Señoras
y señores, déjense de gaitas y váyanse a pasear de una santa vez, miren la
luna, el horizonte de agua o de tierra, mírense, crucifiquen el pesimismo, la
noche está llena de luciérnagas, del cálido manto de la esperanza, olviden la
virtud, pequen, vistan de blanco sus esperanzas y pequen sin medida, no hay
infierno, me lo ha dicho un arcángel, solo hay miedo, me lo ha dicho esa que
mira, la que me seduce para ir detrás de la cortina, no sé nada, iré, en
equilibrio abro los brazos, nos hemos comido el fugaz septiembre y ahora octubre, la Navidad nos espera,
vámonos, ¿volveremos? (el oro es el regreso)
El arcángel nunca miente, transporta el miedo bajo sus alas de feldespato y provoca la ira de los hombres y las mujeres que merodean por el borde del abismo.
ResponderEliminarLa noche de las luciérnagas es inmóvil, surge de un crepúsculo de venganzas y avanza por un camino de oscuras canciones. La música sólo es un debate de trazados singulares y de desesperanza donde la pequeña virtud injuria al pequeño pecado.
Repito contigo: "déjense de gaitas y váyanse a pasear..." por un camino de zarzas y amapolas dubitativas.
Salud.
incitación a la rebelión. Me quito el sombrero y agradezco tus poéticas palabras.
ResponderEliminarPor cierto, por un camino de zarzas, reales, de las que pinchan, he caminado esta mañana, en un paisaje que parece de otro mundo, a media hora de mi casa, el día a día está (puede estar) lleno de contrastes.
Salud, sí, nos hará falta.