martes, 5 de mayo de 2009

La sombra irrefragable.

En tanto, convulsiva, ásperamente convalece mi freno,
sufriendo como sufro del lenguaje directo del león;
y, puesto que he existido entre dos potestades de ladrillo,
convalesco yo mismo, sonriendo de mis labios.

Cesar Vallejo.





Hubo un día, aquel, en el que ya nada fue.
Desde ahí comencé a vivir en soledad.
No podía compartir el hastío, lo diferente, el miedo.
Sir irme, no estaba.
Supe, no sé cómo lo supe, que me habían engañado en los colores, lo verde era azul, lo rojo, amarillo y lo blanco una pura transparencia, se veía un más allá de ángeles daltónicos y dioses despreocupados.
También supe entonces, solo entonces, que nada tenía valor, que los números seguían un orden absurdo, que tres era más que siete, que el doce no existía, que el veinte lo habían inventado, que cero significaba la eternidad.

“Y eso, perdone la simplificación, ¿le ocurrió hace mucho?

Es posible que fuera una experiencia repetida, algo anterior, pero aquel día marca un principio, la salida, desde entonces nada de lo que ocurría me ocurría. Era actor y espectador, estaba y vivía pero no era, lo veía desde un estrado imaginario, apuntador sin libreto, director imparcial sin poder participar modificar lo que sucedía, aventurar lo que podía suceder.

“¿Y?”

Entonces llegó el festín del amor. No puedo entrar en esa penumbra sin riesgo a contaminarme de nuevo.

“Siga”

No, por hoy es suficiente. Buenas noches.




10 comentarios :

  1. Anónimo5/5/09 15:16

    Sir irme, no estaba.

    Sir Robinson Crusoe.

    Besos convulsos.

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  2. Tienes un tesoro lleno de palabras que repartes con gran maestría.
    Un beso.

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  3. Convulsivo Anónimo, mi querido Viernes, estamos sin estar.
    Pero estamos.

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  4. Arantza G., sí, te ha tocado “introspección”
    No me digas porqué, la he sacado sin mirar, inocentemente
    Prueba en el reparto de mañana.
    Un beso.

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  5. Por éso. Por éso conservo en mis bolsillos semillas de palabras que sólo germinarán bajo la única condición de que la sombra no les aturda. Luego ellas ya la proporcionarán, pero éso es otra cuestión. Siembro la palabra 'tierra' y lo que empieza a salir es un bulto mullido y jugoso que tenderá hacia una escultura donde las hojas serán de una finísima loza donde comer acompañado. Ahí quedará para cuando la guillotina desbroce la soledad. Siembro la palabra 'amor', para por si acaso, por eso de contrarrestar la penumbra. Y ojo, al principio la planta denota cierta carnivorosidad, ejecuta sombras como soles, no requiere riego, tan sólo la postura de un beso y el cebar unas palabras que, a poder ser, no se las lleve el humo. Reunidas esas condiciones, nos garantizamos el aroma de sus hojas que son flecos de piel y que te pueden hasta anudar los orgasmos para no desperdiciar de ellos un gramo. Y más semillas tengo, pero no doy pistas de momento de su fecundidad, de sus riesgos. Ahora voy a ponerlas en remojo pues la soledad es tan incauta que rápido te lleva a actuar y a prepararte adecuadamente.
    Ahora, espectador de mi actor, figurante de espera soy.

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  6. Tempero, en serio, esta maravilla que dejas merece un mejor escaparate.
    Magnífico.
    Mi aplauso.

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  7. Solo cuando eres capaz de ver la locura del mundo entiendes lo solo que se puede llegar a estar siendo cuerdo.
    Un abrazo.

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  8. gaia07, sí, algo así, o así, sí, de ti para mí, lo que vi, ahí, en ese momento que cuento (¿Qué cuento?)
    Pues eso, que te abrazo.

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  9. Contaminación como riesgo irreversible de quien ama.

    Besos con metales pesados.

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  10. Ya Ventana indiscreta, pero mi GreenPeace siempre está vigilante
    Controla todo riesgo de polución indeseada
    jajajajajajaja

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