lentamente, hasta los rayos de las miradas del Niño Jesús son lentos. No hay indignación ni música celestial en el Paraíso. Si no hay indignación no hay verso y nadie saldrá de allí para bajar al Infierno ni siquiera para injuriar a la Belleza.
ResponderEliminarYo creo que en el Paraíso no hay rascacielos de hormigón, allí todo deben ser casitas de chocolate pasteles de calabazas risueñas y delicatessen para veganos y puritanos.
Salud.
Francesc Cornadó, fíjate como durante ¡siglos! nos han tenido prisioneros en el miedo a no llegar al Paraíso que hemos tenido que inventarlo, pintarlo de colores, alicatarlo hasta el techo (y mira que es alto el cielo/Cielo), con paredes pintadas al guatelé y un San Pedro barbudo y ceñudo. El viernes falleció un amigo de mi edad y desde entonces ando apenado y asustado. ¡de mi misma y avanzada edad! No sé qué hago aquí en vez de salir a buscar huríes o cascabeles. Ay.
ResponderEliminarY yo a Tumbuktú, a otras galaxias donde ninguna huella humana haya posado su pie o su nariz...
ResponderEliminarTe beso, mi vasco de ojitos mentolados.
Qué bien escribes, ¡ay!.
Agur...
LA ZARZAMORA, dichosos los ojos. Nunca he estado en Tumbuktú, de momento, pero si voy quisiera ir contigo para descubrirnos y saber y escribirnos en el libro de los Guinnes (un admirador de una señora que vive en la Francia de los franceses besa su mano después de ni se sabe cuantos años. Ella está bien, él se repone con dificultad). Te comía, ñam, ñam. ¡Guapa!
ResponderEliminar(Me dejo llevar, es la confianza)
Besos.