Uno sale de un punto cualquiera,
camina, camina y llega a otro punto.
Queda ese trayecto como una
experiencia aún sin digerir, sin desmenuzar los pasos y los encuentros, las
vivencias.
Uno sabe que el motivo no era
llegar, que el motivo era el camino.
Añoranza de bosques y pájaros, de
montañas y ríos, de soledad, del eco de las pisadas en el polvo y las piedras,
de la incertidumbre del sueño y el abrigo de voces.
Quedan las emociones.
Uno sale de un punto
cualquiera, camina y camina y no sabe si es una huida o un regreso.
Queda un regusto a derrota, una
llamada a estar solo, bajo la lluvia o el frío, en el calor de junio, encogido
en la cama de un albergue, sintiendo tan, tan dentro que uno sabe que en un
momento del camino se ha perdido.
Mi abuelo decía
ResponderEliminar"Quien encuentre buen camino, no se meta por matojos".
zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.), es que los abuelos tienen unas cosas...
ResponderEliminarFíjate, el mío decía: "Asuntos ajenos de los cojones cuelgan"
Y aquél de "Más vale camino desconocido que vereda trillada".
ResponderEliminarMe encantas, audaz y sereno, querido Pedro.
Besotes
Jajajajajajajajajaja.
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