jueves, 31 de enero de 2019

Obediencia



Ha entrado la tristeza del fin de enero detrás de los montes de franela, aprovechando el silencio de la tarde, deslizándose hasta la ciudad indefensa de asfalto y soledad, con la palabra crisis colgando de los balcones y los rostros. Tristeza.

Las casas, aún las altas, están ciegas como animales subterráneos que hociquean abajo, aún más abajo, al centro de la embozada verdad, si hubiera una sola, esa intranquila que bambolea, embotada, desasosegada, mirando con cien ojos este día con tormentas que nos respiran en la nuca justo antes del despertador, adiós a los sueños, adiós a la quimera, adiós.

Y obedientes, se van.

miércoles, 30 de enero de 2019

Lluvia



La vida va tan rápido que esta mañana, en el duermevela, soñaba con la habitación dónde empecé a trabajar, el cine era mudo, en glorioso blanco y negro, yo mismo era negro y alrededor pastaban los tiranosaurios. Esa habitación estaba vacía, alicatada de blanco hasta el techo y, qué curioso, a mi lado estaba la última persona con la que he trabajado. Heavy. 

Me he ido a caminar, como cada día, antes que amanezca. Antes corría, antes hacía muchas, otras cosas. Esta mañana, tipi tapa, camino pero no hay sol, llueve, llueve mucho.

martes, 29 de enero de 2019

Parker y la quietud de los planetas


(Alejandro Rivera Still  Life)

Sin temblar en la quietud de los planetas que sin duda Parker verá girar en las mañanas de caminar junto al río/ría, como una obsesión de la juventud que en cada paso se le escapa y se refugia en catedrales y otros desiertos, lámpara de aceite junto al lecho donde un día amó sin otra defensa que la respiración entrecortada, la mirada teñida de albaricoques y niños llorando junto a la parada de autobús, con madres que esperaban la libertad del café y la cháchara, la mirada de un desconocido como una mano acariciando el sopor del martes y la línea de los ojos pintada con furia ante el espejo que acusa y no miente, madres sin dejar de ser hijas que piden ayuda porque el amor no era eso que no es y los días tan largos y la espera y la postura entre sábanas que no les satisface y los imanes en el frigorífico, uno por viaje, hace tanto, seis años, los que tiene el mayor, otra historia, imaginar otras historias ahora que el tiempo se ha vuelto interminable y puede mirar de frente a los paseantes del tedio, hombres que nadan defendiéndose en su propio naufragio, mujeres ahogándose en una isla que barre el viento de la soledad, saber que nunca sabrá pero pararse en las esquinas a ver cariátides y cornisas, detalles arquitectónicos y mirlos, ancianos en los parques, para cuando te quieras dar cuenta estarás donde yo estoy, dice su tía octogenaria, agorera, como aquellos letreros en la puerta de los cementerios, lo que sois fuimos, lo que somos seréis, cuando menos lo penséis, mejor gozar de los días, de la amistad, de la risa, de la simpatía, del sol o de la lluvia, lo que venga, contra las noticias no por menos ciertas no destinadas al miedo, a aprisionarnos en el terror, a inmovilizarnos, a neutralizar el espíritu crítico, a defendernos, ya, Parker se sumerge entre sus amigos víctimas de la celotipia, oh celo, del favor verdugo eterno, alerta cuando se para a charlar con los jubilados de boina y cachaba, con las panaderas, con el ciego del cupón, con el que vende rosas, relojes falsos y calcetines, con la rubia que le mira y mide y el que hambre tiene con pan sueña y vamos que nos vamos. Parker, pobre.


Lo que prefiero de tus viajes
es la risa cuando vuelves. 

lunes, 28 de enero de 2019

Tiburón


Sin que sirva de precedente, este soy,  desnudo bajo el agua verde, defendiéndome con puntiagudos pero escasos medios de lo irremediable, del escualo del mal, del brutal ataque del tiburón enigma, sus dientes de cuchillo y navaja barbera rasgarán mis últimas esperanzas, mi fe, mis carnes morenas. Para colmo –como podéis ver – el pulpo me sujeta la pierna con tentáculos de tentación , las anémonas se mecen, ríen, adorno de flores submarinas en el fondo del mar del pecado. Sin oxígeno, sin tritones que me auxilien, sin sirenas del boca a boca, no tengo remedio.

Para mí que de esta me ahogo.

Con lo bien que nadaba.

Socorro, Pamela.


domingo, 27 de enero de 2019

El hombre que escribía cartas de amor






Erase una vez un hombre que escribía cartas (de amor)  a diestro y siniestro, a conocidos y a desconocidas,  con pulcra letra de pato, retorcida pero legible, intensa actividad maridada con dibujos, fotografías y nubes, un mosaico de sentimientos e invenciones, un regalo, un error, una carga, un psssst.

Aún guardo las cartas que me mandaste a África- le dice Iñaki.
(Algún día contaré la historia de Iñaki.)

Ese hombre iba por el carril, pian pianito, sin salirse, claro, para no descarrilar pero un día, hablando con Cohen (Leonard), se dijeron –somos tontos, qué hacemos aquí, primero conquistaremos Manhattan y después conquistaremos Berlín-.

Ese hombre estuvo herido por flechas y silencios, por distancias y mujeres frías con imaginarios gatos de angora en el regazo. Por eso, tan entretenido, no supo, perdió los mapas y empezó su particular conquista al revés, primero Roma, París, Estambul, Viena, Praga, Budapest, Londres, por fin Berlín y sí, también Manhattan. No se imaginaba que el mundo era tan pequeño y New York tan fascinante. Lo era y es.

¿Y le quedaba tiempo para escribir cartas (de amor)?- pregunta Antonio.
(Sí. Solo es ponerse. Esto lo añado yo, ya que el de las cartas (de amor) está en un preocupante estado de shock Algún día contaré cosas de Antonio.)

Un día, leyendo a no recuerda quién, el hombre que escribía cartas (de amor) pensó –escribo más que este, no sé si mejor, pero sí más – y se dedicó a buscar a quién escribir, además de qué, además de a, además. Con toda la mar detrás.

No vas a tener tiempo- le advierte Paqui.
(Algún día contaré lo de Paqui.)

Pero sí, ese hombre que ahora está mudo se está cambiando de ropa y viene en nada, siéntense por aquí cerca, debajo del magnolio, que ya.



A mí también me escribió una carta (de amor). Y a mí.   Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí. Y a mí.  Y a mí.


Y a mí.

viernes, 25 de enero de 2019

Cumpleaños



Resulta que hoy es mi cumpleaños. ¿Cuántos? Una cifra redonda. 
Me he puesto a hacer balance y esas cosas, lo bueno lo malo, el pasado, lo que puede venir, el ahora, me ha entrado un agobio tal que así y lo he dejado. 
Me digo, entonces escribo algo poético, una cosa bonita y solo me salía un texto obvio, disfrazado, tonterías, también lo he dejado.

En resumen ¿el mejor poema?, estar vivo y bien.

Hoy cumplo años y me siento muy feliz, muy afortunado, eso es todo.

A seguir.






jueves, 24 de enero de 2019

Hola



No es un caso único, no, se empieza a recurrir a la imagen y se mata la palabra.
Pero la palabra es única.
Puede juntarse con otras y lograr la emoción, el latido del alma.
Se necesita una cierta habilidad.
Y que el lector sea proclive.
Hay que insistir.
Conozco escritores que incluso escriben.
Sé perfectamente qué hay que escribir para que alguien llore.
Una vez lo utilicé.
Es un secreto pero  lo cuento.
La palabra es adiós.
La verdad es que no se me ocurrió solo, me lo habían dicho alguna vez. La primera vez lloré, era tan joven. La segunda me resultó indiferente, yo también me había aburrido. La tercera me dejó en una especie de cueva, un espacio negro en el que no podía moverme, ni respirar, estaba como muerto, al menos perdí el sentido de la vida, es increíble lo que puede producir una sola palabra. Ella lo dijo como una liberación, como una afrenta, como un insulto. Qué cabrona.
Del resto los he juntado en una nebulosa en la que no sé quién de los dos (o tres) lo dijo antes. Adiós.
De cualquier manera ahora estoy lleno de saludos de bienvenida, es mejor, alguien se quedará.
Y es que este invierno puedo ser muy duro.
Hola.

miércoles, 23 de enero de 2019

Río abajo.



Freud disecciona anguilas entre el heno y el cieno. Después las dibuja, sinuosas y elementales, años antes de interpretar los sueños, el Ich, el Überich.

Sueño que nado en un río turbulento y negras anguilas de tiempo me rozan, me angustian.

No sé interpretar qué significa, no sé diseccionar mis sueños, ni dibujarlos, muchas veces se pierden en la madrugada.

Sueño, vivo y la corriente me lleva río abajo.

martes, 22 de enero de 2019

Parker viajero (3)


Parker no comprende cómo ha podido mantener ese engaño consigo mismo y con los demás, simular ser un elegido, tener grabado en la frente el signo de los diferentes, pretender vivir en un paraíso sin tentaciones de serpientes arteras, inventarse episodios con perfumes de eternidad, adaptarse a la emboscada del lobo del miedo que acosa a la ausencia, romper las vasijas que contenían su dignidad.

No ocurrió nada de nada y entre las cenizas de su vergüenza es ese que mira con espanto las nubes negras, la tormenta que se acerca. 

lunes, 21 de enero de 2019

Parker viajero (2)



El tiempo siguió pasando y.

Parker ahora lo sabe, se lo inventó, nada ocurrió, ninguno de esos recuerdos que mantiene como banderas en la colina. Por eso los sicarios del olvido se lo susurran simulando con sus manos un embudo de seda, los sayones de la negligencia emocional borran las huellas de sus dedos sobre la alacena que contiene las cartas que no escribió, que no recibió. Entre todos entierran los mastines muertos que defendían su torre de ceguera.

Fue mentira, nada de aquello pasó.

domingo, 20 de enero de 2019

Parker viajero (1)


Hubo un tiempo en el que Parker se comió el mundo. Empezó por Bilbao y de las almotacenías siguió alrededor, saltando fielatos, aquellas marcas amarillas en los mapas de la escuela, las aduanas con carabineros reconvertidos y las señales en aeropuertos de acá y sobre todo de allá. Fueron viajes desde el centro de su corazón a una periferia que nunca terminaba. Acumuló historias, conocimientos, nombres, experiencia, alegrías, sinsabores, alguna tragedia, amor y desamor a partes iguales.

Y volvió.

sábado, 19 de enero de 2019

Parker espera




Parker  esperaba el 22 con grosellas, bacalao y esperanza, ilusión, preocupada vigilia desde el anuncio, días contados con ábacos de jade y dedos mojados en mermelada y jengibre, una música de Beatles armónicos, los recuerdos en una caja negra que un día tuvo luces de navidad y luciérnagas. Ahora ha pasado y el horizonte está tapiado de nubes amarillas.

El invierno se abraza a sí mismo con árboles desnudos y playas vacías, con el recuerdo que se seca sin rocío en acuarelas de buhardilla, en sábanas que describen profundidades, majestuosos caballos de nubes o imaginación para suplir suspiros descarnados. 

Las sonrisas se hielan, Parker se  espolvoreo belladona en el bigote y esto es así, hoy, sábado.

¿Sabes?

viernes, 18 de enero de 2019

Solo el amor y la muerte cambian todas las cosas




Seguro que es algo común y no tiene sentido contarlo.

Pero me pasa.

Escribir tiene algo de terapéutico, algo de misterio, necesidad de compartir imaginación y sentimientos, también algo de técnica y mucho trabajo.  La inspiración no existe.

Me ocurre ahora que he empezado a escribir sobre una emoción que me transita, contarlo para mañana (este blog no tiene otra pretensión que eso, escribir lo de mañana) y se me ha insubordinado el texto, me puede, me increpa, ¿qué dices? –me dice -.

Y lo miro, lo remiro, intento cambiarlo, llevarlo para un lado y él, obstinado, me lleva para otro, me puede, me vence, me obsesiono, dejo una frase, la cambio, no avanza, estoy empantanado.

Lo peor es que estoy colgado de algo concreto que me inquieta, me preocupa, quiero decirlo y no sé cómo hacerlo para que no (me) parezca que lo digo.

Aquí estoy, mirando esas escasas cinco líneas. 


jueves, 17 de enero de 2019

Con miedo



No encuentro mis bragas –dijo ella, y desde la cama vi las blancas nalgas que contrastaban con el resto de su bronceado cuerpo, de rodillas, palpando la alfombra bajo la mesa del salón, a oscuras.

Al cabo de un rato volvió a mi lado. -Qué es esto? – dijo, y entre los dedos sostenía un pequeño objeto brillante, redondo, metálico.

Primero miré sus pechos y después aquel objeto, un micrófono inalámbrico. ¿Cómo lo sabían?

-Vístete y vete, rápido – dije a la chica.

-Qué prisas, vale, voy, deja el dinero en mi bolso – escuché el ruido del agua en la ducha, ella cantando mientras se pintaba, al de un rato me obedeció y se fue.  

No me preocupaba pagarle doscientos dólares, lo del micrófono sí. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí, ¿habría otros? Comencé a buscar por el dormitorio, entre las cortinas, bajo el colchón, en la biblioteca, en la cocina, cada vez más nervioso, en el cuarto de baño, el pasillo, en el techo. Sobre la puerta de entrada al apartamento encontré otro. ¿Quién lo había puesto ahí?, ¿cómo había entrado?, ¿cuándo? Seguro que había más.

Miré por la ventana, los coches amarillos corrían por la avenida, se escuchaban sirenas, los peatones iban y venían bajo el calor de junio, no advertí nada sospechoso, quizás era una confusión.

Lo mejor era aparentar seguridad y salir.

Aquellos dos hombres hablando en la esquina no me gustaban, me miraban. La señora del abrigo verde sonreía, ¿qué sabía ella? El portero del Grand Hotel inclinó la cabeza cuando pasé a su lado.

No pude soportarlo más, comencé a correr, calles y calles, de un barrio a otro.

Ahora estoy sentado en un banco de Central Park, comienza a anochecer, me da miedo volver a casa.    

miércoles, 16 de enero de 2019

Laura



Laura llena mi cabeza de triángulos isósceles, mi memoria está sentada en el centro de su corazón, cosida con alboroto de caléndulas, carretera sin atajos a su piel sin distancia, con zozobra, su cuerpo es un desorden prendido en el marco de mi deseo, una luz al fondo, mi sedienta mirada en los intersticios, un viento azul moviendo los árboles de la alameda, Laura en todos mis sueños.

martes, 15 de enero de 2019

Parker baila.



Con una máscara de adolescente ensimismado Parker gira y ríe en un baile de disfraces en el que nadie es quién dice ser. Entre los muchos invitados, alrededor, confundidas, la primera mujer que amó, la primera mujer que besó, la primera mujer que le enloqueció. Y su mujer.

Intenta aparentar una calma que no tiene. Baila y sonríe. Se para y bebe pequeños sorbos de una copa de vino. Se está mareando y debe estar sobrio para no delatarse.  Ajeno al viento en las ventanas, a la lluvia, torpe, habla con unos y otros.

No sabe quién sabe.

Y qué.

La música cambia desde Beatles a baladas tan lentas y tan antiguas que parece que el tiempo se ha detenido. Pero no, han pasado tantas cosas. La primera mujer que amó va de acá para allá como una bailarina entre ballet y contorsionista. La primera mujer que besó ha olvidado todo y sonríe al lado de su nueva pareja. La primera mujer que le enloqueció está nerviosa, intranquila, su marido está sentado a su lado y los dos fuman sin cesar. Su mujer está feliz y habla con todos, encantadora, ajena a la trastienda.

Están las miradas.

Y los silencios.

Fuera están las calles donde todos ellos se perdieron en tiempos amarillos de versos y palomas, de melancolía en las esquinas, de risas de niños y una esperanza, o tres, o nada. Los que bailan, como pueden, sofocan los gritos del mercader de la nostalgia, de los fabricantes de relojes, de los hechiceros de una época sin plazos, de las tenues palabras de enamorados escondidas bajo los bancos de la plaza.

Ahí está Parker, riendo y bebiendo, simulando una tranquilidad que no tiene, caminando sobre la débil línea que separa el sí del no, esperando la inoportuna palabra que desbarate la fragilidad de su paz, confundido entre las tres mujeres que dieron sentido a su vida, que la llenaron, que aún le duelen. 

Y su mujer.

lunes, 14 de enero de 2019

09.04



Se besan sin saber dónde empieza el cielo, dónde acaba el infierno. Se besan de pie, con los ojos cerrados, con las manos cerradas. Se besan y a lo lejos se escuchan las murallas centenarias, derrumbándose, poblando el aire con un estruendo de argamasa y ciclones. Se tocan la piel y de los poros les brotan pequeñísimos animales dulces que miman cada rincón de brazos, caderas, muslos, un lento deambular de almíbar. Se tocan el alma y se mecen en pétalos de flores nuevas, gigantescas corolas, pistilos con embriagadores zumbidos de abejas. Se hacen uno y justamente entonces, a pesar de los coros de querubines que cantan con los ojos cerrados, del ritmo de cien palmeros presentidos al otro lado de la puerta, del calor de tres infiernos, del murmullo de un arroyo del Paraíso Terrenal, del Vesubio y del Etna, de Manhatan, ignoran que traquetean en el pescante de un tren sin regreso, viajeros a ninguna parte, refugiados en el trayecto de la soledad, habitantes de un mundo prohibido.

No pueden culpar a las serpientes.
Hablan recostados a uno y a otro lado del muro de las lamentaciones.
Sabiéndolo.

domingo, 13 de enero de 2019

09.03



Aquí están, en plena Gran Vía, los infractores, nadie les mira al pasar pero mantienen la cabeza baja, caminan por el centro de la calle, esquivan los jardines y los jazmines, el sonido de los semáforos y el runrun del tráfico, los ciegos recostados en las esquinas, los prejuicios como una roca negra, lisa, imposible de escalar. Caminan y el mundo es un paisaje nuevo con personajes mezcla de pájaros y funcionarios con manguitos. No aplaudáis, no gritéis, ellos lo saben

Ahora hay que escoger.
Abrir las ventanas al caliente viento del desierto.
O ahogarse en un remolino del oasis descubierto apenas ayer.

sábado, 12 de enero de 2019

09.02



Por eso, para traducir el olor del viento, para que el recuerdo no se adelgace en los días sin sol de la primavera herida, vida gastada en trabajos de Sísifo, una larga playa, vacía, entiendo cada grano de arena, cada suspiro que sale de la pared de piedra que limita el mar, reino del sí pero no, del no pero sí, lanzo mi pena a la tercera ola, zamarreo el dolor y no es lo mismo, no cierro los ojos, no quiero dormir.

Permanecer insomnes, atentos, en vigilia.
O dejar que muera la zarza florecida.

viernes, 11 de enero de 2019

09.01



En Cantabria, tan lento que parecía inmóvil, tan rápido que ayer ya era mañana, fue un milagro, esas cosas que no pasan pero que cuando pasan ya no hay remedio, cuando se cruza el río uno se moja, se empapa, sale chorreando al otro lado, mira y no hay regreso, ha entrado a otra tierra, otro clima, otras voces, un acento que antes no se entendía.

Y escoge eso.
O el silencio de enero.

jueves, 10 de enero de 2019

Viviré en Manhattan, algún día viviré en Manhattan .



Sé que lo haré, viviré en Manhattan, pasaré las mañanas mirando el Hudson, sus aguas frías y densas, sentado en Central Park con mi perro negro y el silencio, escribiendo todo lo que de mí aún desconozco, otra vida, la que viví en secreto, la que me quema y muerde, la que aún sueño, la prohibida.

John, te estás matando día a día.
Vete a la mierda, algún día viviré en Manhattan

miércoles, 9 de enero de 2019

Viviré en Manhattan 3



No lo entiende, ella no lo entiende, nunca lo ha hecho, dice que no, dice que nunca, esgrime conceptos como egoísmo y miedo, razones absurdas alrededor de su ombligo, de sus necesidades, se olvida de las mías, de los meses anclado en una cama con lo de la espalda, lo de los pulmones, tanto tiempo perdido.

John, te pasas el día tosiendo, pareces un viejo.
Es lo que soy, si no te gusta, vete, olvídame.

martes, 8 de enero de 2019

Viviré en Manhattan 2



Es el amor, sí, o su ausencia, la batalla diaria por la ternura, una mirada, un susurro, una caricia, todo lo que no tengo, enredado en mantener mi espacio, mi necesidad de partir, de descubrir el otro lado, todo aquello que aún no he visto absorbido por una existencia rutinaria, por un trabajo gris...

Luego querrás que te acompañe al médico, John.
Déjame en paz, pesada, iré solo.

lunes, 7 de enero de 2019

Viviré en Manhattan 1



Será entonces, viviré en Manhattan, pasearé mi perro y mi soledad por el Village, por Tribeca, caminando por el Soho arriba y abajo, escribiendo lo que aún recuerde de esto de ahora, el conflicto, la guerra sentimental que estoy a punto de perder, que siempre he tenido perdida.

No fumes, John.
A ti que te importa.

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Bilbao, Euskadi
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