viernes, 28 de febrero de 2020

No sé silbar



Amaneceres y ocasos, el mundo y mi esperanza dando vueltas, esperando que pase sin atreverme a decir, mirando entre otros, acobardado por su todo y mi nada, que me lleno de metáforas total para qué. 

Está por ver, el cántaro en la cintura y su pasear, contoneo y las fuentes, el perro que acompaña sus mañanas, mi mirada que anhela, que ruega, el silencio, peregrino de su desdén.

Está visto que por su parte no, que hay otro o ninguno, que mi canto de quejidos y destierros no baila en su vestido de flores. Es hora de cambiar la melodía,  ni siquiera sé silbar.

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