Marcelo Velho
Se acabó la tinta y la incertidumbre.
Retuerzo el cuello a los alacranes.
Rompo los cántaros en la ribera de nadie.
Los mastines lamen mi mano y mis huesos.
El futuro es un albañil que no sonríe,
construye un tiempo diferente debajo de las tejas.
Bajo un árbol sestea mi inocencia perdida,
la constancia, la recompensa del orujo.
Mientras, Bilbao navega en su ría.
Bajo el sauce se demoran poetas ensartados
en susurros de garzas del Kilimanjaro.
Nada es nada, sólo sé
que la ciudad está cerrada por balance.
Y el balanceo es doloroso.
ResponderEliminarUn abrazo, Pedro.
Єѕтnoм conozco balanceos deliciosos
ResponderEliminarAunque a veces marean