viernes, 7 de junio de 2019

Sara y el desempleo.


Carolus Duran - Le Baiser

La verdad, acudí a aquella reunión de antiguos compañeros solo por ver a Sara (antes Sarita) pero el azar estaba juguetón aquella tarde. Nos reunimos en el bar de entonces y hola, besos, como estás, quién eres, te recuerdo, se te ve como siempre, esos lugares comunes.

Entre todas, Begoña era la menos favorecida por el paso del tiempo y qué sé yo. Al salir hablamos mientras la llovizna nos recluía bajo el alfeizar, desgranamos los años, los hijos, las historias, me pareció una mujer mayor. En la cena seguimos compartiendo nuestra visión del desencanto, de las ilusiones, del futuro cada vez más corto, me pareció una mujer interesante. No pude cruzar ni una sola palabra con Sara.

El azar siguió jugando y después de años de no vernos, tres días después coincidí con Begoña cuando estábamos tomando café uno a cada extremo de la barra de un bar. A ese café siguieron otros en otras mañanas, ella me confesó que le había parecido un hombre mayor pero que estaba cambiando su opinión.

No sé cómo fue o sí lo sé, tampoco es cosa de entrar en demasiados detalles pero, qué cosas, un día después del café nos besamos, los besos llevaron a las caricias y estas a quitarnos la ropa y a nuestra primera vez, que fue un milagro de intensidad, pasión, ternura y qué les voy a contar. No estoy seguro que sepan de qué estoy hablando.

Por nuestros compromisos, trabajos, pareja y otras obligaciones determinamos que los miércoles de 9 a 11 y los viernes de 4 a 7 eran nuestros días y horas hábiles. Visto así parece una relación mecánica, poco romántica, burocratizada, pero no, Begoña era muy mujer llena de vitalidad y una amante increíble incluso para mí que en esas cuestiones siempre he sido muy exigente, que lo diga Sara.

Pero me olvidé de Sara, de mi pareja legal, de mis amigas de la infancia, de las de después y me colgué, así, como lo leen, me colgué. El sexo era tan intenso que tiñó de rosa y rojo mis pensamientos, que se redujeron a solo uno, es decir como siempre pero llevado a su máxima expresión. Comencé a faltar al trabajo, a no ir a casa a dormir, a no ir a misa los domingos, a no pensar en otra cosa que no fuera estar con Begoña. No sé si a ella le ocurría lo mismo pero yo estaba justo en el borde de quedarme lelo.

Tanto fue el cántaro a la fuente que me quedé, lelo, sin trabajo, sin pareja, sin Begoña, sin Sara, sin nadie. Estoy ahora mismo en la cola del desempleo y creo que llega ya mi número, el 105, no tengo tiempo ahora, creo que me ha salido una entrevista para un trabajo en Albacete pero les prometo que otro día les cuento la parte que falta a esta historia.

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