sábado, 13 de junio de 2020

Politólogos




Después de treinta días, entre las rejas de la ventana apenas entraba ya luz de esperanza.
Salga, está libre”. El soldado tenía una pistola en la mano derecha.

Me senté en el suelo en una esquina de la celda, me cubrí la cabeza con las manos. Sabía que había llegado el momento de morir, allí, sin motivo, inocente, sin juicio.

Le he dicho que salga. Váyase”. Se alejó unos pasos y guardó la pistola.

Me levanté y dudé al traspasar la puerta, temía que al salir me disparara por la espalda. Subí, tropezando, una escalera oscura, crucé el patio, el portón y corrí por las calles húmedas y desiertas, coches ardiendo, sonaban tiros lejanos.

Al llegar al portal de mi casa rompí en lágrimas, lloré y lloré como un niño. Entonces sonó la explosión...

Abuelo, abuelo, cuéntamelo otra vez
Vale. Después de treinta días...

2 comentarios :

  1. ¡Tanto la imagen como el relato, me ha traído a la memoria esos momento tan gélidos e inhumanos de atentados etarras!

    Saludos

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  2. Rosa Mª Villalta terribles momentos. Que no se repitan nunca.
    Saludos.

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