domingo, 25 de mayo de 2014

Saltos de Innsbruk.



Saltar desde la mitad del puente, justo desde donde nos encontramos un día lejano, perdido en un pasado que se borra. Saltar a las aguas oscuras y revueltas para olvidar la ansiedad, el nerviosismo, el dolor de estómago, la angustia, el miedo, volviéndome en los parques por si me sigue, por si está sentado en la mesa junto a la ventana del Astoria, vivir sin sentir sus ojos en mi nuca.

Tú sabes de qué habla esta voz huidiza.

Saltar al abismo de lo desconocido con los brazos en cruz aunque sé que no voy a volar, que ya nunca más volveré a volar, que no hay vuelta atrás, que será la última vez, la última equivocación. No puedo pasear esquivando los portales, mirando las cornisas, eludiendo los músicos ambulantes de las esquinas, andando por el centro de la calle, apretando con fuerza el celular en el bolsillo de la gabardina para avisarte si viene.

Tú sabes cuánto tiempo llevo así.

Saltar al anochecer para que nadie me vea, para que nadie intente detenerme y terminar el juego, la luz dolorida para no ahogar las palabras, para poner el punto final a una situación que nunca debí consentir, que creció hasta devorarme, hasta romper mi salud, hasta desbaratar la línea recta que pisaba y convertirme en un equilibrista de mi propia integridad.

Sabes que lo haré, escribo para que te sientas culpable.

Ha sido mi decisión.



2 comentarios :


  1. Te ví hace un mes. Bajabamos por aceras paralelas de Colón. Muy guapo con tu chaqueta y tus vaqueros. Con nuestras parejas. Sonreí.

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  2. Anónimo, qué bien, qué bonito, paisajes de ciudad, como en una película, tú (¿?), yo, nuestras parejas, un plano medio, fundido en negro, the end.
    Otro día me saludas (bueno, según quién seas)

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