domingo, 3 de mayo de 2020

Barco

Giorgio Vasari, Les prémices de la Terre offertes à Saturne, Salle des Éléments, Palazzo Vecchio.

Sabemos varias cosas, entre ellas que no hay regreso, una vez que se abandona el barco no hay regreso. En el crepúsculo las olas esparcen lo que era, grandes tiburones ciegos mastican las moléculas de una historia secreta qué de tan bella las digieren en el estómago del mar, las transforman en musculosos tritones adolescentes que nadan hacia lo profundo, ahí abajo, entre peces ciegos y ancianas sirenas que lloran y hacen calceta bajo submarinas bombillas parpadeantes. Una fiesta. Si lo sé me quedo en el barco

2 comentarios :

  1. Vislumbrando el panorama... aunque alguna Penélope debe de andar por ahí, y no las tengo todas conmigo de que te quedes pese a todo en el barco.

    Besos sin naufragios.

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  2. LA ZARZAMORA
    Está mal que lo diga/escriba pero soy buen nadador y aunque ya no tengo los pulmones que tenía (ni casi nada de lo que tenía) todavía según para qué me tiro al agua aunque esté vestido.
    Y por un beso, más, con zapatos de plomo

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