Desde la inauguración del edificio Chartier hace tres años, cada martes a las dos del mediodía me he encontrado con Bijou en el apartamento 606. Solo he faltado en agosto, navidad, coincidencia con algún desarreglo y la semana que estuve con mi esposa en Italia celebrando nuestro décimo aniversario.
Bijou era entonces un nombre divertido y así la he llamado siempre, así estaba escrito antes en el hueco de mi agenda de piel y ahora en el iPad.
Semana a semana, de forma metódica pero apasionada, nos hemos unido en una ceremonia concentrada y vigorosa, sin rutina. Nunca he sabido demasiado de ella, ni como se llama en realidad, ni dónde vive, de dónde es, si tiene otras ocupaciones, si tiene pareja, hijos. Apenas hablamos antes o después, se desviste y se viste en silencio, ausente, solo se transfigura para su trabajo, al que se dedica con entusiasta profesionalidad, puedo asegurar que se gana con creces sus honorarios que solo ha modificado hace dos meses.
El último día que estuvimos juntos, su espalda y sus glúteos tenían la señal de varios golpes, no me pareció oportuno preguntar qué le había ocurrido.
Hoy, martes, no está, la señorita que me ha recibido no sabe nada de Bijou, no la conoce, dice que ella tendrá a partir de ahora ese horario. Mientras se quita la ropa con lentitud me pregunta si estoy de acuerdo, me encojo de hombros. Añade si deseo algo especial, sonrío, también la llamaré Bijou.
Dedicado a los responsables de la lucrativa sección de contactos de algunos diarios del país.
vengo de lo de Zarza así que mucho gusto... y saludos a Bijou claro...
ResponderEliminarJLO, gracias por venir, esta es tu casa.
ResponderEliminarBijou, la otra, la de antes, no está.
Saludo a esta nueva.
De tu parte.
ResponderEliminarTriste destino el de Bijou, como el de algunas Lizas, o Belles de jour.... et de Nuit.
Más triste aún que sean remplazadas por un nuevo Bijou y que la vida siga sin más.
Un relato de una cruel realidad.
Le das a todos los palos.
Un beso de 17:49.
LA ZARZAMORA
ResponderEliminarCierto, es una realidad que apenas se conoce.
Incluso escribirlo me duele