jueves, 27 de octubre de 2016

De muertes simbólicas.


Ilustración:Joseph Lorusso

Morí con ella, ahora lo sé, sé que la cólera, un anillo, el mármol, la osadía de gritar su nombre en mis balcones apenas me trajo consuelo y vuelo de abejas. Me quedé en el puerto con marineros con cabeza de toro y mujeres que amamantaban a sus hijos en las escaleras que llevaban al mar. Las guitarras y la arcilla, beber oporto, ver mi sangre corriendo sobre el cuero fue un pretexto para que los bueyes y los guardianes, las hijas que no tuvimos, balbucear un lenguaje y estos escritos absurdos, me desanimaran.

Buscarme atado, atosigado, agónico, con veneno en las rodillas, con un retrato ovalado sobre la cabecera de mi cama, un hongo azul bajo la lengua, el cordel que aprieta la cintura y una chaqueta amarilla, la cabeza en vaivén, dibujo el litoral y, perdonarme si en estos meses finales del año busco el síndrome de Stendhal (sin conseguirlo, claro). Otro día, mañana, más.

1 comentario :

  1. Más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomática, el síndrome de Stendhal se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico. Ahí estoy!!! Por cierto figura, muchas gracias a ti. Es un honor leerte.Deberiamos
    de pagar por ello!!! A ver si te entra en la cabeza ( con todos mis respetos)

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