domingo, 21 de abril de 2019

Lago 10 (final)




Allí estaba ella, fascinada, que es tan respetable como no estarlo o algo así.

Fascinación: Atracción o seducción irresistible que siente una persona hacia alguien.

Recuerdo que nos encontramos en una noche de cuartos de hotel y pasillos desiertos, pero esa es otra historia y no procede contarla ahora que ella está fascinada con un gesto que dice sí y dice no y el artero ladrón de ilusiones juveniles está empeñado en que lo sepamos. Nos queda menos. 

Así pues dejémonos de cuentos y gestos,  gemidos fingidos y ásperas palabras cuando no, el tiempo es un asesino despiadado y no hay nada que hacer, bueno sí, refugiarnos en nosotros mismos, darnos asilo, querernos hasta que la soledad sea nuestra amante y lo que tenga que venir, vendrá. ¿A que sí?   

Fue bonita aquella historia en blanco y negro. (¿Seguro?)




Por cierto, estas diez últimas ilustraciones corresponden a trabajos de Lino Lago


Fascinum viene del latín fascinare, encantar.


Fascinare viene, probablemente, del griego baskanos, de igual significado, forma tracia del ático phaskein, decir. Baskanos, de hecho, hace en latín fascinare por influencia del latín fari, hablar, como demuestra que fascinar, en Germano, se diga besprechen y decir sprechen. Baskanos es un término conocido en la traducción de la Torah al griego, la Septuaginta, en la que se habla de la envidia. Lo fascinante sería lo envidiable. 

La acepción de fascinar como atractivo, delicioso, es del S. XIX, como resultado metafórico de que algo es capaz de hablarte para seducirte, que no deja de ser la cara positiva del mal de ojo, para encantarte. De hecho en el mismo verbo encantar, de cantar, viene implícito el hecho de decir, porque el canto es una forma de decir. 

De suma importancia en Roma. 

El más importante fascinum, el original de todo, se guardaba en el Penus, que era el almacén del templo de Vesta destinado a guardar también los Penates, entre otros objetos sagrados. Este ídolo se exhibía públicamente en determinadas ocasiones, como durante el Triunfo, la ceremonia de celebración de una victoria militar, cuando se ajustaba durante el paseo triunfal al carro del general victorioso. Pero también se conoce la participación de representaciones suyas en fiestas populares, como las Liberalia, las celebraciones en honor a Liber (el Baco romano, por así decir). En esta ocasión la imagen del dios era conducida del campo a la ciudad acompañada de otras imágenes de falos y entre cantos lujuriosos, con el objeto de favorecer las cosechas y protegerlas, precisamente, del fascinum o fascinatio “mala suerte, fascinación, encantamiento”, es decir, de los perjuicios que provoca el “mal de ojo”. mirada aviesa, etc.), es el poder maligno que determinadas personas, a través de su mirada penetrante, aguda o considerada simplemente extraña por alguna anomalía en los ojos, son capaces de ejercer sobre otras personas por la envidia que les provocan (de ahí la denominación del Fascinus también como medicus envidiae ). El empleo de su imagen con fines apotropaicos (de protección) –a veces una simple columna fálica- era común en numerosos lugares: en las entradas de las casas, las tiendas, las herrerías, edificios públicos..., aunque muy especialmente delante de las huertas y de los jardines. Por lo que se refiere a su uso personal, se sabe que las mujeres romanas llevaban figuritas de bronce en forma de genitales masculinos colgadas de los collares, y que también era costumbre colgar del cuello de los niños ciertos objetos con forma obscena ( turpiculares ) para que no les pasase ninguna desgracia. Su empleo como protección mágica contra las malas influencias hizo del fascinum un sinónimo del genérico amuletum , aunque especializado en la prevención contra el mal de ojo, pero también en la propiciación de la fertilidad femenina. No en vano, el intricado nodus herculeus con el que las mujeres ceñían sus túnicas el día de su matrimonio, era considerado fascinum por cuanto suponía de garantía de fecundidad (el nombre se explica por la creencia de que Hércules había tenido 70 hijos). Por lo que se refiere al mal de ojo, uno de los medios empleados para evitar sus efectos era intentar desviar esa mirada fascinadora haciendo uso, precisamente, de los amuletos. La idea de que el recurso a imágenes monstruosas, ridículas u obscenas tendría como propósito provocar la risa para, de esta manera, distraer o disminuir la fuerza de la mirada, se relaciona en la historia de la gestualidad romana con otra bien conocida representación del falo, también asociada a la risa: cerrar el puño haciendo ostensible el dedo corazón medium unguem ostendere ... El carácter entre procaz y burlón que se le atribuía a este gesto, que reproduce inequívocamente un pene erecto (de ahí los otros nombres del dedo: infamis, impudicus ), se ve bien reflejado en este epigrama de Marcial: “Ríete con ganas, Sextilo, de quien te llamó afeminado levantando el dedo corazón” En lo que insiste el poema priapeo: “¿Te ríes también a mi costa, ladrón, enseñándome el dedo impúdico cuando te amenazo?” Y al mismo código remite tanto el gesto como la forma de nuestra “figa / higa”, también conocida en la Antigüedad como “mano impúdica”, pues, al introducir el dedo pulgar entre el índice y el corazón con la mano cerrada, se supone que representa la cópula heterosexual. Aquí se da nuevamente una identificación semántica entre amuleto y sexo, puesto que la figa / higa (del latín fem. ficus “higo” –fruto asociado a Príapo), no refiere sino el sexo de la mujer. De hecho, y como queriendo aumentar el poder de protección del fascinum muchos amuletos combinan ambas figuras, el falo en un extremo y la figa en el opuesto. Si a esto añadimos la consideración de la exhibición impúdica del sexo femenino como un gesto entre burlón y amenazante en la mitología de Baubo (la “vulva mítica” helena) vemos cómo el sexo, la risa y la protección mágica son ideas estrechamente vinculadas en la Antigüedad clásica. En la mentalidad romana esta interrelación es ilustrada de manera bien gráfica por la literatura que tiene como protagonista la figura de Príapo. Este dios griego fue incorporado a los cultos romanos por su fácil identificación con Fascinus y otras divinidades latinas menores caracterizadas por su aspecto salvaje y exuberante sexualidad (Fauno, Silvano –a su vez correlatos de los sátiros griegos). Aquel dios, al que la iconografía griega mostraba como un personaje excepcionalmente dotado, o simplemente como una turgente metonimia del dios (destacándose “la parte por el todo”*) estaba especializado, al igual que sus afines romanos, y particularmente, en la protección y estímulo de la fecundidad de los campos. (Comentario de  DELLWOOD en http://foro.elaleph.com/viewtopic.php?p=654037)



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