jueves, 1 de marzo de 2012

La ruta del sur.

Justo después del terremoto llegaron la peste y los buitres, la sed. No recuerdo si por este orden. Enterramos  los muertos y dimos fuego a los zarzales. Después llegó el saqueo y el hambre, buscar cobijo, guarecernos de la lluvia inclemente. Sobrevivir era la primera necesidad.

Pasaron muchos días hasta que el silencio se quebró por aviones que venían del sur. Nos apiñamos en la pista del valle para recibir alimentos y allí nos ametrallaron, sin piedad, con método. Corrimos aterradas, sin entender, sin esperanza, como animales buscando un agujero.

Cuando se fueron el paisaje de cadáveres era el horror, el miedo absoluto. Gritaban los heridos. Lloramos sin entender, sin saber dónde ir. Llegó la noche. En otro tiempo viví en Londres, en Roma, en Barcelona ¿qué hacía en ese país inhóspito?, ¿cómo había llegado allí? De mañana buscaría la ruta del sur. Me dormí exhausta, en la amargura, en la total desesperanza.



5 comentarios :

  1. Y de pronto nos encontramos en un lugar extraño, irreconocible. Ni siquiera sabemos cómo hemos llegado, ni el porqué del aullido del dolor.

    Desde el sur te vuelan besos.

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  2. virgi, miro a los de alrededor, a los que quiero, para no olvidar dónde estoy, para saberme aquí.
    Pero no quiero ignorar que ahí, en otros lugares, se sufre.
    Aunque lo cuente de forma elemental.
    Un beso, guapa. Gracias.

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  3. Guadalupe Neira2/3/12 15:56

    Gracias Pedro, es así, gracias yo tampoco quiero ignorar.
    Muchos besos, corazonciño.

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  4. Anónimo5/3/12 05:35

    Pedro todos los lugares se vuelven
    campos de cadáveres cuando no hay un semejante cercano.
    He regresado del Seminario.
    Era la única veterana, salvo a quien luego descubrí lo organizó para su CCV.
    Regreso del "mundo académico" asqueada,
    corriendo a encontrarme con Uds. Que se me cure el erizo prendido en cada poro de mi piel y de mi alma.Te quiero mucho.Ana Mvdeo.

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  5. Ana Mvdeo, un día estuve en una reunión para informarme sobre la posibilidad de ayudarme ayudando, a otros. También era el único veterano entre asistentes insultantemente jóvenes. Era el único veterano y el único ingenuo, todos estaban porque esa actividad daba puntos para su CCV, para su matrícula universitaria. Decidí ayudarme a mí mismo y no volver.
    Para mí escribir es dar, nunca contrastar, compartir, nunca buscar la diferencia, al contrario, buscar lo que une, lo que suma, tender la mano y recibir.
    Encontrar un semejante entre los otros es tan difícil como saber a qué, quién se tiene que asemejar.
    Un abrazo agradecido.

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