lunes, 30 de noviembre de 2020

Benedict Anton Aufschnaiter

 

Aufschnaster cerró la tarde, las golondrinas estaban pintadas sobre el telón del fondo, leve trazo que simulaba alas, me arrodillé ante el altar donde dejé la rosa, con los ojos que un día miraron tu cuerpo de camelias, tus labios que un día brillaron a la luz de las hogueras. Me persigné.

Después ya no hubo música.



domingo, 29 de noviembre de 2020

Ignaz Holzbauer


La orquesta, sentada en una ciénaga, cambió a Holzbauer, turbulencia bajo el viento cruel, el faro a lo lejos, los navíos encallados, no era tiempo de batallas,  el puerto hervía en espumas negras. Solo se salvó un grumete que, curiosamente, no sabía nadar.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Georg Christoph Wagenseil

 


Wagenseil abrió el concierto,  no sabíamos quién era. Cuando llegó el descanso, vi su silueta en el quicio. Todo era lógico y frío, la respuesta se escondía bajo las piedras como un alacrán de pena. Mido el contorno de la ignorancia, desde aquí hasta quién sabe.


viernes, 27 de noviembre de 2020

Lemoiz gelditu






Vicente Ameztoy (San Sebastián, 1946-2001)
José Luis Zumeta (Usurbil, Gipuzkoa, 1939-San Sebastián, 2020)
Carlos Zabala “Arrastalu” (Irun, Gipuzkoa, 1952)

Lemoiz gelditu (Lemóniz paralización), 1980
Pintura acrílica y sintética sobre táblex. 488 x 732 cm
12 paneles. 244 x 122 cm [c/u]
Donación del movimiento antinuclear vasco en 2020

 El pasado mes de julio el museo presentó un importante conjunto de donaciones recibidas por parte de artistas, o de sus herederos, y de coleccionistas particulares. Obras de Lucas Vorsterman I (1595-1675), Vicente Larrea (1934); Thomas Struth (1954), Juan Carlos Eguillor (1947-2011), Juncal Ballestín (1953-2015) o Dora Salazar (1963), entre otros, cuya forma de ingreso a través de donación refleja una de las señas de identidad del museo de Bilbao, como es el enriquecimiento de la colección gracias a su estrecha vinculación con los artistas y a la voluntad de mecenazgo de colecciones particulares.

Se incorporó también entonces el imponente mural Lemoiz gelditu (Lemóniz paralización), que ahora se presenta al público en la sala 32 del museo y que, en buena medida, es testimonio de un episodio de especial trascendencia dentro de nuestra historia reciente. Al mismo tiempo, pone de manifiesto el compromiso de muchos artistas de nuestro entorno con la actualidad.

Los días 8 y 9 de noviembre de 1980, organizados por los Comités Antinucleares de Euskadi y por la Comisión de Defensa de una Costa Vasca No Nuclear, se celebraron en tres pabellones de la antigua Feria Internacional de Muestras de Bilbao los Herrikoi Topaketak (Encuentros populares). A lo largo de dos intensas jornadas, y en un ambiente festivo de reivindicación colectiva contra los proyectos de nuclearización del País Vasco y, de forma concreta, con la consigna de paralizar la central nuclear de Lemoiz (Bizkaia), los encuentros ofrecieron música, teatro, bertsolaris, cine y muestras de arte y artesanía. La iniciativa se enmarca en el movimiento antinuclear vasco, que contó con gran apoyo social y numerosas iniciativas ecologistas.

Los organizadores de los encuentros invitaron a los pintores Vicente Ameztoy, José Luis Zumeta y Carlos Zabala “Arrastalu” a participar, realizando en directo un mural. De este modo, utilizando un andamio y delante del público que asistía al evento, los tres artistas pintaron esta obra titulada explícitamente Lemoiz gelditu (Lemóniz paralización). El mismo lema se usaría también en el disco antinuclear grabado poco después que utiliza el mural como portada. Con sus casi 5 x 8 metros en 12 paneles, el mural constituye una especie de manifiesto pictórico en contra de la central nuclear que comenzó a construirse en la localidad vizcaína de Lemoiz, cercana a Bilbao, en 1972 y que, finalmente, nunca entró en funcionamiento.

Tras los encuentros, el mural permaneció en unos locales sindicales de Erandio hasta que, a principios de los años 90 la Fundación Gezia de Bilbao se hizo cargo de él. En 2016 Gezia lo cedió a la Fundación Andikona 1936 de Otxandio y el mural, restaurado por Zumeta, quedó en la escuela de esa localidad hasta que, ahora, ha pasado a formar parte de la colección del museo gracias a la donación reciente del movimiento antinuclear vasco.

Concebida con un evidente propósito crítico, la composición remite al lenguaje figurativo que transformó el arte vasco de la década de los setenta incorporando referentes socioculturales contemporáneos como la bombilla-ojo del Guernica  –que, como en el cuadro de Picasso, ocupa el centro de la composición– o la imagen del logo antinuclear creado por Chillida en 1974. Ese año, el escultor vasco había diseñado el logotipo de la campaña “por una Euskadi no nuclear”, que fue difundida en pegatinas con el lema “Ez, ez, ez, Zentral nuklearrik ez”, sufragadas por el pintor Rafael Balerdi. La imagen, que terminó por convertirse en símbolo del movimiento antinuclear vasco, aparece junto a una cartela con el lema “Lemoiz gelditu” (Lemóniz paralización), enlazada en los anillos de las serpientes del primer plano. Los dos reptiles, pintados por Arrastalu, están dispuestos sobre una mesa cubierta por un paisaje idílico de suave orografía, salpicado por praderas arboladas, metas y caseríos –que recuerdan la poética naturalista de Ameztoy–, que perturban con su amenazante presencia. Los reptiles, metáforas de los entonces nuevos y sibilinos mecanismos de control social, en palabras de “Arrastalu”, quien, transitando entre el realismo fantástico y la ilustración, fue autor también del cartel de los encuentros. En torno a la mesa aparecen doce personajes masculinos que representan los poderes político, económico y militar. De semblante siniestro, y en algunos casos deformado según la gestualidad expresionista de Zumeta, observan con frívola complacencia –uno de ellos lleva en sus manos el hongo de una explosión nuclear– la destrucción del territorio y de sus recursos por parte de las dos voraces serpientes que, en sus cuerpos entrelazados, portan las banderas española y norteamericana. Preside la reunión el entonces presidente de los Estados Unidos de América, Ronald Reagan, tocado con el clásico sombrero del Oeste americano. Frente a él, y de una chistera decorada con barras y estrellas, sale el personaje del entonces presidente del gobierno español, Adolfo Suárez.

El tono irónico y la satira política de este remedo de Sagrada Cena se corresponden con el lenguaje del Equipo Crónica, con quien el mural también comparte la ejecución en grupo, el protagonismo del colorido aplicado en tintas planas y la vinculación con la realidad sociopolítica del momento.

La pequeña exposición comisariada por Iskandar Rementeria, investigador en arte, músico y docente de la UPV/EHU, muestra el mural en relación con otros materiales producidos por aquel contexto y nos invita a considerar la posición de los artistas respecto a las urgencias ideológicas de la época.










Obras maestras de la colección Valdés





La exposición Obras maestras de la colección Valdés reunirá en la sala BBK del museo 79 obras que en su día pertenecieron a esta prestigiosa colección bilbaína, una de las mejores de su tiempo. En muchos casos se trata de obras inéditas, poco conocidas o que, hasta ahora, nunca habían sido expuestas al público.

Abarca una extensa cronología, desde el arte medieval hasta el siglo XX, que comienza con el gótico y continúa con maestros antiguos y modernos de la talla de El Greco, Anton van Dyck, José de Ribera, Francisco de Zurbarán, Bartolomé Esteban Murilo, Juan de Valdés Leal, Francisco de Goya, Eduardo Rosales, Mariano Fortuny, Darío de Regoyos, Joaquín Sorolla, Ignacio Zuloaga, Julio Romero de Torres, Daniel Vázquez Díaz, José Gutiérrez Solana o Robert Delaunay.

Se trata fundamentalmente de pinturas, aunque se exhiben también dos ejemplos magistrales de escultura, el Ecce Homo y la Dolorosa de Pedro de Mena, dos tallas barrocas que hasta ahora se creían perdidas, y dos bellos paneles clasicistas en mármol de Mariano Benlliure.

Las obras proceden en buena medida de los herederos de Félix Fernández-Valdés (Bilbao, 1895-1976), pero también de otras colecciones privadas –Abelló, Arango o Botí, entre otras– o públicas como el Museo Nacional del Prado –que presta cuatro obras–, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Museo de Bellas Artes de Asturias, el Museo de Bellas Artes de Valencia o el Museu Nacional d'Art de Catalunya.

Por su trascendencia, cabe mencionar el préstamo por parte del Prado de la emblemática pintura de Goya La marquesa de Santa Cruz (1805), sin duda la obra más relevante de la colección por su extraordinaria calidad y por la intrincada historia de su procedencia. La investigación llevada a cabo ha desvelado que Valdés adquirió el retrato en 1947 por un millón y medio de pesetas al gobierno de Francisco Franco, que en 1941 había comprado el cuadro y organizado una operación para regalarlo a Hitler que finalmente no fue llevada a cabo

De este modo, la exposición reconstruye una de las colecciones privadas más importantes de la segunda mitad del pasado siglo, cuya relevancia es bien conocida por los historiadores del arte. Sin embargo, y a pesar de la ejemplar labor coleccionista de su propietario, de la gran calidad del conjunto que logró reunir y de la trascendencia que sus obras tuvieron en otras colecciones públicas y privadas tras su dispersión, hasta ahora no había sido estudiada en profundidad.

Referenciada por la historiografía artística pero realmente poco conocida, el reto de poner en pie esta muestra para poder así recomponer la colección ha sido, en primer lugar, localizar las obras, en ocasiones inéditas y conocidas solo por menciones en el inventario post mortem o por antiguas fotografías. Por otra parte, desentrañar los criterios de Valdés y su forma de coleccionar, y saber por quién fue asesorado constituyen una valiosa aportación a la historia del coleccionismo español de obras de arte que queda recogida en los textos de los comisarios que se incluyen en el catálogo editado con motivo de la exposición.

Al tiempo que, a través de la investigación llevada a cabo, se da a conocer un hito en el coleccionismo privado de obras de arte, esta muestra es también un homenaje a esa práctica cultural que forma parte del origen y la historia de muchos museos, como es el caso del Museo de Bellas Artes de Bilbao.

De hecho, en la colección del museo destacan por su calidad y por la categoría de sus autores siete obras procedentes de la colección Valdés, firmadas por Andries Daniels y Frans Francken el Joven, Juan Carreño de Miranda, Anton van Dyck, Leornardo Alenza, Vicente López, José Gutiérrez Solana y Robert Delaunay.

En ese sentido, cabe recordar que la relación de Valdés con el museo de Bilbao alcanza otros ámbitos, ya que participó en la custodia del patrimonio artístico durante la Guerra Civil, almacenado en el depósito franco de Uribitarte, y en esos mismos años fue designado vocal de la Junta del museo en diversos momentos de su historia.

El trabajo emprendido por los comisarios –María Pilar Silva Maroto, jefe de Conservación del Museo Nacional del Prado hasta 2017, y Javier Novo González, coordinador de Conservación e Investigación del Museo de Bellas Artes de Bilbao– ha tenido que sortear diversos obstáculos. El primero, el carácter discreto que, en su momento y aún hoy en día, exige la labor coleccionista y que fue especialmente reservado en el caso de Félix Fernández-Valdés.

En un tiempo en el que las casas de subastas no dominaban aún el mercado artístico y, por tanto, no estaba generalizada la compraventa de obras de arte y su publicidad pública, los coleccionistas se dejaban aconsejar por la profesión. De este modo, marchantes, anticuarios, artistas, historiadores y restauradores los acompañaban, junto con su instinto y gusto particular, en la búsqueda de piezas que engrandecieran sus colecciones.

En el caso de Valdés, hombre de negocios sin gran formación artística, fueron esenciales el consejo y las gestiones de, entre otros, su gran amigo el marchante, copista y restaurador Luis Arbaiza, el historiador Enrique Lafuente Ferrari, el restaurador del Prado Jerónimo Seisdedos o Isabel Regoyos –hija y nuera, respectivamente, de los pintores Darío de Regoyos y Aureliano de Beruete–. Precisamente, la importante colección del pintor Aureliano de Beruete fue otra de las fuentes para la colección Valdés.

Gracias a todos ellos y a su acierto como coleccionista, el empresario bilbaíno fue capaz de reunir un conjunto que destacaba entre las colecciones de su tiempo y llegó a conservar unas cuatrocientas obras entre pinturas y esculturas, además de platería, tapices, mobiliario y otras piezas de artes decorativas.

En el origen de su pasión por el arte se encuentra la figura de su tío, el también coleccionista Tomás de Urquijo, quien legó todos sus bienes a su sobrino. Entre ellos se encontraba el Cristo crucificado (c. 1577) de El Greco, seguramente reflejo de la revalorización del pintor cretense por parte de Ignacio Zuloaga y muy acorde con las profundas convicciones religiosas de Valdés, quien, junto con Zurbarán, lo consideró uno de sus pintores predilectos. Ambos pintores, El Greco y Zurbarán, están muy bien representados en la colección.

Valdés comenzó a coleccionar a finales de los años treinta, aunque la mayor parte de las adquisiciones se produjeron durante los años cuarenta y cincuenta, una época convulsa, pero de gran prosperidad para el empresario bilbaíno –tuvo negocios de importación de madera, aceite de palma y cacao en la Guinea española hasta su independencia en 1968–, que supo encontrar obras procedentes de otras colecciones nobiliarias o de conventos e iglesias en fase de dispersión.

La colección se alojaba en el número 15 de la Gran Vía de Bilbao, donde Valdés vivió desde 1920 hasta su fallecimiento. Gracias a la exposición, se han encontrado fotografías hasta ahora inéditas que muestran distintas estancias de esta auténtica museografía doméstica. Se sabe, por ejemplo, que en el salón colgaban obras de El Greco, Zurbarán, Valdés Leal y Murillo, y que en la capilla dispuso, entre otras, las dos tallas policromadas de Pedro de Mena y el Van Dyck del museo de Bilbao, mientras que en su dormitorio podía contemplar pinturas de Zurbarán, Ribera y Morales. A su muerte en 1976, las obras pasaron a sus numerosos herederos y se fueron dispersando para formar parte de otras colecciones particulares e instituciones públicas.

El interés de Valdés se centró, principalmente, en los maestros de la pintura española del siglo de Oro –El Greco, Zurbarán, Valdés Leal, Murillo o Carreño–, pero también en la pintura española medieval –con ejemplos significativos como el tríptico de Bernardo Serra, la tabla de Fernando Gallego o el tríptico de Quejana (Álava)–, sin olvidar autores renacentistas como Luis de Morales. También incorporó a la colección nombres destacados de las escuelas flamenca y holandesa como Isenbrandt, Van Dyck o Benson.

La pintura del siglo XIX es otro de los núcleos principales de la colección, con los espléndidos retratos La marquesa de Santa Cruz de Francisco de Goya y Concepción Serrano, después condesa de Santovenia de Eduardo Rosales –hoy ambos en el Museo del Prado– . De Rosales se exponen, además, varias piezas inéditas junto a otras obras destacadas de Vicente López, Antonio María Esquivel, Leonardo Alenza, Martín Rico, Mariano Fortuny y Raimundo de Madrazo.

Del periodo entre siglos y primeras décadas del XX sobresale la amplia representación de los pintores Darío de Regoyos y Joaquín Sorolla. El deslumbrante Después del baño (1902) de Sorolla se muestra al público por vez primera en esta exposición. De esta época, son también las obras de Ignacio Zuloaga, Isidre Nonell, Aurelio Arteta, Julio Romero de Torres, José Gutiérrez Solana, Joaquín Mir, Hermen Anglada Camarasa o Daniel Vázquez Díaz.

Con Vázquez Díaz, mantuvo Valdés una relación especial y llegó a comprarle siete pinturas y varios dibujos. Además, una pequeña vista de la catedral de París de Robert Delaunay propiedad del pintor, hasta ahora inédita, pasó a engrosar la colección, mostrando así la amplitud de miras del interés coleccionista de Félix Fernández-Valdés.

En la imagen:
Francisco de Goya (1746-1828)
La marquesa de Santa Cruz (1805)


 https://www.museobilbao.com/exposiciones/obras-maestras-de-la-coleccion-valdes-287



 

 

jueves, 26 de noviembre de 2020

Hagámoslo fácil.

 


En el lugar exacto entre lo que sueño, deseo y hago me sitúo, justo  en la no aceptación de lo quieto, dentro de un rumor de ánforas que contienen minúsculos territorios nuevos. Así, una niña se acerca y me entrega la flor de una magnolia bajo la que nunca me he sentado. Dejé hace tiempo de envejecer en el umbral de la sala de espera de mi psiquiatra. Epícteto me regala máximas que dicen y no dicen. Descubro bosques al lado de mi casa, camino por la ribera de la Ría,  oscuros peces me acompañan ascendiendo en la pleamar. Aún con los ojos cerrados no siempre estoy dormido. Madrugo.

 

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Michael Peto

 

Street scene, Dundee, 1959 - by Michael Peto (1908 - 1970), Hungarian

Es cierto que un día vi a la muerte travestida, mirándome (y sí, vi la luz blanca esa que dicen, la del final de un túnel). En las tertulias de los que se sientan en el pesebre no hay sitio para el color blanco, o para el verde, solo hay un color, el suyo (que casi nunca es el mío). No me aletargo, al menos no en los últimos seis/siete años. No meto mis pies en los arroyos que bajan de la montaña del miedo. No me acuesto al lado de recuerdos que solo sirven para enturbiar el gesto, para romper la sonrisa. Sí quiero acostarme al lado de la mujer que amo. Busco sin descanso los privilegios reservados a los dioses y no sé cómo no dejo de escribir y me lanzo a los caminos. Es lo que haré ahora mismo. Voy a ver.





(Mi comentario en Facebook)

Lo de la muerte travestida es rigurosamente cierto. Pasado un tiempo analicé aquella visión, incluso recurrí a un amigo, prestigioso psiquiatra. Es curioso como la mente almacena imágenes que nos impresionan y las deja ahí, en reserva. En los 70 conocí en Baracaldo (interesante por qué fui aquel día a ese bar, pero eso lo contaré otro día) a unos de los hermanos Azcona (los del “Mayorazgo de Basterretxe”). La cuestión es que este señor estaba sentado con una postura femenina, con una rodilla tomada entre las dos manos y nos miraba con una mezcla de burla y desafío. La dama a la que fui a visitar (acabáramos), me dijo que no le hiciese caso, que era un señor mayor. No le hice caso y seguí a lo mío. La cuestión es que en un momento de mi vida estuve más p´allá que p´acá, me acababan de subir de la UCI a planta y estaba con una debilidad extrema, esa noche fue dura, vi todo el pack, el túnel, la luz blanca y la muerte sentada en una silla enfrente mi cama. En mi confusión y en mi miedo (todo hay que decirlo) la muerte tenía la forma de aquel señor que vi en Baracaldo, en su misma postura, más femenino aun, con la cara maquillada, sobre todo los ojos. Me miraba con un gesto obsceno, poderoso, de burla, de desprecio. Grité y el resto es historia. Entre una y otra situación habían pasado treinta años. Misterios.

No sé si desde entonces cambió algo dentro de mí, los primeros meses sí, después tuve que trabajar tanto que no me quedaba tiempo para lo metafísico. Ahora me doy cuenta que sí porque disfruto cada día de las cosas sencillas que, al fin y al cabo, son las más grandes.

Pues eso.


martes, 24 de noviembre de 2020

Fulgor y muerte de Joaquín Murieta

 


Fulgor y muerte de Joaquín Murieta 

Esta obra de Pablo Neruda se publicó en 1967 y se estrenó ese mismo año en Chile. 

En 1974 Manuel Picón (uruguayo) lo adaptó, compuso la música y junto a Olga Manzano, Víctor Velázquez y el trío Alpataco grabaron esta cantata memorable que se ha convertido en un clásico. 

 

( Siempre recuerdo ese momento final del “Diálogo con Teresa”)
 
Volveremos a nuestra patria dura alguna vez. (Teresa) 
El oro es el regreso. (Joaquín)




lunes, 23 de noviembre de 2020

¿Son conscientes los poetas de la basura que escriben?

 

¿Son conscientes los poetas de la basura que escriben?

 | 23 de noviembre de 2020 05:00Alberto Olmos

Este libro salió en marzo con la vocación de pasar desapercibido, y en ese aspecto fue todo un éxito. Le tocó la pandemia, cerraron las librerías y nadie pudo leer un ensayo que, de todos modos, tampoco iba a tener mucho públicoVa de poesía. La poesía es tan minoritaria que cuando le dan el Nobel a un poeta muchos se acuerdan de que aún hay poetas. También se acuerdan de que a los poetas no es necesario leerlos. Es un Nobel, el dado a un poeta, que ahorra muchas preocupaciones.

Este ensayo podría haberse titulado 'La poesía amablemente', pero se ha titulado 'Tensión y sentido. Una introducción a la poesía contemporánea'(Taurus), poniendo ya toda la distancia posible con tus ganas de leerlo. Yo tenía muchas ganas de leerlo. Los poetas son un misterio para mí, sobre todo los que creen que escriben poesía. Cuando vi anunciado este libro a principios de año, lo anoté en mi debe de lecturas: necesitaba que alguien aclarara mis dudas sobre la poesía de hoy.

Esas dudas eran: 1) ¿Leen poesía los poetas? 2)¿Miden los versos? Y 3)¿Son conscientes de la basura que escriben?

Lo que aleja a los lectores de la poesía no es la dificultad del texto, sino la facilidad con la que uno se convierte en poeta. En España es más fácil ser poeta que ser ministro, que ya es decir. Cualquiera puede ser poeta sin necesidad de abrir nunca un libro, igual que ministro. El reciente premio Espasa de Poesía es un ejemplo definitivo. Viene a decirnos que poesía es todo aquello que, si tuvieras el más mínimo pudor, no le dejarías leer a nadie. Cuantos más lectores tiene esta poesía, más lejos estamos de la poesía. Es el horror democrático: decirle a la gente que la poesía no es mejor que ellos, sino un poquito peor.

Lo que aleja a los lectores de la poesía no es la dificultad del texto, sino la facilidad con la que uno se convierte en poeta

Mariano Peyrou, sin embargo, no aborda ninguno de estos asuntos de casquería literaria, porque cuando dice “contemporánea” no dice hoy, ni dice siglo XXI. Contemporáneos son en este libro BaudelaireTS Eliot y varias decenas más de poetas que se murieron a tiempo de ahorrarse el sofoco.

Conocimiento

'Tensión y sentido' es, para empezar, un libro bonito. Es bonito ver a alguien parar un poco y dedicar cientos de páginas a compartir lo que sabe. Aunque, absurdamente, el libro trata de rebajar sus propios méritos y alcances y proponerse como una guía fácil de acceso a la auténtica poesía, es evidente que el autor no deja nada sin decir. Esto es lo que he aprendido sobre poesía después de muchos años de lectura, viene a reconocernos. Hay nobleza, aquí.

Además, Peyrou emplea un tono amabilísimo mientras desentraña buena parte de las ideas más complejas de todos los tiempos sobre el hecho literario. Hay cientos de citas y una decena larga de poemas acunados por el tono siempre conciliador y traslaticio de nuestro autor. Peyrou traduce inteligencias, las pone a dialogar y trata, en fin, de que aún estemos capacitados para entenderlas.

Es un libro con el que he aprendido mucho, que me llevará en el futuro a otros libros y que amortiza todo el dolor último de ver la poesía compitiendo con los manuales de autoayuda en el Carrefour.

'Tensión y sentido' establece una cesura creativa en el cambio del siglo XIX al siglo XX, que afectó a todas las artes. Sin embargo, en el Romanticismo ya estaba buena parte de esta revolución. En poesía la gran batalla es contra la representación de la realidad, cifrada en ese “significado” que estableciera Saussure y que nos enamora menos que el “significante”. “El verdadero sujeto del discurso es el lenguaje”, aporta Foucault. Los poetas -y, en realidad, cualquier escritor que se precie- trabajan el lenguaje para construir más lenguaje, es decir, otra realidad. “La poesía pone el lenguaje en estado de excepción”, dice Gaston Bachelard. La cosa va de manumisión léxica (en el libro alguien habla incluso de liberar a las letras), de que el lenguaje acabe significándose a sí mismo, como la música, auténtico techo de la expresión humana. Como sabe cualquiera, sobre todo los bebés y las bestias.

“Un poema no debe significar, sino ser”, sentenció -entre otros muchos, en realidad- Archibald MacLeish.

Hay aquí una lección franca y sincera sobre los sortilegios de la palabra

La poesía contemporánea, por tanto, sería esta búsqueda performativa de un significado nuevo, que en realidad es todo forma. Es un debate apasionante para cualquiera que escriba. Peyrou explora durante bastantes páginas diversas estrategias de desautomatización del texto; esto es, maneras de que algo escrito parezca extraño, nuevo. También tiene momentos propios de gran acierto, como cuando señala que el título de un poema es un verso simultáneo a cada uno de los versos que vienen debajo. En las numerosas notas a pie de página, se ríe, sin sarcasmo, de todo el mundo, sobre todo de sí mismo. Resulta encantador. Va y viene por todo lo que sabe con ligereza y bonhomía, de ahí que el libro hubiera podido titularse 'La poesía amablemente'. Es una lección franca y sincera sobre los sortilegios de la palabra.

“En un campo/ soy la ausencia/ de campo. Esto es lo que/ siempre sucede./ Allá donde esté/ soy lo que falta.” (Mark Strand)




Desde el observatorio (3)

 


El rocío nos mordió de madrugada, los mastines espantaron el rebaño de goces, azafrán derramado en la mesa, flores secas y música ajada.

La estancia era dulce y transparente, sentí tus huesos acariciar los míos, te busqué el cuello con los labios y encontré la húmeda puerta de mármol, nos miramos y el vértigo nos anegó.

Lloramos de tan felices.

Agitabas pulseras en tus tobillos desnudos.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Mx

 


Desde la ventana del hotel miraba las paredes encaladas, los árboles desconocidos con frutos redondos o racimos, algunas nubes, las iglesias blancas con sus torres torcidas y cigüeñas, la flor helada del estupor en mi cabeza, las perlas del atrevimiento que coleccioné entre ceniza y piedras y los pulmones empequeñecidos al caminar entre el lugar de muertos de Mitla (1)

Estaba justo en la encrucijada.
Partí, solo, hacia el Sur.     



sábado, 21 de noviembre de 2020

Hola de conquistas.

 


Hola de conquistas.
.
a Diana Bellessi y Eliana Ortega
.
las mujeres enfermas que jugaron con burros
las que cavaron tumbas en las palmas de un trueno
las sólo voz dormidas en los centros solares
las hambrientas de todo
las preñadas con todo
las hijas del golpe y de los sueños mojados
las que fijan continentes que dejaron atrás
las niñas con pimienta en sus quince traiciones
las de pan-a-diez-céntimos sin cafetería
las del turno de visita con oficios de muerte
las madres eternas de los locutorios
las arrasadas, las caratapiadas, las comepromesas
las terribles solitas en las salas de baile
las clandestinadas pariendo futuros
las oficinistas que ahogaron sus príncipes
las acorraladas
las desamparadas, las sepultureras
las del polvo sobreimpuesto y el trago a deshora
las poquito conquistadas
las niñitas vestidas con mortajas azules
las que cosen el mundo por no reventarlo
las mujeres con uñas como mapas creciendo
las hembras cabello-de-lápida
(todavía más grandes que su propio despojo)
las corresquinadas, las titiriteras,
las que tierra se trajeron atada a los bolsillos
las nunca regresadas
las nunca visibles
las del nunca es tarde
las del vis-a-vis sin un plazo de espera
las reinas en los parques y en los sumideros
.
todas ellas las mujeres que me llegan con todos sus cansancios,
todas, en sigilo: las amantes
.
y mis camaradas.
.
(del libro: Codeína)
.
Enrique Falcón


Desde el observatorio (2)



Antes de las miradas y las manos bajo el mantel no éramos, quedaron inmóviles los pájaros en un cielo de plomo, llenas las iglesias de hombres grises vestidos de negro, equilibristas entre las riberas del resplandor y nada.


La edad se tendía sobre los signos como hormigas y grisú, ardía la voz pero en lo oscuro el silencio construía túneles de tu corazón al mío.

Dejabas tus cabellos al viento.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Serrat




Con las cifras de personas que mueren al día y las que se enferman con este maldito covid no está la situación para hacer bromas.

Pero no debemos perder el optimismo,  la ilusión y la fuerza para llevar los días de la mejor forma posible.

Bilbao está  perimetrada, con la hostelería y otros negocios cerrados y con la prohibición de llegar a casa más tarde de las 10.

Serrat lo intuyó en 1968.    

Desde el observatorio. (1)

 


Desde el observatorio veo los límites y sus dolores, tu renuncia, los insectos sobre los platos abandonados en el crepúsculo, los jueces que abrevan en los manantiales nocturnos, las palabras que garabateas en el jardín del miedo, un perro.

Tú no estás.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Fiona Apple


Esta música  es la que quería compartir en Zahorís antes de que se convirtiera en una amalgama de yo qué sé, que qué sé yo. Llámame raro, pero bajito, que tengo mal humor. Escuchar música es importante, escoger lo que escuchas es un rito, una ceremonia. Antes te comprabas un disco y te aprendías hasta quién había barrido el estudio de grabación. Antes es hace mucho,  estamos en el ahora y hay tanta buenos discos,  tanto talento, que quedarse en el antes es, como poco, absurdo, poco práctico. A los niños les gusta que les cuentes siempre el mismo cuento, de la misma forma, sin cambios, les da seguridad, a mí me gustan los Beatles y reconozco la frescura variopinta de la Señora Tomasa, el magnetismo de Chris Stapleton, aunque tampoco olvido a the Kinks, the Band,  y el etcétera es tan largo que bastante castigo es llegar hasta aquí. La cuestión es que me gusta el camino que toman aquellas/os que se despellejan el alma y cantan y cuentan. 

Un ejemplo, Fiona Apple, su último trabajo exige empatía, rodaje emocional, orejas muy abiertas,  preparadas, sensibilidad para escuchar el patio trasero de la canción, paciencia para asimilar que los sonidos generados en una cocina pueden emocionarte y si luego lo escuchas y no te gusta estaré de acuerdo y buenas tardes.




https://www.elindependiente.com/politica/2020/04/22/quien-es-fiona-apple-y-por-que-su-ultimo-album-tiene-un-10-segun-la-critica/

https://elpais.com/cultura/2020-04-18/fiona-apple-es-complicado-hacer-un-disco-mejor.html

https://billboard.com.ar/fiona-apple-sinfonia-de-lo-cotidiano/

https://www.elquintobeatle.com/2020/04/29/fiona-apple-fetch-the-bolt-cutters/



miércoles, 18 de noviembre de 2020

Txikiteros en pausa


Con motivo del cierre de la hostelería en Bilbao comienzo 
una serie de stories en Instagram sobre mis bares favoritos. 

 


Como no, Almami y su Baobab, que cumple estos días 
su octavo aniversario, abren este homenaje de ánimo.



Volveremos pronto.
Ánimo.  



Yellow  Big Machine escogió este tema para su éxito  "Conquer the world
Disfrutamos  mucho grabándolo 

 

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